/ sábado 22 de febrero de 2020

Fyilosofía en Expresión | Mientes también

Van desde piadosas hasta dolosas. Tocan casi todos los terrenos de la vida, la salud, la vida íntima, los sentimientos, el trabajo, las finanzas, el cuerpo...

En fin, las mentiras están en todas partes, todos damos y recibimos alguna de vez en cuando y, en algunos casos, hasta nos mentimos solos.

Hace algún tiempo leí un interesante artículo que hablaba sobre este tema y explicaba, según las investigaciones de un científico, que todos mentimos, que la mentira es una parte inherente al ser humano y que inclusive el desarrollo y la evolución tienen mucho que ver con esta habilidad.

Que si todos fuéramos absolutamente honestos con todos en todo, la vida sería terriblemente dolorosa y difícil de sobrellevar, que el engaño y el autoengaño son fenómenos que nos permiten hacer la vida más grata y llevadera.

Que es prácticamente imposible, según las investigaciones de este hombre, que en algunos pocos minutos de conversación no vaya incluida al menos una mentirijilla, que todos alguna vez hemos mentido a nuestras parejas actuales o pasadas y que no hacerlo es casi imposible.

Que la vida social, el desarrollo en comunidad exigen, para sostener un equilibrio medianamente sano, que algunas verdades se digan a medias, otras con doble sentido, algunas con omisiones y evasivas ya que las verdades absolutas duelen y arden.

Todo esto sin tomar en cuenta a los grandes de la mentira, porque el tema de algunos políticos, líderes espirituales, gurús, maestros alternativos y alguno que otro espécimen de pinocheriles estructuras es un tema que definitivamente debe tratarse aparte.

Seres que, valiéndose de falacias, interpretaciones sin fundamento, inexactitudes, contextos alterados, ausencia de datos e incluso información tergiversada buscan manipular no sólo a personas, sino a pueblos enteros, con tal de favorecer oscuros fines personales o de grupos.

También aquellos que a través de este singular mecanismo humano generan enormes utilidades a cambio de falsas mercancías que van desde productos inservibles que tienden a desbaratarse en unas cuantas veces de uso, otros que ni siquiera cumplen con la función para la cual fueron adquiridos, hasta los vendedores de sueños, éxito, salud, paz, equilibrio, carácter, ventas y algunas otras finas hierbas.

Astutos mercaderes que valiéndose de las formas y artilugios logran cumplir sus objetivos, a través de las hoy poderosas redes sociales que, si bien consiguen llegar una gran parte de la población de la esfera, permiten también que cualquiera diga y muestre lo que quiera, abriendo así un abanico inmenso de las citadas expresiones de la ambigüedad.

Incluso algunos tienen el cinismo de volverse enemigos de la mentira y se convierten en “perseguidores de cualquier nacimiento”, citando al Maestro Silvio Rodríguez Domínguez, esgrimiendo sus propias falsedades para arremeter contra lo que se mueva buscando cimentar la supremacía y unicidad de su postura.

Van desde las cosas más sencillas, hasta los más complejos enunciados, verdaderos laberintos mentales difíciles de comprender, historias escritas en nuestros intrincados procesos cerebrales que algunas veces no podemos creer ni nosotros mismos.

Las hay tremendamente creativas, novedosas, vanguardistas. Otras técnicas, científicas, increíbles coartadas propias de verdaderos estrategas, obras del arte dramático, leyendas urbanas y odas a la más pura metafísica y mitología contemporánea.

Por último los clásicos y esas que probablemente jamás pasarán de moda.

¿Dónde estás?, te estoy esperando en donde quedamos de vernos; voy para allá, no tardo nada; voy saliendo, estoy a la vuelta; voy llegando, sabes, es que hay mucho tráfico; mañana te lo pago; es que me salió un contratiempo.

Se me olvidó, ya lo traía en la mano; no está el señor, llámele más tarde o déjeme su teléfono y él le devuelve la llamada; está en una junta y me dice que no puede atenderlo, que si le llama mañana.

Discúlpame, no voy a poder llegar a la reunión, me acaban de hablar que tengo que ir a otro lado; no voy a poder llegar a cenar mi amor, tengo junta otra vez; se me olvidó en la casa profe, mañana se lo traigo.

No, ella no era mi novia, fuimos muy amigos; ¿Qué? ¿Cómo crees? Sí estábamos en la escuela en el mismo salón, pero me caía bien gordo; nunca he amado a nadie como a ti; ¡Eres lo máximo!; no, no me gusta ese actor, está bien feo.

No sé, no me dijo; yo no dije nada, se ha de haber enterado por otro lado; nombre, se te ve súper bien; ¿Cómo estás? Bien gracias ¿y tú?; no, no me despertaste, ya andaba levantado; nomás me acabo de vestir y salgo para allá.

Tal parece que si de verdad nos interesa la verdad, que si tenemos el interés de abrazar la honestidad, que si deseamos avanzar como especie y llegar al punto que con la debida prudencia pudiéramos conducirnos con verdad, lo primero que habría que aceptar es que mentimos.

CONTACTO:

Van desde piadosas hasta dolosas. Tocan casi todos los terrenos de la vida, la salud, la vida íntima, los sentimientos, el trabajo, las finanzas, el cuerpo...

En fin, las mentiras están en todas partes, todos damos y recibimos alguna de vez en cuando y, en algunos casos, hasta nos mentimos solos.

Hace algún tiempo leí un interesante artículo que hablaba sobre este tema y explicaba, según las investigaciones de un científico, que todos mentimos, que la mentira es una parte inherente al ser humano y que inclusive el desarrollo y la evolución tienen mucho que ver con esta habilidad.

Que si todos fuéramos absolutamente honestos con todos en todo, la vida sería terriblemente dolorosa y difícil de sobrellevar, que el engaño y el autoengaño son fenómenos que nos permiten hacer la vida más grata y llevadera.

Que es prácticamente imposible, según las investigaciones de este hombre, que en algunos pocos minutos de conversación no vaya incluida al menos una mentirijilla, que todos alguna vez hemos mentido a nuestras parejas actuales o pasadas y que no hacerlo es casi imposible.

Que la vida social, el desarrollo en comunidad exigen, para sostener un equilibrio medianamente sano, que algunas verdades se digan a medias, otras con doble sentido, algunas con omisiones y evasivas ya que las verdades absolutas duelen y arden.

Todo esto sin tomar en cuenta a los grandes de la mentira, porque el tema de algunos políticos, líderes espirituales, gurús, maestros alternativos y alguno que otro espécimen de pinocheriles estructuras es un tema que definitivamente debe tratarse aparte.

Seres que, valiéndose de falacias, interpretaciones sin fundamento, inexactitudes, contextos alterados, ausencia de datos e incluso información tergiversada buscan manipular no sólo a personas, sino a pueblos enteros, con tal de favorecer oscuros fines personales o de grupos.

También aquellos que a través de este singular mecanismo humano generan enormes utilidades a cambio de falsas mercancías que van desde productos inservibles que tienden a desbaratarse en unas cuantas veces de uso, otros que ni siquiera cumplen con la función para la cual fueron adquiridos, hasta los vendedores de sueños, éxito, salud, paz, equilibrio, carácter, ventas y algunas otras finas hierbas.

Astutos mercaderes que valiéndose de las formas y artilugios logran cumplir sus objetivos, a través de las hoy poderosas redes sociales que, si bien consiguen llegar una gran parte de la población de la esfera, permiten también que cualquiera diga y muestre lo que quiera, abriendo así un abanico inmenso de las citadas expresiones de la ambigüedad.

Incluso algunos tienen el cinismo de volverse enemigos de la mentira y se convierten en “perseguidores de cualquier nacimiento”, citando al Maestro Silvio Rodríguez Domínguez, esgrimiendo sus propias falsedades para arremeter contra lo que se mueva buscando cimentar la supremacía y unicidad de su postura.

Van desde las cosas más sencillas, hasta los más complejos enunciados, verdaderos laberintos mentales difíciles de comprender, historias escritas en nuestros intrincados procesos cerebrales que algunas veces no podemos creer ni nosotros mismos.

Las hay tremendamente creativas, novedosas, vanguardistas. Otras técnicas, científicas, increíbles coartadas propias de verdaderos estrategas, obras del arte dramático, leyendas urbanas y odas a la más pura metafísica y mitología contemporánea.

Por último los clásicos y esas que probablemente jamás pasarán de moda.

¿Dónde estás?, te estoy esperando en donde quedamos de vernos; voy para allá, no tardo nada; voy saliendo, estoy a la vuelta; voy llegando, sabes, es que hay mucho tráfico; mañana te lo pago; es que me salió un contratiempo.

Se me olvidó, ya lo traía en la mano; no está el señor, llámele más tarde o déjeme su teléfono y él le devuelve la llamada; está en una junta y me dice que no puede atenderlo, que si le llama mañana.

Discúlpame, no voy a poder llegar a la reunión, me acaban de hablar que tengo que ir a otro lado; no voy a poder llegar a cenar mi amor, tengo junta otra vez; se me olvidó en la casa profe, mañana se lo traigo.

No, ella no era mi novia, fuimos muy amigos; ¿Qué? ¿Cómo crees? Sí estábamos en la escuela en el mismo salón, pero me caía bien gordo; nunca he amado a nadie como a ti; ¡Eres lo máximo!; no, no me gusta ese actor, está bien feo.

No sé, no me dijo; yo no dije nada, se ha de haber enterado por otro lado; nombre, se te ve súper bien; ¿Cómo estás? Bien gracias ¿y tú?; no, no me despertaste, ya andaba levantado; nomás me acabo de vestir y salgo para allá.

Tal parece que si de verdad nos interesa la verdad, que si tenemos el interés de abrazar la honestidad, que si deseamos avanzar como especie y llegar al punto que con la debida prudencia pudiéramos conducirnos con verdad, lo primero que habría que aceptar es que mentimos.

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