/ sábado 20 de junio de 2020

Fyilosofía en Expresión | El laberinto de la felicidad

Buscarla es un acto natural. Muchos coincidimos en señalarla como el fin último de la existencia, el máximo ideal a alcanzar en esta vida.

Para otros, a causa de sus circunstancias resulta una utopía.

Cantores, poetas, filósofos y artistas de todo género la han plasmado en sus obras de muchísimas maneras.

Pero, ¿qué es la felicidad?

He tenido la oportunidad de participar activamente y como escucha en feroces debates, que tienen como idea definirla.

Al final he podido concluir, por lo visto y oído, que un interesante acercamiento pudiera ser comprender que el término a definir es bastante subjetivo y que tendrá que ver de forma indefectible con la cualificación que de ella realice cada ser humano.

Pero intentemos encontrar un garabato común en el cual pudiéramos coincidir algunos.

Partamos del punto en el que estamos hablando de un concepto del cual nos vamos armando un panorama con el paso de la vida y está ligado directamente con la educación.

Empezamos de cero experimentando la realidad, para empezar de poco en poco tarareando las notas de la melodía de los días y las noches.

Lo aprendemos todo.

Letra por letra, palabra por palabra, símbolo a símbolo, vamos formando esta construcción mental que eventualmente habremos de asegurar es nuestra realidad.

Cada tabique que forma nuestro constructo tiene firma de su fuente, por lo que nada o casi nada es producto bruto o natural de nuestra experiencia, la vida, la existencia, la relación con la verdad, el todo o lo que me rodea tiene nombre y apellido.

Así que de pronto, en medio de todo surge esa condición idealizada del bienestar, que se tipifica y ancla entre las redes de mis pensamientos a los símbolos que en modo y forma satisfacen mi inclinación, mi conocimiento, mis necesidades y lo que en la obra antes mencionada quedó constituido como el deseo.

Así que resulta ser que si las piezas de mi rompecabezas en el momento máximo en que como un pequeño dios yo daba vida a mi creación personal me llevaron a encontrar el placer en aquellas cosas materiales que resolvieron lo que también logré interpretar como necesidad en dicho momento existencial y que además fueron complemento de mi relación espacio tiempo y condición humana, serán éstas las que precisamente conformarán la definición que me acompañará el resto de mis días.

Descubriré la feliz sustancia en toda aquella materialidad que pueda ir sumando a mis días, lo mismo en lo más simple que en lo complejo, será el dato que resolverá mis vacíos, el relleno de mis apetitos. Su expresión dependerá también de mi condición socioeconómica, puede ir desde un par de zapatos usados, hasta una mansión de lujo, premios, tragos, obsequios, viajes, caprichos, pequeños placeres o magnas creaciones.

Todo aquel remiendo fruto de la adquisición con el que iré armando el frankenstein de mi concepto de bienestar y a partir también del cual dependerá la desgracia y el infortunio.

Algunos serán completos sólo con lograr vivir el poder adquisitivo de fin de semana para poder disfrutar de lo comprable solos o en grupos, pero para otros ni siquiera la más grande fortuna será suficiente.

En algún momento intentaré autoengañarme para sentir el placer de las pequeñas cosas y así creerme extasiado en la fragilidad de una rama, una puesta de sol o el canto de los grillos, pero finalmente si mi anclaje está en la satisfacción de mis también creadas necesidades, solo serán momentáneos espacios románticos casi poéticos, que generarán algunas suaves respiraciones pero concluirán de una forma u otra en “tener” o no “tener”.

El otro gran grupo lo conforma el “no deseo”, que prácticamente viene siendo la espalda del anterior, ya que acaba por cimentar su fortaleza conceptual en la negación de lo que hubiera sido su anhelo de contar con ello.

Se asume libre de la necesidad, abrazado a su ausencia debido a que no es posible no necesitar algo que no se necesitó jamás.

Finalmente, es una abstracción del sistema que alinea al resto y de esa forma obtiene la libertad, negándose el placer a partir del placer de lograr negárselo.

La felicidad como palabra cuenta en su etimología con raíces que tienen que ver con la fertilidad, la buena suerte, el logro de la satisfacción y el placer.

Ahora, ¿qué pudiera ser en este tiempo una ruta provechosa del entendimiento de este término de histórico debate?

Propongo canalizar la reflexión hacia la zona más sencilla de la concreción de la experiencia de vida. La búsqueda del estado de inocencia, ausencia de juicio y culpa, el estatus de infantil regocijo a través de la aceptación de la personal experiencia de la respiración.

Utilizar como herramienta el autoconocimiento, con la idea de lograr generarme el placer a partir de ser quien soy en la conciencia plena de que también soy mis apetitos, mi materialidad, mi condición predatoria y mi idealizada conceptualización material.

Admitir que hay una realidad objetiva que es distinta a mi realidad y que yo habito justo dentro de mi mente pero coexisto con el colectivo. De esta manera generarme un proceso de captación a los demás para poder integrarme aplicando a ellos la misma fórmula liberadora de comprensión que apliqué conmigo párrafos antes.

Todo esto para concluir aceptando que el todo, la existencia, esta experiencia de viaje temporal enfundado en esta nave de piel y huesos, no tiene calificación, no depende totalmente de mí, es absolutamente insegura e incierta y sólo es como es.

Tal vez así pudiéramos empezar a construir una nueva felicidad que no tuviera tanto que ver con lo que se tiene y pudiera relacionarse más con lo que se es.

Sin renunciar, reprimir, esclavizar, controlar, ni obligar al ser humano a convertirse en esa masa amorfa de anti-todo o en una máquina insaciable de crear, consumir y llenar huecos forrados de deseos interminables.

Salir del sistema infeliz de la felicidad.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19

Buscarla es un acto natural. Muchos coincidimos en señalarla como el fin último de la existencia, el máximo ideal a alcanzar en esta vida.

Para otros, a causa de sus circunstancias resulta una utopía.

Cantores, poetas, filósofos y artistas de todo género la han plasmado en sus obras de muchísimas maneras.

Pero, ¿qué es la felicidad?

He tenido la oportunidad de participar activamente y como escucha en feroces debates, que tienen como idea definirla.

Al final he podido concluir, por lo visto y oído, que un interesante acercamiento pudiera ser comprender que el término a definir es bastante subjetivo y que tendrá que ver de forma indefectible con la cualificación que de ella realice cada ser humano.

Pero intentemos encontrar un garabato común en el cual pudiéramos coincidir algunos.

Partamos del punto en el que estamos hablando de un concepto del cual nos vamos armando un panorama con el paso de la vida y está ligado directamente con la educación.

Empezamos de cero experimentando la realidad, para empezar de poco en poco tarareando las notas de la melodía de los días y las noches.

Lo aprendemos todo.

Letra por letra, palabra por palabra, símbolo a símbolo, vamos formando esta construcción mental que eventualmente habremos de asegurar es nuestra realidad.

Cada tabique que forma nuestro constructo tiene firma de su fuente, por lo que nada o casi nada es producto bruto o natural de nuestra experiencia, la vida, la existencia, la relación con la verdad, el todo o lo que me rodea tiene nombre y apellido.

Así que de pronto, en medio de todo surge esa condición idealizada del bienestar, que se tipifica y ancla entre las redes de mis pensamientos a los símbolos que en modo y forma satisfacen mi inclinación, mi conocimiento, mis necesidades y lo que en la obra antes mencionada quedó constituido como el deseo.

Así que resulta ser que si las piezas de mi rompecabezas en el momento máximo en que como un pequeño dios yo daba vida a mi creación personal me llevaron a encontrar el placer en aquellas cosas materiales que resolvieron lo que también logré interpretar como necesidad en dicho momento existencial y que además fueron complemento de mi relación espacio tiempo y condición humana, serán éstas las que precisamente conformarán la definición que me acompañará el resto de mis días.

Descubriré la feliz sustancia en toda aquella materialidad que pueda ir sumando a mis días, lo mismo en lo más simple que en lo complejo, será el dato que resolverá mis vacíos, el relleno de mis apetitos. Su expresión dependerá también de mi condición socioeconómica, puede ir desde un par de zapatos usados, hasta una mansión de lujo, premios, tragos, obsequios, viajes, caprichos, pequeños placeres o magnas creaciones.

Todo aquel remiendo fruto de la adquisición con el que iré armando el frankenstein de mi concepto de bienestar y a partir también del cual dependerá la desgracia y el infortunio.

Algunos serán completos sólo con lograr vivir el poder adquisitivo de fin de semana para poder disfrutar de lo comprable solos o en grupos, pero para otros ni siquiera la más grande fortuna será suficiente.

En algún momento intentaré autoengañarme para sentir el placer de las pequeñas cosas y así creerme extasiado en la fragilidad de una rama, una puesta de sol o el canto de los grillos, pero finalmente si mi anclaje está en la satisfacción de mis también creadas necesidades, solo serán momentáneos espacios románticos casi poéticos, que generarán algunas suaves respiraciones pero concluirán de una forma u otra en “tener” o no “tener”.

El otro gran grupo lo conforma el “no deseo”, que prácticamente viene siendo la espalda del anterior, ya que acaba por cimentar su fortaleza conceptual en la negación de lo que hubiera sido su anhelo de contar con ello.

Se asume libre de la necesidad, abrazado a su ausencia debido a que no es posible no necesitar algo que no se necesitó jamás.

Finalmente, es una abstracción del sistema que alinea al resto y de esa forma obtiene la libertad, negándose el placer a partir del placer de lograr negárselo.

La felicidad como palabra cuenta en su etimología con raíces que tienen que ver con la fertilidad, la buena suerte, el logro de la satisfacción y el placer.

Ahora, ¿qué pudiera ser en este tiempo una ruta provechosa del entendimiento de este término de histórico debate?

Propongo canalizar la reflexión hacia la zona más sencilla de la concreción de la experiencia de vida. La búsqueda del estado de inocencia, ausencia de juicio y culpa, el estatus de infantil regocijo a través de la aceptación de la personal experiencia de la respiración.

Utilizar como herramienta el autoconocimiento, con la idea de lograr generarme el placer a partir de ser quien soy en la conciencia plena de que también soy mis apetitos, mi materialidad, mi condición predatoria y mi idealizada conceptualización material.

Admitir que hay una realidad objetiva que es distinta a mi realidad y que yo habito justo dentro de mi mente pero coexisto con el colectivo. De esta manera generarme un proceso de captación a los demás para poder integrarme aplicando a ellos la misma fórmula liberadora de comprensión que apliqué conmigo párrafos antes.

Todo esto para concluir aceptando que el todo, la existencia, esta experiencia de viaje temporal enfundado en esta nave de piel y huesos, no tiene calificación, no depende totalmente de mí, es absolutamente insegura e incierta y sólo es como es.

Tal vez así pudiéramos empezar a construir una nueva felicidad que no tuviera tanto que ver con lo que se tiene y pudiera relacionarse más con lo que se es.

Sin renunciar, reprimir, esclavizar, controlar, ni obligar al ser humano a convertirse en esa masa amorfa de anti-todo o en una máquina insaciable de crear, consumir y llenar huecos forrados de deseos interminables.

Salir del sistema infeliz de la felicidad.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19