/ sábado 16 de mayo de 2020

Fyilosofía en Expresión | La educación es la vacuna

La pandemia ha traído novedades, cambios, advertencias, también ha exhibido algunas cuestiones que como género humano tal vez desconocíamos.

No recuerdo antes observar a la gente teniendo temor al ver a otra gente, el miedo en el aire, tal vez solo comparado a algunos fenómenos sociales, pero al menos yo no lo había visto a través del riesgo a perder la salud.

El confinamiento, la desesperación de algunos, la ira de otros, incluso algunas expresiones de indiferencia por parte de aquellos que ante el encierro lo están pasando bien, tranquilos con sus recursos económicos, en una especie de vacaciones glamorosas, con algo de miedo, poco de angustia y con cubrebocas de diseñador.

Pero resulta que entre esas novedades han surgido de la penumbra esos valientes oficios que se han vuelto no solamente indispensables, sino alcanzado un nivel de heroísmo, pero no es que antes no haya sido así, más bien es que hoy su trabajo está bajo el foco de la sociedad mundial.

Hoy ser médic@, enfermer@, camiller@, laboratorista, afanador, vigilante, chofer de ambulancia y todos aquellos oficios que tienen que ver con la salud humana son trabajos peligrosos en los que diariamente se arriesga la vida, para ellos, y a colación por el pasado Día de la Enfermería, mi reconocimiento.

Pero hoy quiero hablarles sobre otro oficio que definitivamente se encuentra también bajo el foco pandémico y me refiero evidentemente al magisterio.

Nunca como hoy nos ha pesado tanto la educación.

Y no crea usted que me refiero solamente al problema de que nuestros estudiantes no puedan hoy asistir a sus aulas, eso definitivamente me parece digno de resaltar y además de reconocer debido a que ha sido necesario echar mano de la tecnología y la creatividad para resolver los periodos escolares de este año, me refiero a algo más grave.

El día de hoy la humanidad y nuestro país enfrentan a un adversario enorme el cual además de ser mortal, es prácticamente invisible. Se mueve sigilosamente entre nuestras palabras, el roce de nuestras manos y nuestras muestras de afecto.

La ciencia patalea por encontrar una vacuna, los servicios médicos se esmeran para lograr salvar la vida de los que caen en estado grave, los gobiernos buscan afanosamente alternativas para contenerlo, prevenirlo, para reactivar la tan maltrecha economía.

Pero resulta que el más grande de los remedios preventivos y de contención depende de algo que nosotros, al menos los mexicanos, no sabemos hacer... ¡seguir instrucciones!

Sí, somos un pueblo que adolece de estos vicios, no nos gusta leer instructivos, ni contratos, ni las letras pequeñas, ni grandes, es más, ni leer.

Batallamos para obedecer las reglas, las señales de tránsito, los días de ley seca, las políticas, las dietas, las recetas médicas y en general cualquier mecanismo de orden restrictivo.

Somos impulsivos, calientes, bullangueros, irreverentes, temerarios, manipuladores y manipulables, malos administradores y enemigos de la previsión.

Por lo tanto nos es más fácil creer en un milagro que en un mecanismo preventivo, que por cierto para mí esta dupla puede funcionar, la fe fundamentada en el ejercicio de la razón.

Pero, ¿qué tiene que ver con el magisterio?

Pues que es precisamente sobre ellos que recae esta responsabilidad: educar a un pueblo ingobernable.

Hoy los mejores educados tienen mayor probabilidad de sobrevivir al virus, y no confundamos, no me refiero a los que ostenten los más altos grados académicos, ni a los que hayan tenido el privilegio de estudiar en las mejores instituciones académicas, me refiero a los que tienen cimientos potentes en lo que al respeto a la vida se refiere, valores, amor al prójimo, compasión, solidaridad y empatía.

Esos que fueron atendidos en sus diferentes escaños por hombres y mujeres comprometidos con su vocación quienes se encargaron, a pesar de buenas y malas condiciones laborales, de malos gobiernos, de patrones abusivos, padres de familia tóxicos y otras calamidades, de transmitirles a como diera lugar las bases fundamentales para crear ciudadanos de primera, personas conscientes en lo individual y de su lugar en el colectivo, seres humanos que hoy en día siguen dignificando a la patria.

Cómo no recordarlos, esos que cimbraron nuestra vida, que se quedaron para siempre en el recuerdo, que aún arrancan una lagrima cuando te enteras que se han ido y que de pronto descubres en tus gestos o tus palabras a través de su bendita influencia.

La educación puede salvar a mi país y al mundo entero y no sólo de la pandemia, sino del desastre social, económico y político, por eso hoy me levanto a darles las gracias y hacerles saber que me queda claro que no son ustedes los creadores del sistema, ni tampoco los responsables de sus carencias, son más bien los obreros de la luz del conocimiento y merecen toda la gratitud, todo el amor y todo el respeto.

Gracias Maestros queridos.

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19

La pandemia ha traído novedades, cambios, advertencias, también ha exhibido algunas cuestiones que como género humano tal vez desconocíamos.

No recuerdo antes observar a la gente teniendo temor al ver a otra gente, el miedo en el aire, tal vez solo comparado a algunos fenómenos sociales, pero al menos yo no lo había visto a través del riesgo a perder la salud.

El confinamiento, la desesperación de algunos, la ira de otros, incluso algunas expresiones de indiferencia por parte de aquellos que ante el encierro lo están pasando bien, tranquilos con sus recursos económicos, en una especie de vacaciones glamorosas, con algo de miedo, poco de angustia y con cubrebocas de diseñador.

Pero resulta que entre esas novedades han surgido de la penumbra esos valientes oficios que se han vuelto no solamente indispensables, sino alcanzado un nivel de heroísmo, pero no es que antes no haya sido así, más bien es que hoy su trabajo está bajo el foco de la sociedad mundial.

Hoy ser médic@, enfermer@, camiller@, laboratorista, afanador, vigilante, chofer de ambulancia y todos aquellos oficios que tienen que ver con la salud humana son trabajos peligrosos en los que diariamente se arriesga la vida, para ellos, y a colación por el pasado Día de la Enfermería, mi reconocimiento.

Pero hoy quiero hablarles sobre otro oficio que definitivamente se encuentra también bajo el foco pandémico y me refiero evidentemente al magisterio.

Nunca como hoy nos ha pesado tanto la educación.

Y no crea usted que me refiero solamente al problema de que nuestros estudiantes no puedan hoy asistir a sus aulas, eso definitivamente me parece digno de resaltar y además de reconocer debido a que ha sido necesario echar mano de la tecnología y la creatividad para resolver los periodos escolares de este año, me refiero a algo más grave.

El día de hoy la humanidad y nuestro país enfrentan a un adversario enorme el cual además de ser mortal, es prácticamente invisible. Se mueve sigilosamente entre nuestras palabras, el roce de nuestras manos y nuestras muestras de afecto.

La ciencia patalea por encontrar una vacuna, los servicios médicos se esmeran para lograr salvar la vida de los que caen en estado grave, los gobiernos buscan afanosamente alternativas para contenerlo, prevenirlo, para reactivar la tan maltrecha economía.

Pero resulta que el más grande de los remedios preventivos y de contención depende de algo que nosotros, al menos los mexicanos, no sabemos hacer... ¡seguir instrucciones!

Sí, somos un pueblo que adolece de estos vicios, no nos gusta leer instructivos, ni contratos, ni las letras pequeñas, ni grandes, es más, ni leer.

Batallamos para obedecer las reglas, las señales de tránsito, los días de ley seca, las políticas, las dietas, las recetas médicas y en general cualquier mecanismo de orden restrictivo.

Somos impulsivos, calientes, bullangueros, irreverentes, temerarios, manipuladores y manipulables, malos administradores y enemigos de la previsión.

Por lo tanto nos es más fácil creer en un milagro que en un mecanismo preventivo, que por cierto para mí esta dupla puede funcionar, la fe fundamentada en el ejercicio de la razón.

Pero, ¿qué tiene que ver con el magisterio?

Pues que es precisamente sobre ellos que recae esta responsabilidad: educar a un pueblo ingobernable.

Hoy los mejores educados tienen mayor probabilidad de sobrevivir al virus, y no confundamos, no me refiero a los que ostenten los más altos grados académicos, ni a los que hayan tenido el privilegio de estudiar en las mejores instituciones académicas, me refiero a los que tienen cimientos potentes en lo que al respeto a la vida se refiere, valores, amor al prójimo, compasión, solidaridad y empatía.

Esos que fueron atendidos en sus diferentes escaños por hombres y mujeres comprometidos con su vocación quienes se encargaron, a pesar de buenas y malas condiciones laborales, de malos gobiernos, de patrones abusivos, padres de familia tóxicos y otras calamidades, de transmitirles a como diera lugar las bases fundamentales para crear ciudadanos de primera, personas conscientes en lo individual y de su lugar en el colectivo, seres humanos que hoy en día siguen dignificando a la patria.

Cómo no recordarlos, esos que cimbraron nuestra vida, que se quedaron para siempre en el recuerdo, que aún arrancan una lagrima cuando te enteras que se han ido y que de pronto descubres en tus gestos o tus palabras a través de su bendita influencia.

La educación puede salvar a mi país y al mundo entero y no sólo de la pandemia, sino del desastre social, económico y político, por eso hoy me levanto a darles las gracias y hacerles saber que me queda claro que no son ustedes los creadores del sistema, ni tampoco los responsables de sus carencias, son más bien los obreros de la luz del conocimiento y merecen toda la gratitud, todo el amor y todo el respeto.

Gracias Maestros queridos.

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19