/ sábado 13 de junio de 2020

Fyilosofía en Expresión | Ignorancia asesina

Hace un par de días me sentí bastante mal.

Sentí mi salud amenazada, el cuerpo reclamó atención y la mente moría de miedo.

Decía mi padrino Mario que "cuando el alma sufre el cuerpo clama".

Pero, ¿cuánto es necesario hacer para dañar el cuerpo?

Realmente no lo sabemos.

Ahora ¿por qué el miedo aparece hasta que la salud se ve amenazada?

Vivimos en un país que ha sufrido la desinformación desde hace mucho tiempo y no hablo de “fake news” ese fenómeno de más o menos reciente aparición.

Hablo de un pueblo mal informado. Hemos permitido que la educación se vuelva selectiva y no en cuanto a las personas, sino al conocimiento.

Nos hemos preocupado tremendamente de tener a todos o a la mayor parte de los mexicanos en primaria y de ahí acompañarlos hasta un estadio en el que cuenten con las herramientas para vivir dignamente.

Pero aquí unos datos:

De cada 100 alumnos que ingresan en nuestro país a primaria solo 21 terminan la universidad, de acuerdo con el estudio sobre el panorama educativo de 2017 que elabora anualmente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, estudio en el cual también queda claro que solo 17 por ciento del grupo etario entre 25 y 65 años ha recibido educación superior y tristemente esta cantidad es la más baja entre los países que conforman este organismo internacional, donde el promedio es de 37 por ciento.

Otro dato, la Encuesta Nacional de Deserción Escolar en la Educación Media Superior, afirma que el 49.7 por ciento de los estudiantes truncó su vida académica por falta de recursos para comprar útiles, pagar pasajes e inscripciones.

¿Qué podemos deducir a partir de estos números?

Primero, que no hemos logrado un sistema que propicie que la población tenga un nivel educativo profesional y eso aporte mano de obra mejor calificada, más oportunidades para más personas y un nivel más elevado de conversación masiva lo cual probablemente mejoraría la comunicación al interior del colectivo, además de que favorecería la disminución de la discriminación y posiblemente aumentaría los índices de la creatividad, una participación ciudadana asertiva y otros índices, al ser una comunidad de un nivel educativo más alto.

Segundo, que contamos con altos niveles en bullying, suicidios, obesidad, hipertensión, diabetes y tabaquismo y que estas enfermedades que se han convertido en epidemia están causando una gran cantidad de decesos en la población, podemos llegar a una conclusión.

Somos un país mal educado e ignorante.

¿Cómo es posible que tengamos a casi toda la población infantil y hasta la juventud dentro de las aulas y nuestro pueblo este autodestruyéndose?

Definitivamente porque somos parte de un sistema asesino que nos envenena poco a poco. Todos los agentes nocivos que están incluidos en los alimentos chatarra y en general en los procesados incluidos aquí dulces y refrescos embotellados son un negocio, un enorme negocio al cual no son ajenos los gobiernos de este mundo, los cuales reciben enormes beneficios y además favorecen los eslabones de la cadena de consumo.

La educación desafortunadamente forma parte del sistema, tal vez no de forma deliberada, pero si en complicidad con el enorme aparato de la destrucción.

¿Qué hace falta para comprender que es necesario un cambio y que no funciona la educación que estamos ofreciendo a las nuevas generaciones?

Incluido el discurso que responsabiliza a los padres de familia, quienes no debemos olvidar fueron educados de la misma manera que a aquellos a quienes hoy toca educar. Estamos todos permitiendo la masacre.

Considero conveniente recibir el mensaje del virus y aprovechar la sacudida para que en lugar de gastar la fuerza en luchar unos contra otros, en continuar la encarnizada competencia por tener, comprar, poseer y atesorar, generar frentes comunes en los que se ejerza una verdadera presión pacífica pero inteligente que logre liberarnos.

Hacer propuestas a través de los canales adecuados para incluir en el sistema educativo verdadera instrucción sobre alimentación, hábitos saludables, conducta cívica, vida en comunidad, compasión, previsión y respeto por la vida.

Apoyar la legislación que obligue a las grandes empresas a elaborar y comercializar productos saludables, exhibir sus ingredientes y además bajo campañas publicitarias responsables que incluyan una cruzada contra los agentes dañinos.

Seguramente si en verdad se deseara hacer se lograría encontrar el equilibrio entre un negocio rentable y la producción de alimentos y bebidas no nocivos e incluso nutritivos.

Claro que esto tendría un costo de operación, pérdidas multimillonarias y la baja en las utilidades de unos cuantos, pero ¿cuánto vale la vida?

Tal vez atacando estos frentes sería posible lograrlo, provocar por un lado la baja del consumo de productos dañinos, el cambio de hábitos a través del sistema educativo, incrementar la comunidad profesional activa, la presión a través de leyes favorables a la vida que prácticamente obliguen a la industria chatarra a cambiar de giro, todo esto sumado al proceso adecuado de los desechos.

Parece una utopía pensar que podemos detener a todo este aparato gigantesco para evitar que siga acabando con nosotros, pero póngase a pensar que tiene un par de meses que un monstruo microscópico que muere con agua y jabón casi lo logra, ¿por qué no aprovechar la coyuntura, la información, el momento para hacer una revolución de amor por la existencia?

Tal vez no sea posible, pero al menos en el mundo personal pudiéramos vencer.

Cambiemos uno a uno y generemos vida para la colectividad.

Quédate en casa por favor.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19

Hace un par de días me sentí bastante mal.

Sentí mi salud amenazada, el cuerpo reclamó atención y la mente moría de miedo.

Decía mi padrino Mario que "cuando el alma sufre el cuerpo clama".

Pero, ¿cuánto es necesario hacer para dañar el cuerpo?

Realmente no lo sabemos.

Ahora ¿por qué el miedo aparece hasta que la salud se ve amenazada?

Vivimos en un país que ha sufrido la desinformación desde hace mucho tiempo y no hablo de “fake news” ese fenómeno de más o menos reciente aparición.

Hablo de un pueblo mal informado. Hemos permitido que la educación se vuelva selectiva y no en cuanto a las personas, sino al conocimiento.

Nos hemos preocupado tremendamente de tener a todos o a la mayor parte de los mexicanos en primaria y de ahí acompañarlos hasta un estadio en el que cuenten con las herramientas para vivir dignamente.

Pero aquí unos datos:

De cada 100 alumnos que ingresan en nuestro país a primaria solo 21 terminan la universidad, de acuerdo con el estudio sobre el panorama educativo de 2017 que elabora anualmente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, estudio en el cual también queda claro que solo 17 por ciento del grupo etario entre 25 y 65 años ha recibido educación superior y tristemente esta cantidad es la más baja entre los países que conforman este organismo internacional, donde el promedio es de 37 por ciento.

Otro dato, la Encuesta Nacional de Deserción Escolar en la Educación Media Superior, afirma que el 49.7 por ciento de los estudiantes truncó su vida académica por falta de recursos para comprar útiles, pagar pasajes e inscripciones.

¿Qué podemos deducir a partir de estos números?

Primero, que no hemos logrado un sistema que propicie que la población tenga un nivel educativo profesional y eso aporte mano de obra mejor calificada, más oportunidades para más personas y un nivel más elevado de conversación masiva lo cual probablemente mejoraría la comunicación al interior del colectivo, además de que favorecería la disminución de la discriminación y posiblemente aumentaría los índices de la creatividad, una participación ciudadana asertiva y otros índices, al ser una comunidad de un nivel educativo más alto.

Segundo, que contamos con altos niveles en bullying, suicidios, obesidad, hipertensión, diabetes y tabaquismo y que estas enfermedades que se han convertido en epidemia están causando una gran cantidad de decesos en la población, podemos llegar a una conclusión.

Somos un país mal educado e ignorante.

¿Cómo es posible que tengamos a casi toda la población infantil y hasta la juventud dentro de las aulas y nuestro pueblo este autodestruyéndose?

Definitivamente porque somos parte de un sistema asesino que nos envenena poco a poco. Todos los agentes nocivos que están incluidos en los alimentos chatarra y en general en los procesados incluidos aquí dulces y refrescos embotellados son un negocio, un enorme negocio al cual no son ajenos los gobiernos de este mundo, los cuales reciben enormes beneficios y además favorecen los eslabones de la cadena de consumo.

La educación desafortunadamente forma parte del sistema, tal vez no de forma deliberada, pero si en complicidad con el enorme aparato de la destrucción.

¿Qué hace falta para comprender que es necesario un cambio y que no funciona la educación que estamos ofreciendo a las nuevas generaciones?

Incluido el discurso que responsabiliza a los padres de familia, quienes no debemos olvidar fueron educados de la misma manera que a aquellos a quienes hoy toca educar. Estamos todos permitiendo la masacre.

Considero conveniente recibir el mensaje del virus y aprovechar la sacudida para que en lugar de gastar la fuerza en luchar unos contra otros, en continuar la encarnizada competencia por tener, comprar, poseer y atesorar, generar frentes comunes en los que se ejerza una verdadera presión pacífica pero inteligente que logre liberarnos.

Hacer propuestas a través de los canales adecuados para incluir en el sistema educativo verdadera instrucción sobre alimentación, hábitos saludables, conducta cívica, vida en comunidad, compasión, previsión y respeto por la vida.

Apoyar la legislación que obligue a las grandes empresas a elaborar y comercializar productos saludables, exhibir sus ingredientes y además bajo campañas publicitarias responsables que incluyan una cruzada contra los agentes dañinos.

Seguramente si en verdad se deseara hacer se lograría encontrar el equilibrio entre un negocio rentable y la producción de alimentos y bebidas no nocivos e incluso nutritivos.

Claro que esto tendría un costo de operación, pérdidas multimillonarias y la baja en las utilidades de unos cuantos, pero ¿cuánto vale la vida?

Tal vez atacando estos frentes sería posible lograrlo, provocar por un lado la baja del consumo de productos dañinos, el cambio de hábitos a través del sistema educativo, incrementar la comunidad profesional activa, la presión a través de leyes favorables a la vida que prácticamente obliguen a la industria chatarra a cambiar de giro, todo esto sumado al proceso adecuado de los desechos.

Parece una utopía pensar que podemos detener a todo este aparato gigantesco para evitar que siga acabando con nosotros, pero póngase a pensar que tiene un par de meses que un monstruo microscópico que muere con agua y jabón casi lo logra, ¿por qué no aprovechar la coyuntura, la información, el momento para hacer una revolución de amor por la existencia?

Tal vez no sea posible, pero al menos en el mundo personal pudiéramos vencer.

Cambiemos uno a uno y generemos vida para la colectividad.

Quédate en casa por favor.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19