/ sábado 25 de enero de 2020

Fyilosofía en Expresión | Educación fallida

Gracias a mi trabajo que mezcla la comunicación con la filosofía, he tenido la oportunidad de interactuar con diferentes instituciones educativas.

Una constante en la actualidad es la gran preocupación que existe debido a la incidencia de casos de problemas emocionales.

Jóvenes que presentan cuadros que van desde los más simples y no por esto menos importantes como la soledad y el desasosiego, hasta el suicidio o el intento del mismo, pasando por depresión, estrés, ansiedad, pánico y otros problemas emocionales.

Este desequilibrio se ve reflejado en todas las áreas de la vida académica.

El bajo rendimiento, los conflictos interpersonales, el bullying e incluso la deserción escolar son algunas de las manifestaciones y daños colaterales que tienen que ver con el malestar personal permeado al grupo humano y viceversa.

Existe una real desconexión intergeneracional, hemos perdido el contacto y el respeto, estamos señalando diferencias, burlándonos incluso los unos de los otros, empezamos a ser ajenos a las necesidades de grupo, para convertirnos en una especie de enemigos transculturales.

Una pregunta constante sobre la juventud es ¿cómo podemos acercarnos a ellos?

Padres, directivos y maestros se revuelcan figuradamente entre culparse los unos a los otros, culpar a las autoridades, al progreso y a las redes sociales.

Así, he escuchado una gran variedad de respuestas y planteamientos que van desde algunos de corte casi humorístico como quitarles los celulares, enviar a todos al psicólogo, que todas las escuelas sean internados, simplemente dejarlos y entender que los tiempos han cambiado, en fin, incluso algo así como abandonarlos a merced de la selección natural, hasta otros más técnicos cómo arreciar la capacitación de los maestros y padres de familia para hacer frente a esta terrible realidad, hemos fallado educando a la humanidad.

Los datos son claros

Un planeta que se encuentra amenazado de muerte y sus pobladores en mayor o menor medida enfrentando el peligro de extinción, sea por la contaminación, los químicos, las enfermedades de todo tipo, los procesos predatorios o las guerras por mencionar algunos.

El alto índice de suicidios, la depresión, las enfermedades emocionales en general, los actos vandálicos, la violencia de género, el bullying, violencia cibernética, la crueldad hacia la flora y la fauna, el terrorismo, la falta de tolerancia, el maltrato y el abuso.

Una población menor que vive en un mundo virtual, llena de datos, de relaciones y muriendo de soledad.

Creo que todos somos responsables, familias, gobiernos e instituciones educativas.

Debemos aceptar que vivimos un estado de emergencia.

Que es necesario tomar acciones para salvar nuestro mundo y a sus pobladores.

Acercarnos a los jóvenes debe ser prioritario sin descuidarnos el resto.

Propongo bajar el cuestionamiento y la crítica.

Dejar de querer convencer a las nuevas generaciones de que nuestros grandiosos postulados eran mejores, ya que nuestros resultados nos delatan, más bien hacer un esfuerzo por romper las barreras, aprender su lenguaje silencioso, capacitarnos para participar de forma más activa y eficiente en las redes sociales, incrementar nuestro contenido, volvernos sus aliados y dejar de ser sus enemigos.

Tratar de ver el mundo desde el ángulo en el que ellos lo ven.

Ser flexibles, compasivos, evolucionar juntos y acompañarlos.

Si vamos a tener que darles dispositivos electrónicos desde su corta edad, ya que de no hacerlo los estaríamos inhabilitando para enfrentar el ritmo, tipo y nivel de comunicación con el que deberán relacionarse, pues estar mucho muy cerca, cuidando el material al que accedan, colocando filtros, calificando el contenido, enseñándolos a realizar investigaciones, incluso a divertirse con ellos.

No convertir en nanas a los dispositivos electrónicos ni dejar que los instruyan desconocidos a distancia.

Ajustar la alimentación, la cultura de la prevención e instruirlos para preservar la vida.

Revisar los programas de enseñanza, sobre todo la básica, tal vez es tiempo de cambiar de asignaturas.

Motivar más actividades en familia, más juegos, mascotas, deportes, reuniones, que dejar que cada miembro se aísle en su universo digital.

Esto va a quitarnos tiempo, nos hará renunciar incluso a algunas actividades productivas, nos va a obligar a involucrarnos e incluso capacitarnos pero creo que vale la pena hacer un esfuerzo y sacar la casta, nuestra profundidad, la fortaleza de nuestros ancestros y la sabiduría de nuestros pueblos para atender esta amenaza, nuestra juventud se muere de tristeza.

Estamos matando al mundo.

Escríbeme.

Al silencio de una humanidad dormida en el bullicio de suspiros aferrados se quedó hueca la razón, la bien habida, la de cuidar cada uno de la vida

Fragmento del poema “Auxilio"

Gracias a mi trabajo que mezcla la comunicación con la filosofía, he tenido la oportunidad de interactuar con diferentes instituciones educativas.

Una constante en la actualidad es la gran preocupación que existe debido a la incidencia de casos de problemas emocionales.

Jóvenes que presentan cuadros que van desde los más simples y no por esto menos importantes como la soledad y el desasosiego, hasta el suicidio o el intento del mismo, pasando por depresión, estrés, ansiedad, pánico y otros problemas emocionales.

Este desequilibrio se ve reflejado en todas las áreas de la vida académica.

El bajo rendimiento, los conflictos interpersonales, el bullying e incluso la deserción escolar son algunas de las manifestaciones y daños colaterales que tienen que ver con el malestar personal permeado al grupo humano y viceversa.

Existe una real desconexión intergeneracional, hemos perdido el contacto y el respeto, estamos señalando diferencias, burlándonos incluso los unos de los otros, empezamos a ser ajenos a las necesidades de grupo, para convertirnos en una especie de enemigos transculturales.

Una pregunta constante sobre la juventud es ¿cómo podemos acercarnos a ellos?

Padres, directivos y maestros se revuelcan figuradamente entre culparse los unos a los otros, culpar a las autoridades, al progreso y a las redes sociales.

Así, he escuchado una gran variedad de respuestas y planteamientos que van desde algunos de corte casi humorístico como quitarles los celulares, enviar a todos al psicólogo, que todas las escuelas sean internados, simplemente dejarlos y entender que los tiempos han cambiado, en fin, incluso algo así como abandonarlos a merced de la selección natural, hasta otros más técnicos cómo arreciar la capacitación de los maestros y padres de familia para hacer frente a esta terrible realidad, hemos fallado educando a la humanidad.

Los datos son claros

Un planeta que se encuentra amenazado de muerte y sus pobladores en mayor o menor medida enfrentando el peligro de extinción, sea por la contaminación, los químicos, las enfermedades de todo tipo, los procesos predatorios o las guerras por mencionar algunos.

El alto índice de suicidios, la depresión, las enfermedades emocionales en general, los actos vandálicos, la violencia de género, el bullying, violencia cibernética, la crueldad hacia la flora y la fauna, el terrorismo, la falta de tolerancia, el maltrato y el abuso.

Una población menor que vive en un mundo virtual, llena de datos, de relaciones y muriendo de soledad.

Creo que todos somos responsables, familias, gobiernos e instituciones educativas.

Debemos aceptar que vivimos un estado de emergencia.

Que es necesario tomar acciones para salvar nuestro mundo y a sus pobladores.

Acercarnos a los jóvenes debe ser prioritario sin descuidarnos el resto.

Propongo bajar el cuestionamiento y la crítica.

Dejar de querer convencer a las nuevas generaciones de que nuestros grandiosos postulados eran mejores, ya que nuestros resultados nos delatan, más bien hacer un esfuerzo por romper las barreras, aprender su lenguaje silencioso, capacitarnos para participar de forma más activa y eficiente en las redes sociales, incrementar nuestro contenido, volvernos sus aliados y dejar de ser sus enemigos.

Tratar de ver el mundo desde el ángulo en el que ellos lo ven.

Ser flexibles, compasivos, evolucionar juntos y acompañarlos.

Si vamos a tener que darles dispositivos electrónicos desde su corta edad, ya que de no hacerlo los estaríamos inhabilitando para enfrentar el ritmo, tipo y nivel de comunicación con el que deberán relacionarse, pues estar mucho muy cerca, cuidando el material al que accedan, colocando filtros, calificando el contenido, enseñándolos a realizar investigaciones, incluso a divertirse con ellos.

No convertir en nanas a los dispositivos electrónicos ni dejar que los instruyan desconocidos a distancia.

Ajustar la alimentación, la cultura de la prevención e instruirlos para preservar la vida.

Revisar los programas de enseñanza, sobre todo la básica, tal vez es tiempo de cambiar de asignaturas.

Motivar más actividades en familia, más juegos, mascotas, deportes, reuniones, que dejar que cada miembro se aísle en su universo digital.

Esto va a quitarnos tiempo, nos hará renunciar incluso a algunas actividades productivas, nos va a obligar a involucrarnos e incluso capacitarnos pero creo que vale la pena hacer un esfuerzo y sacar la casta, nuestra profundidad, la fortaleza de nuestros ancestros y la sabiduría de nuestros pueblos para atender esta amenaza, nuestra juventud se muere de tristeza.

Estamos matando al mundo.

Escríbeme.

Al silencio de una humanidad dormida en el bullicio de suspiros aferrados se quedó hueca la razón, la bien habida, la de cuidar cada uno de la vida

Fragmento del poema “Auxilio"