/ sábado 1 de agosto de 2020

Fyilosofía En Expresión | La salud es un mal negocio

Hace algunos días, en conferencia de prensa, el subsecretario Hugo López-Gatell comentó que 7 % de la mortandad general en México pudiera estar relacionado con el consumo de bebidas azucaradas.

Esto desató algunas reacciones de asociaciones de industriales aludidos, que en contra del galeno se dolían airados por la supuesta “satanización” de sus nobilísimos productos.

Yo me pregunto: ¿Existirá todavía alguien que pueda considerar que no sólo las bebidas azucaradas, sino en general los alimentos “chatarra” son inofensivos?

Tal vez sí, si juzgamos los resultados que en obesidad, hipertensión, diabetes y tabaquismo tenemos como país, enfermedades que sin duda sabemos que tienen que ver directamente con el estilo de vida y los hábitos alimenticios.

Ahora, no vayamos lejos, hemos podido ver cómo grandes empresas han aumentado la cantidad de sus establecimientos de comida rápida, franquicias y de conveniencia, en las cuales podemos ver que es casi imposible encontrar en su oferta artículos inofensivos y mucho menos saludables.

Pero aquí, fuera de los usuarios, nadie es inocente.

¿Quién autorizó a estos establecimientos vender estos artículos por décadas de forma indiscriminada, sin jamás tener que rendir cuentas con respecto a sus ingredientes y las cualidades de los mismos?

Posiblemente al principio de la historia pudiera existir desconocimiento, pero con el tiempo esto ha ido de forma paulatina saliendo a la luz, al nivel de que hoy sabemos el enorme daño que causan dichos ingredientes y sus concentraciones, además de que se encuentran en casi todos los productos alimenticios industrializados que se venden en el mercado mexicano.

Así que ¿cuál es la disculpa para que en la actualidad esta industria no sea llamada a cuentas, sancionada, limitada, contenida e incluso clausurada si es posible comprobar el daño que han causado al país por tantos años colocando a una gran parte del mismo en riesgo de muerte?

Tal vez los que aprueban este negocio, y más los que a través de ellos obtienen beneficios, pueden opinar que será difícil probarlo, además de que los usuarios han sido libres de comprar o no su oferta nociva.

Aquí aparecen entonces las siguientes interrogantes: ¿Quién ha permitido que estas empresas sigan proliferando colocando cada vez más cerca del usuario sus productos, además de que sean tan accesibles en precios y formatos?

¿Quién ha dejado en libertad de ejercicio a todas las formas publicitarias que de manera brutal atacan literalmente la mente del posible cliente desde que es pequeño, con sus coloridas, programadas y profesionalmente diseñadas campañas que manipulan la voluntad de quien las percibe sin ofrecer al mismo tiempo la información sobre los riesgos que genera el uso de los mismos?

Millonarios ingresos a las arcas de los gobiernos a través de impuestos y otros beneficios que generan laxas e inconscientes políticas públicas que prácticamente han dejado a los propietarios de estas empresas inundar el mercado y convertirse en una opción para la parte más grande y menos informada de nuestro pueblo.

Ahora, ¿por qué por ejemplo es raro que sepamos que alguien murió por decidir tomar cloro para acompañar sus alimentos? Pues es evidente que es porque es un dato público que es un veneno al ingerirlo, también porque cuenta con advertencias en sus etiquetas, aunque, si somos claros, también habría que explicar que usado de ciertas formas puede causar importantes daños en la piel, los ojos y en las vías respiratorias, pero eso lo hablaremos en alguna otra entrega, pero además porque los padres enseñan esto desde temprana edad a sus hijos.

Pero, ¿por qué no enseñamos, ni fuimos enseñados sobre que los refrescos y bebidas azucaradas, además de que los productos alimenticios industrializados también son un veneno que mata a un poco más largo plazo y que no debemos ingerirlos? ¿Por qué estos productos están a nuestro alcance desde que somos niños en la mayor parte de las escuelas y somos entrenados para comerlos en los recesos y a la salida?

¿Por qué incluso estos productos están a la venta en los hospitales e instituciones de salud, en las farmacias y en general en muchos sitios dedicados al bienestar físico, espiritual y emocional?

¿Por qué la enorme industria de la medicina, que envía en brigadas a sus representantes a acercar su información a los médicos, además de hacer con ellos jugosos convenios y negocios de colaboración, amén de multimillonarias campañas para promover su fortaleza científica y estudios para seguir descubriendo fórmulas que devuelvan la salud a los enfermos, no promueven en aras de esa misma salud el no consumir lo que daña el cuerpo humano?

Pues pudiera ser porque posiblemente nos encontramos delante de un enorme y criminal negocio, en el cual quien menos importa es el pueblo, el usuario de la comida "chatarra" y demás productos nocivos, esta fórmula de maldad integrada por una industria insensible e indolente capaz de vender veneno a niños y adultos inocentes, el sistema educativo deficiente y poco preocupado por la salud, la criminal industria de la medicina que se dedica a la enfermedad y no a la sanidad y, por supuesto, el socio mayoritario, el infame sistema político mexicano que siempre hambriento de ganancias y poder ignora los daños y defiende al asesino.

Parece ser que en mi país la salud y la vida no son un buen negocio.

  • hey@gryita.com
  • Fb: Gryita.com

REGENERACIÓN 19

Hace algunos días, en conferencia de prensa, el subsecretario Hugo López-Gatell comentó que 7 % de la mortandad general en México pudiera estar relacionado con el consumo de bebidas azucaradas.

Esto desató algunas reacciones de asociaciones de industriales aludidos, que en contra del galeno se dolían airados por la supuesta “satanización” de sus nobilísimos productos.

Yo me pregunto: ¿Existirá todavía alguien que pueda considerar que no sólo las bebidas azucaradas, sino en general los alimentos “chatarra” son inofensivos?

Tal vez sí, si juzgamos los resultados que en obesidad, hipertensión, diabetes y tabaquismo tenemos como país, enfermedades que sin duda sabemos que tienen que ver directamente con el estilo de vida y los hábitos alimenticios.

Ahora, no vayamos lejos, hemos podido ver cómo grandes empresas han aumentado la cantidad de sus establecimientos de comida rápida, franquicias y de conveniencia, en las cuales podemos ver que es casi imposible encontrar en su oferta artículos inofensivos y mucho menos saludables.

Pero aquí, fuera de los usuarios, nadie es inocente.

¿Quién autorizó a estos establecimientos vender estos artículos por décadas de forma indiscriminada, sin jamás tener que rendir cuentas con respecto a sus ingredientes y las cualidades de los mismos?

Posiblemente al principio de la historia pudiera existir desconocimiento, pero con el tiempo esto ha ido de forma paulatina saliendo a la luz, al nivel de que hoy sabemos el enorme daño que causan dichos ingredientes y sus concentraciones, además de que se encuentran en casi todos los productos alimenticios industrializados que se venden en el mercado mexicano.

Así que ¿cuál es la disculpa para que en la actualidad esta industria no sea llamada a cuentas, sancionada, limitada, contenida e incluso clausurada si es posible comprobar el daño que han causado al país por tantos años colocando a una gran parte del mismo en riesgo de muerte?

Tal vez los que aprueban este negocio, y más los que a través de ellos obtienen beneficios, pueden opinar que será difícil probarlo, además de que los usuarios han sido libres de comprar o no su oferta nociva.

Aquí aparecen entonces las siguientes interrogantes: ¿Quién ha permitido que estas empresas sigan proliferando colocando cada vez más cerca del usuario sus productos, además de que sean tan accesibles en precios y formatos?

¿Quién ha dejado en libertad de ejercicio a todas las formas publicitarias que de manera brutal atacan literalmente la mente del posible cliente desde que es pequeño, con sus coloridas, programadas y profesionalmente diseñadas campañas que manipulan la voluntad de quien las percibe sin ofrecer al mismo tiempo la información sobre los riesgos que genera el uso de los mismos?

Millonarios ingresos a las arcas de los gobiernos a través de impuestos y otros beneficios que generan laxas e inconscientes políticas públicas que prácticamente han dejado a los propietarios de estas empresas inundar el mercado y convertirse en una opción para la parte más grande y menos informada de nuestro pueblo.

Ahora, ¿por qué por ejemplo es raro que sepamos que alguien murió por decidir tomar cloro para acompañar sus alimentos? Pues es evidente que es porque es un dato público que es un veneno al ingerirlo, también porque cuenta con advertencias en sus etiquetas, aunque, si somos claros, también habría que explicar que usado de ciertas formas puede causar importantes daños en la piel, los ojos y en las vías respiratorias, pero eso lo hablaremos en alguna otra entrega, pero además porque los padres enseñan esto desde temprana edad a sus hijos.

Pero, ¿por qué no enseñamos, ni fuimos enseñados sobre que los refrescos y bebidas azucaradas, además de que los productos alimenticios industrializados también son un veneno que mata a un poco más largo plazo y que no debemos ingerirlos? ¿Por qué estos productos están a nuestro alcance desde que somos niños en la mayor parte de las escuelas y somos entrenados para comerlos en los recesos y a la salida?

¿Por qué incluso estos productos están a la venta en los hospitales e instituciones de salud, en las farmacias y en general en muchos sitios dedicados al bienestar físico, espiritual y emocional?

¿Por qué la enorme industria de la medicina, que envía en brigadas a sus representantes a acercar su información a los médicos, además de hacer con ellos jugosos convenios y negocios de colaboración, amén de multimillonarias campañas para promover su fortaleza científica y estudios para seguir descubriendo fórmulas que devuelvan la salud a los enfermos, no promueven en aras de esa misma salud el no consumir lo que daña el cuerpo humano?

Pues pudiera ser porque posiblemente nos encontramos delante de un enorme y criminal negocio, en el cual quien menos importa es el pueblo, el usuario de la comida "chatarra" y demás productos nocivos, esta fórmula de maldad integrada por una industria insensible e indolente capaz de vender veneno a niños y adultos inocentes, el sistema educativo deficiente y poco preocupado por la salud, la criminal industria de la medicina que se dedica a la enfermedad y no a la sanidad y, por supuesto, el socio mayoritario, el infame sistema político mexicano que siempre hambriento de ganancias y poder ignora los daños y defiende al asesino.

Parece ser que en mi país la salud y la vida no son un buen negocio.

  • hey@gryita.com
  • Fb: Gryita.com

REGENERACIÓN 19