/ jueves 10 de enero de 2019

Futuro de grandeza

Lector, yo cada día me convenzo de que no hay nada mejor que ser mexicano...

Querer a este país y respetar a las demás naciones, tal y como ha sido nuestra política de autodeterminación de los pueblos a través de los años. Ni por un momento ha cruzado en mi mente o se ha debilitado mi convicción, acerca del futuro de grandeza de nuestra Patria, ni del luminoso camino que nos espera. Y, si el venir en defensa de los recursos naturales y nuestra industria energética es ser nacionalista, entonces lo soy (aunque salten quienes tiran sus dardos envenenados).

Si, el condenar la demagogia, la violencia, las segundas intenciones, el oscurantismo, las ambiciones farisaicas y todo aquello que conduce al desorden es decirse nacionalista, entonces lo soy.

Si, el oponerse a la entrega del patrimonio social en “ventas de garaje” del siglo a inversionistas del exterior es ser nacionalista, lo soy.

Si, el denunciar que tenemos por vecino a un gigante opulento que un dia después de firmada su acta de independencia ya miraba hacia tierras iberoamericanas como tierras de promisión, susceptibles de ser anexadas a su glorioso porvenir y Destino Manifiesto es ser nacionalista, lo soy.

Si, el mencionar la hazaña gubernamental del 18 de marzo de 1938 y a las grandes mayorías ciudadanas apoyando, unidos como uno solo en el deseo de que el petróleo fuera nuestro y no de quienes tenían este recurso fabuloso y envidiable de nuestro subsuelo, es considerarse nacionalista, así me considero.

Si, el pretender que los partidos políticos, como órganos de captación pública, efectúen su trabajo con rectitud y patriotismo, más allá de las circunstancias que se derivan de los problemas del momento y de índole electoral es incorporarse a las filas del nacionalismo, a ello me incorporo.

Si, el pensar que gran parte de la buenaventura de la patria está en hallar la manera de que se aplique una política de sentido común, de respeto a la ley, sin tolerar despilfarros ni actos de rapiña del erario es un modo de ser nacionalista, entonces soy nacionalista.

Si, el condenar la intención de erigir el muro de la ignominia por parte de nuestros vecinos al norte del río Bravo es ser nacionalista, lo soy.

Si, el querer un México firme, digno, respetado en el ámbito internacional, alejado de cualquier forma de sometimiento y vasallaje, en el que sea posible soñar con deshilar lo hilado para decir que la paz se logró en la paz es ser nacionalista, entonces soy nacionalista.

NOTA DEL DÍA—El robo por concepto del huachicol en México ascendió a 200 mil millones de pesos en los últimos diez años. Esto, aunque usted no lo crea, sucede en vastas regiones de nuestro territorio. No son historias de ficción, producto de una mente imaginativa. El dilema es que hacer en el combate a este problema. Hay quienes creen que la mejor medida es cortar desde la raíz. Lo peor es que las autoridades fueran doblegadas. Ello, dejaría al actual gobierno y la nación en un lugar demasiado complicado. Lo que la gente ya no quiere es escuchar “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?” Después de todo, en una democracia que se precie de serlo, el papel de las autoridades es interponerse entre la ciudadanía y las consecuencias. Y hacerlo, no cuando ya pasó el momento y oportunidad.

Lector, yo cada día me convenzo de que no hay nada mejor que ser mexicano...

Querer a este país y respetar a las demás naciones, tal y como ha sido nuestra política de autodeterminación de los pueblos a través de los años. Ni por un momento ha cruzado en mi mente o se ha debilitado mi convicción, acerca del futuro de grandeza de nuestra Patria, ni del luminoso camino que nos espera. Y, si el venir en defensa de los recursos naturales y nuestra industria energética es ser nacionalista, entonces lo soy (aunque salten quienes tiran sus dardos envenenados).

Si, el condenar la demagogia, la violencia, las segundas intenciones, el oscurantismo, las ambiciones farisaicas y todo aquello que conduce al desorden es decirse nacionalista, entonces lo soy.

Si, el oponerse a la entrega del patrimonio social en “ventas de garaje” del siglo a inversionistas del exterior es ser nacionalista, lo soy.

Si, el denunciar que tenemos por vecino a un gigante opulento que un dia después de firmada su acta de independencia ya miraba hacia tierras iberoamericanas como tierras de promisión, susceptibles de ser anexadas a su glorioso porvenir y Destino Manifiesto es ser nacionalista, lo soy.

Si, el mencionar la hazaña gubernamental del 18 de marzo de 1938 y a las grandes mayorías ciudadanas apoyando, unidos como uno solo en el deseo de que el petróleo fuera nuestro y no de quienes tenían este recurso fabuloso y envidiable de nuestro subsuelo, es considerarse nacionalista, así me considero.

Si, el pretender que los partidos políticos, como órganos de captación pública, efectúen su trabajo con rectitud y patriotismo, más allá de las circunstancias que se derivan de los problemas del momento y de índole electoral es incorporarse a las filas del nacionalismo, a ello me incorporo.

Si, el pensar que gran parte de la buenaventura de la patria está en hallar la manera de que se aplique una política de sentido común, de respeto a la ley, sin tolerar despilfarros ni actos de rapiña del erario es un modo de ser nacionalista, entonces soy nacionalista.

Si, el condenar la intención de erigir el muro de la ignominia por parte de nuestros vecinos al norte del río Bravo es ser nacionalista, lo soy.

Si, el querer un México firme, digno, respetado en el ámbito internacional, alejado de cualquier forma de sometimiento y vasallaje, en el que sea posible soñar con deshilar lo hilado para decir que la paz se logró en la paz es ser nacionalista, entonces soy nacionalista.

NOTA DEL DÍA—El robo por concepto del huachicol en México ascendió a 200 mil millones de pesos en los últimos diez años. Esto, aunque usted no lo crea, sucede en vastas regiones de nuestro territorio. No son historias de ficción, producto de una mente imaginativa. El dilema es que hacer en el combate a este problema. Hay quienes creen que la mejor medida es cortar desde la raíz. Lo peor es que las autoridades fueran doblegadas. Ello, dejaría al actual gobierno y la nación en un lugar demasiado complicado. Lo que la gente ya no quiere es escuchar “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?” Después de todo, en una democracia que se precie de serlo, el papel de las autoridades es interponerse entre la ciudadanía y las consecuencias. Y hacerlo, no cuando ya pasó el momento y oportunidad.