/ sábado 27 de junio de 2020

Fyilosofía en Expresión | Apocalípticamente

Se empieza a respirar un aire extraño. Por un lado pareciera que no tememos a nada, que las teorías conspiracionistas, las cortinas de humo y las fake news han logrado convencernos de la falsedad del virus y su letalidad por lo cual una buena parte de nosotros no requiere tomar ninguna medida, pero de pronto las novedades generan un clima de oscuros silencios.

La enfermedad asesina, las otras epidemias, sismos, amenazas de tsunami, nubes de polvo, brotes y rebrotes de nuevas amenazas microscópicas, posibles guerras y el latente riesgo de un derrumbe económico entran a nuestras vidas a través de los dispositivos y hasta por debajo de las puertas.

Algunos no hemos podido dejar de considerar un futuro cercano apocalíptico en el cual solo podamos salir de casa en contadas ocasiones, ataviados en vestuarios propios de un laboratorio experimental de altos riesgos y debamos cuidarnos hasta del agua que tomamos so pena de convertirnos en mutantes, zombies o peor aún en números.

Hoy nada es igual.

Ciertamente una buena parte de nosotros sale al ruedo sin protección a torear un toro invisible que a veces empezamos a enterarnos que la embiste y vence. Cada vez son más frecuentes las historias de que hubo un brote en tal lugar, que murió tal persona que es familiar cercano de un conocido, que murió un vecino o su amigo.

Que tal negocio ha cerrado sus puertas definitivamente y que no será fácil volver a la vida que un día tuvimos.

Semáforos rojos, riesgos latentes, nerviosismo y malos augurios vibran el viento.

Todo ha cambiado, por ejemplo hablemos de un simple día de lluvia.

Antes de la pandemia, estos días eran como tristes y obscuros, pero tenían un trasfondo luminoso que podría cegarnos.

Para algunos definitivamente era un tiempo de alegría como por ejemplo para agricultores y campesinos, para otros un freno a las actividades.

Días como estos nos provocaban detener nuestros cotidianos trajines para cumplir solo con un porcentaje mínimo de los mismos, muchos iban a sus trabajos y oficinas a rendir entre sus ropas mojadas y las preocupaciones, parte de su potencial.

Era difícil ir a nuestros negocios, los vehículos corrían riesgos en las calles encharcadas, no era posible usar el tendedero ni tendernos al sol si caían en día de asueto, no era fácil hacer visitas ni ir de compras, ni ir a clases.

Otros menos afortunados tenían que luchar para sacar el bendito elemento de sus casas, subir a sus segundos pisos y llorar por la sala, el televisor y la comida que se echó a perder, producto del apagón que vino de la mano con la señora lluvia.

Para todos, la lluvia es un fenómeno de diferentes apreciaciones.

Yo lo comparo con esos tiempos difíciles que hay en cada vida. Esos momentos en que nada marcha bien y que al igual que la lluvia, nos frenan.

Los problemas, enfermedades, divorcios, la muerte de un ser querido, romper un noviazgo, un negocio que se va a la quiebra o perder un empleo son situaciones dolorosas, que nos dejan mirando al cielo, sin saber qué hacer.

Las lágrimas llueven por las mejillas, no hay a dónde ir, ni cómo , la solución no aparece por ninguna parte, el día se ve gris, la noche más que obscura y nuestras necesidades y sentimientos relampaguean como tenebrosos rayos en medio de la tormenta.

Por eso el hombre ha comparado la lluvia tanto con la bendición y la alegría como con el miedo y el sufrimiento, por eso es que la gente dice, que “después de la tempestad viene la calma”, a este hombre “cuando no le llueve le llovizna” o aquella de “te ha llovido en tu milpa”.

Los problemas, al igual que la lluvia nos hacen detenernos, reflexionar, aprender y ajustar, regularmente vienen a corregir algo que anda mal en nuestras vidas y al igual que el fenómeno natural cuando se van, se llevan algo que nos estorbaba para avanzar.

Como la lluvia, en el momento en que ocurren nos empapan, nos detienen y nos paralizan, pero cuando terminan, la luz brilla de un modo diferente, nos damos cuenta de con qué contamos y nos permiten hacer un parteaguas y comenzar de nuevo.

Los problemas cuando llueven nos dejan ver como la lluvia, quienes somos ya que al no poder salir tenemos que adentrarnos en nosotros mismos, en nuestros hogares, en nuestros pensamientos y de paso sacan a flote nuestras mejores aptitudes.

Al igual que los aguaceros, hacen que la tierra se renueve y se prepare para dar una buena cosecha, igual se renuevan nuestras vidas, permitiendo que a ellas lleguen nuevos seres, nuevas opciones, nuevas siembras, nuevos proyectos y sueños.

Por eso es bueno en los días de lluvia, naturales, espirituales, físicos o laborales detenernos a reflexionar y aprovechar para dejar de pelear, descansar un poco los brazos y permitir que se nos refresque la existencia y se lave un poco el camino de la existencia.

Hoy por ejemplo incluso, creo que algunos desearíamos tener algunas de las molestias que antes nos causaba la lluvia y no tener además del miedo, la crisis, la incertidumbre, los riesgos y este estado extraño de ruptura y desasosiego que quedarnos en casa a esperar y simplemente ver llover.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19

Semáforos rojos, riesgos latentes, nerviosismo y malos augurios vibran el viento.

Se empieza a respirar un aire extraño. Por un lado pareciera que no tememos a nada, que las teorías conspiracionistas, las cortinas de humo y las fake news han logrado convencernos de la falsedad del virus y su letalidad por lo cual una buena parte de nosotros no requiere tomar ninguna medida, pero de pronto las novedades generan un clima de oscuros silencios.

La enfermedad asesina, las otras epidemias, sismos, amenazas de tsunami, nubes de polvo, brotes y rebrotes de nuevas amenazas microscópicas, posibles guerras y el latente riesgo de un derrumbe económico entran a nuestras vidas a través de los dispositivos y hasta por debajo de las puertas.

Algunos no hemos podido dejar de considerar un futuro cercano apocalíptico en el cual solo podamos salir de casa en contadas ocasiones, ataviados en vestuarios propios de un laboratorio experimental de altos riesgos y debamos cuidarnos hasta del agua que tomamos so pena de convertirnos en mutantes, zombies o peor aún en números.

Hoy nada es igual.

Ciertamente una buena parte de nosotros sale al ruedo sin protección a torear un toro invisible que a veces empezamos a enterarnos que la embiste y vence. Cada vez son más frecuentes las historias de que hubo un brote en tal lugar, que murió tal persona que es familiar cercano de un conocido, que murió un vecino o su amigo.

Que tal negocio ha cerrado sus puertas definitivamente y que no será fácil volver a la vida que un día tuvimos.

Semáforos rojos, riesgos latentes, nerviosismo y malos augurios vibran el viento.

Todo ha cambiado, por ejemplo hablemos de un simple día de lluvia.

Antes de la pandemia, estos días eran como tristes y obscuros, pero tenían un trasfondo luminoso que podría cegarnos.

Para algunos definitivamente era un tiempo de alegría como por ejemplo para agricultores y campesinos, para otros un freno a las actividades.

Días como estos nos provocaban detener nuestros cotidianos trajines para cumplir solo con un porcentaje mínimo de los mismos, muchos iban a sus trabajos y oficinas a rendir entre sus ropas mojadas y las preocupaciones, parte de su potencial.

Era difícil ir a nuestros negocios, los vehículos corrían riesgos en las calles encharcadas, no era posible usar el tendedero ni tendernos al sol si caían en día de asueto, no era fácil hacer visitas ni ir de compras, ni ir a clases.

Otros menos afortunados tenían que luchar para sacar el bendito elemento de sus casas, subir a sus segundos pisos y llorar por la sala, el televisor y la comida que se echó a perder, producto del apagón que vino de la mano con la señora lluvia.

Para todos, la lluvia es un fenómeno de diferentes apreciaciones.

Yo lo comparo con esos tiempos difíciles que hay en cada vida. Esos momentos en que nada marcha bien y que al igual que la lluvia, nos frenan.

Los problemas, enfermedades, divorcios, la muerte de un ser querido, romper un noviazgo, un negocio que se va a la quiebra o perder un empleo son situaciones dolorosas, que nos dejan mirando al cielo, sin saber qué hacer.

Las lágrimas llueven por las mejillas, no hay a dónde ir, ni cómo , la solución no aparece por ninguna parte, el día se ve gris, la noche más que obscura y nuestras necesidades y sentimientos relampaguean como tenebrosos rayos en medio de la tormenta.

Por eso el hombre ha comparado la lluvia tanto con la bendición y la alegría como con el miedo y el sufrimiento, por eso es que la gente dice, que “después de la tempestad viene la calma”, a este hombre “cuando no le llueve le llovizna” o aquella de “te ha llovido en tu milpa”.

Los problemas, al igual que la lluvia nos hacen detenernos, reflexionar, aprender y ajustar, regularmente vienen a corregir algo que anda mal en nuestras vidas y al igual que el fenómeno natural cuando se van, se llevan algo que nos estorbaba para avanzar.

Como la lluvia, en el momento en que ocurren nos empapan, nos detienen y nos paralizan, pero cuando terminan, la luz brilla de un modo diferente, nos damos cuenta de con qué contamos y nos permiten hacer un parteaguas y comenzar de nuevo.

Los problemas cuando llueven nos dejan ver como la lluvia, quienes somos ya que al no poder salir tenemos que adentrarnos en nosotros mismos, en nuestros hogares, en nuestros pensamientos y de paso sacan a flote nuestras mejores aptitudes.

Al igual que los aguaceros, hacen que la tierra se renueve y se prepare para dar una buena cosecha, igual se renuevan nuestras vidas, permitiendo que a ellas lleguen nuevos seres, nuevas opciones, nuevas siembras, nuevos proyectos y sueños.

Por eso es bueno en los días de lluvia, naturales, espirituales, físicos o laborales detenernos a reflexionar y aprovechar para dejar de pelear, descansar un poco los brazos y permitir que se nos refresque la existencia y se lave un poco el camino de la existencia.

Hoy por ejemplo incluso, creo que algunos desearíamos tener algunas de las molestias que antes nos causaba la lluvia y no tener además del miedo, la crisis, la incertidumbre, los riesgos y este estado extraño de ruptura y desasosiego que quedarnos en casa a esperar y simplemente ver llover.

  • hey@gryita.com
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REGENERACIÓN 19

Semáforos rojos, riesgos latentes, nerviosismo y malos augurios vibran el viento.