/ sábado 18 de julio de 2020

Fyilosofía En Expresión | Anormalmente novedosos

Parece ser que el bienestar empezará a contar con una exigencia intelectual y no es porque antes no haya sido así, siempre ha sido benéfico contar con conocimientos que apoyen las acciones humanas y esto sin quitar valor a la experiencia.

Pero ahora creo que será distinto, probablemente la humanidad deberá ser instruida en la forma más adecuada de desenvolverse ante la vida, el cómo acoplarse a la realidad actual y a la que probablemente se desprenderá de todo esto.

Ciertamente hoy abundan los conocedores de los remedos de soluciones, magos de la superficialidad, lectores de párrafos y sabios consumidores de la sabiduría de las redes sociales, lo cual a mí no me parece mal si se utiliza como un vehículo responsable de un conocimiento vertiginoso sometido siempre al escrutinio de los resultados.

Las buenas ideas que no tienen posibilidad de comprobarse o que simplemente caen en el caldo de cultivo del resto de las ideas para después ser composteadas en nuevos razonamientos, no me parecen más que un zacatal del ideario popular hoy electrónico, que lo más productivo que puede hacer es verse verde y crecer.

Más bien pienso que requeriremos de verdaderos analistas, personas que además de contar con los conocimientos de los temas que requerimos para avanzar cuenten con algún tipo de experiencia o puedan acercarse a ella, de manera que el camino a la implementación de nuevos recursos sea corto y el error se pueda someter a la mínima expresión.

No hablamos de mejoras sólo en la forma, porque eso puede solucionar el día de hoy y llevarnos a un mañana desolado; hay que atender el fondo.

Es necesario proveer a la humanidad de recursos económicos, claro, y de sistemas que mejoren la funcionalidad de los servicios, del comercio, de las transacciones, incluso de la forma en que se produzcan las diferentes mercancías hasta que se coloquen en manos del consumidor de forma segura, rápida y efectiva, de modo que la economía se pueda levantar lo antes posible.

Pero también habrá que aportar información que ayude a comprender el tema del riesgo real en el que se encuentra la vida, no va a ser suficiente atacar la información con memes y posts en las redes, debemos implementar asesorías, educación e instrucción directa sobre cómo funciona el virus, cómo se transmite, quién corre más riesgos, cuáles son los sistemas de seguridad que realmente sirven y cómo se usan, cómo podemos cuidar a los más frágiles, qué hacer en caso de una crisis o cuáles son, digamos, los primeros auxilios y cuidados en casa que pueden darse a un enfermo y, sobre todo, como pudiéramos intentar salvarlos ante una infraestructura hospitalaria colapsada, todo esto incluido en un verdadero sistema preventivo que se adelante al futuro, justo de la forma inversa en que lo hicimos con la diabetes, la hipertensión, la obesidad o el tabaquismo, que hoy son renglones del refrán del niño ahogado para tapar el pozo.

Esta nueva educación de la cual nadie está hablando en la “Nueva normalidad” debiera funcionar con la efectividad de la mercadotecnia del deporte espectáculo, los cigarrillos, la comida chatarra o el alcohol y con la devoción y capacidad de penetración y recursos de las campañas políticas, de manera que llegue a toda la población, incluidas las zonas más pobres de la misma, de manera que cualquier niño o adulto sepa cómo debe cuidar su vida y la de los demás.

Habrá que tener las versiones económicas pero eficientes de los cubrebocas, guantes, caretas, botas, planchas de cloro, incluso las versiones de obse-quio como algún día fueron los preservativos o las gorras, vasos, camisetas que algún día políticos sonrientes pusieron en manos del pueblo.

Por último o al principio habrá que generar educación emocional y enseñar a la humanidad a vivir en casa, a consumir el amor de la familia, a volver a los paseos al aire libre, a las excursiones y al deporte, a prescindir del contacto físico y poder vivir, sin ansiedad, sin miedo, sin apegos, por si esto no cambia o vuelve a ocurrir tengamos menos sufrimiento y las crisis emocionales no incrementen la problemática de las físicas. Deberemos aprender a vivir hablando con enmascarados, a dejar de ver sonrisas, a prescindir del abrazo y el beso, y no por eso a renunciar al amor.

Aprender a comunicarnos a través de los medios electrónicos y así comprar, vender, conocernos y empezar a relacionarnos.

Esto suena mal, lo sé, y además requeriría para lograrse de una verdadera participación de los recursos y potencia gubernamental, además de la presencia de los liderazgos e infraestructura empresarial privada, pero creo que es un futuro si no inminente al menos probable y que será mejor prevenir que lamentar y tener un recurso adaptativo para que no sea un virus microscópico lo que acabe con esta versión de humanidad de la que, nos guste o no, formamos parte y en gran parte somos responsables.

Esta puede ser una “Nueva normalidad”, lo demás creo que son solo los comentarios.

Escríbeme:

  • hey@gryita.com
  • Facebook: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN-19.

Parece ser que el bienestar empezará a contar con una exigencia intelectual y no es porque antes no haya sido así, siempre ha sido benéfico contar con conocimientos que apoyen las acciones humanas y esto sin quitar valor a la experiencia.

Pero ahora creo que será distinto, probablemente la humanidad deberá ser instruida en la forma más adecuada de desenvolverse ante la vida, el cómo acoplarse a la realidad actual y a la que probablemente se desprenderá de todo esto.

Ciertamente hoy abundan los conocedores de los remedos de soluciones, magos de la superficialidad, lectores de párrafos y sabios consumidores de la sabiduría de las redes sociales, lo cual a mí no me parece mal si se utiliza como un vehículo responsable de un conocimiento vertiginoso sometido siempre al escrutinio de los resultados.

Las buenas ideas que no tienen posibilidad de comprobarse o que simplemente caen en el caldo de cultivo del resto de las ideas para después ser composteadas en nuevos razonamientos, no me parecen más que un zacatal del ideario popular hoy electrónico, que lo más productivo que puede hacer es verse verde y crecer.

Más bien pienso que requeriremos de verdaderos analistas, personas que además de contar con los conocimientos de los temas que requerimos para avanzar cuenten con algún tipo de experiencia o puedan acercarse a ella, de manera que el camino a la implementación de nuevos recursos sea corto y el error se pueda someter a la mínima expresión.

No hablamos de mejoras sólo en la forma, porque eso puede solucionar el día de hoy y llevarnos a un mañana desolado; hay que atender el fondo.

Es necesario proveer a la humanidad de recursos económicos, claro, y de sistemas que mejoren la funcionalidad de los servicios, del comercio, de las transacciones, incluso de la forma en que se produzcan las diferentes mercancías hasta que se coloquen en manos del consumidor de forma segura, rápida y efectiva, de modo que la economía se pueda levantar lo antes posible.

Pero también habrá que aportar información que ayude a comprender el tema del riesgo real en el que se encuentra la vida, no va a ser suficiente atacar la información con memes y posts en las redes, debemos implementar asesorías, educación e instrucción directa sobre cómo funciona el virus, cómo se transmite, quién corre más riesgos, cuáles son los sistemas de seguridad que realmente sirven y cómo se usan, cómo podemos cuidar a los más frágiles, qué hacer en caso de una crisis o cuáles son, digamos, los primeros auxilios y cuidados en casa que pueden darse a un enfermo y, sobre todo, como pudiéramos intentar salvarlos ante una infraestructura hospitalaria colapsada, todo esto incluido en un verdadero sistema preventivo que se adelante al futuro, justo de la forma inversa en que lo hicimos con la diabetes, la hipertensión, la obesidad o el tabaquismo, que hoy son renglones del refrán del niño ahogado para tapar el pozo.

Esta nueva educación de la cual nadie está hablando en la “Nueva normalidad” debiera funcionar con la efectividad de la mercadotecnia del deporte espectáculo, los cigarrillos, la comida chatarra o el alcohol y con la devoción y capacidad de penetración y recursos de las campañas políticas, de manera que llegue a toda la población, incluidas las zonas más pobres de la misma, de manera que cualquier niño o adulto sepa cómo debe cuidar su vida y la de los demás.

Habrá que tener las versiones económicas pero eficientes de los cubrebocas, guantes, caretas, botas, planchas de cloro, incluso las versiones de obse-quio como algún día fueron los preservativos o las gorras, vasos, camisetas que algún día políticos sonrientes pusieron en manos del pueblo.

Por último o al principio habrá que generar educación emocional y enseñar a la humanidad a vivir en casa, a consumir el amor de la familia, a volver a los paseos al aire libre, a las excursiones y al deporte, a prescindir del contacto físico y poder vivir, sin ansiedad, sin miedo, sin apegos, por si esto no cambia o vuelve a ocurrir tengamos menos sufrimiento y las crisis emocionales no incrementen la problemática de las físicas. Deberemos aprender a vivir hablando con enmascarados, a dejar de ver sonrisas, a prescindir del abrazo y el beso, y no por eso a renunciar al amor.

Aprender a comunicarnos a través de los medios electrónicos y así comprar, vender, conocernos y empezar a relacionarnos.

Esto suena mal, lo sé, y además requeriría para lograrse de una verdadera participación de los recursos y potencia gubernamental, además de la presencia de los liderazgos e infraestructura empresarial privada, pero creo que es un futuro si no inminente al menos probable y que será mejor prevenir que lamentar y tener un recurso adaptativo para que no sea un virus microscópico lo que acabe con esta versión de humanidad de la que, nos guste o no, formamos parte y en gran parte somos responsables.

Esta puede ser una “Nueva normalidad”, lo demás creo que son solo los comentarios.

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REGENERACIÓN-19.