/ sábado 6 de junio de 2020

Fyilosofía en Expresión | Penúltimo round

No es la primera vez que vivimos una catástrofe. Más de una vez el mundo se ha visto sacudido por algún desastre que genera consecuencias de orden social, económico y político.

Terremotos, guerras, epidemias, inundaciones, bloqueos económicos, desplomes financieros, tsunamis y desgracias de toda índole.

Hoy la crisis empieza por el área de la salud, maltratando de forma importante la paz y la tranquilidad, además de golpear fuertemente la economía y la política del planeta.

Nos vemos amenazados por un fenómeno que tarda en desaparecer del radar, que genera pérdidas importantes pero que además del riesgo de los daños físicos, genera inestabilidad emocional.

Pero no es la primera vez, nuestro país por ejemplo ha tenido que levantarse varias veces de fuertes crisis económicas, incluso el efecto de vivir bajo climas de incomodidad y desagrado por décadas.

Así que históricamente hablando definitivamente podemos lograrlo.

Pero algo que no debemos ignorar es que somos causantes de una buena parte del problema. ¿A qué me refiero?

De pronto hay personas o movimientos que se visten de gloria por crear un remedio para una enfermedad creada por ellos mismos.

Un ejemplo han sido nuestros gobiernos y en general los sistemas políticos, los grandes creadores de grandes problemas y grandes soluciones.

Esto sumado al sistema de consumo y la industrialización que apoya la creación de un sinnúmero de productos nocivos y en general un sistema socioeconómico que tiene como fin último la comercialización de la existencia, termina por causar graves enfermedades físicas y emocionales a las que después propone estrategias, mecanismos y sustancias curativas que por supuesto también comercializa.

Partiendo de este punto, del que no debemos olvidar de dónde viene la desgracia analicemos lo siguiente.

El combo que plantea el coronavirus viene acompañado y forma el “cóctel de la muerte” asociado con enfermedades como obesidad, hipertensión, diabetes y tabaquismo, que tienen que ver en su mayoría con el estilo de vida que hemos permitido nos implante el sistema de consumo antes mencionado.

Unido de igual forma a los problemas económicos y sociales que tampoco son de reciente gestación, como la deficiencia de los servicios de salud, la pobreza, el racismo, la desigualdad social, la discriminación y la violencia en sus muchas facetas.

Todo esto sumado por último a un sistema educativo que sigue sin encontrar la manera de proveer sus recursos sin despersonalizar al individuo además de que se incremente la posibilidad de que la mayor parte de los usuarios se gradúen, lo cual plantea un reto mayúsculo al requerir una ecuación con elementos actualmente tan ajenos como la economía, la política, la salud mental, el desarrollo humano y la vida en comunidad.

Así podemos inferir que no estamos resolviendo el problema de fondo, solamente estamos pensando en reiniciar el sistema económico y no contagiarnos del virus.

Por ello veo necesario hagamos algunas consideraciones.

Cambios añejos se han vuelto indispensables, cuidar la alimentación, los hábitos saludables, emprender una cruzada al menos al interior de la familia en contra de la comida chatarra, la pérdida de valores y la desinformación.

El fomento del amor al prójimo, la compasión, la misericordia y la vida en comunidad.

La promoción de la idea de compartir en vez de la de competir y la de crear nuevos contenidos que propicien una vida que reenfoque sus esfuerzos en la restauración del espacio colectivo y la búsqueda de una vida más amable.

Es necesario reactivar la economía, pero desde una salida del confinamiento prudente, no a través de un llamado valeroso y efusivo a una temeridad que termine por arrasar con otra parte de la población.

No es congruente el haber logrado frenar la pandemia a través del confinamiento para luego pretender reactivarla de forma imprudente y casi voluntaria, con una salida neurótica y en estampida azuzados por el romanticismo de las voces que llaman al heroísmo de una rebeldía desinformada.

Tampoco aceptar que se nos coloque como la carne del emparedado que prensan la pugna entre el gobierno federal y las diferentes fuerzas políticas y que al final será sólo la ganancia de los pescadores del “río revuelto” y ellos quienes disfrutarán del bocado.

Requerimos hacer uso de la intuición y la inteligencia, de la fortaleza de pueblo valiente pero desconfiado, ejercer la unión que tantas veces nos ha salvado y lograr a través de la solidaridad a fin de cuentas sacarnos adelante.

Salgamos sí, pero atentos a los riesgos, ejercitando puntualmente las normas sanitarias, cuidando a los más vulnerables y de forma escalonada, racional y congruente.

Por ahora el semáforo sigue en rojo, aún estamos sobre el ring, la pelea no ha terminado.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte
  • REGENERACIÓN 19

Requerimos hacer uso de la intuición y la inteligencia, de la fortaleza de pueblo valiente pero desconfiado, ejercer la unión que tantas veces nos ha salvado y lograr a través de la solidaridad a fin de cuentas sacarnos adelante.

No es la primera vez que vivimos una catástrofe. Más de una vez el mundo se ha visto sacudido por algún desastre que genera consecuencias de orden social, económico y político.

Terremotos, guerras, epidemias, inundaciones, bloqueos económicos, desplomes financieros, tsunamis y desgracias de toda índole.

Hoy la crisis empieza por el área de la salud, maltratando de forma importante la paz y la tranquilidad, además de golpear fuertemente la economía y la política del planeta.

Nos vemos amenazados por un fenómeno que tarda en desaparecer del radar, que genera pérdidas importantes pero que además del riesgo de los daños físicos, genera inestabilidad emocional.

Pero no es la primera vez, nuestro país por ejemplo ha tenido que levantarse varias veces de fuertes crisis económicas, incluso el efecto de vivir bajo climas de incomodidad y desagrado por décadas.

Así que históricamente hablando definitivamente podemos lograrlo.

Pero algo que no debemos ignorar es que somos causantes de una buena parte del problema. ¿A qué me refiero?

De pronto hay personas o movimientos que se visten de gloria por crear un remedio para una enfermedad creada por ellos mismos.

Un ejemplo han sido nuestros gobiernos y en general los sistemas políticos, los grandes creadores de grandes problemas y grandes soluciones.

Esto sumado al sistema de consumo y la industrialización que apoya la creación de un sinnúmero de productos nocivos y en general un sistema socioeconómico que tiene como fin último la comercialización de la existencia, termina por causar graves enfermedades físicas y emocionales a las que después propone estrategias, mecanismos y sustancias curativas que por supuesto también comercializa.

Partiendo de este punto, del que no debemos olvidar de dónde viene la desgracia analicemos lo siguiente.

El combo que plantea el coronavirus viene acompañado y forma el “cóctel de la muerte” asociado con enfermedades como obesidad, hipertensión, diabetes y tabaquismo, que tienen que ver en su mayoría con el estilo de vida que hemos permitido nos implante el sistema de consumo antes mencionado.

Unido de igual forma a los problemas económicos y sociales que tampoco son de reciente gestación, como la deficiencia de los servicios de salud, la pobreza, el racismo, la desigualdad social, la discriminación y la violencia en sus muchas facetas.

Todo esto sumado por último a un sistema educativo que sigue sin encontrar la manera de proveer sus recursos sin despersonalizar al individuo además de que se incremente la posibilidad de que la mayor parte de los usuarios se gradúen, lo cual plantea un reto mayúsculo al requerir una ecuación con elementos actualmente tan ajenos como la economía, la política, la salud mental, el desarrollo humano y la vida en comunidad.

Así podemos inferir que no estamos resolviendo el problema de fondo, solamente estamos pensando en reiniciar el sistema económico y no contagiarnos del virus.

Por ello veo necesario hagamos algunas consideraciones.

Cambios añejos se han vuelto indispensables, cuidar la alimentación, los hábitos saludables, emprender una cruzada al menos al interior de la familia en contra de la comida chatarra, la pérdida de valores y la desinformación.

El fomento del amor al prójimo, la compasión, la misericordia y la vida en comunidad.

La promoción de la idea de compartir en vez de la de competir y la de crear nuevos contenidos que propicien una vida que reenfoque sus esfuerzos en la restauración del espacio colectivo y la búsqueda de una vida más amable.

Es necesario reactivar la economía, pero desde una salida del confinamiento prudente, no a través de un llamado valeroso y efusivo a una temeridad que termine por arrasar con otra parte de la población.

No es congruente el haber logrado frenar la pandemia a través del confinamiento para luego pretender reactivarla de forma imprudente y casi voluntaria, con una salida neurótica y en estampida azuzados por el romanticismo de las voces que llaman al heroísmo de una rebeldía desinformada.

Tampoco aceptar que se nos coloque como la carne del emparedado que prensan la pugna entre el gobierno federal y las diferentes fuerzas políticas y que al final será sólo la ganancia de los pescadores del “río revuelto” y ellos quienes disfrutarán del bocado.

Requerimos hacer uso de la intuición y la inteligencia, de la fortaleza de pueblo valiente pero desconfiado, ejercer la unión que tantas veces nos ha salvado y lograr a través de la solidaridad a fin de cuentas sacarnos adelante.

Salgamos sí, pero atentos a los riesgos, ejercitando puntualmente las normas sanitarias, cuidando a los más vulnerables y de forma escalonada, racional y congruente.

Por ahora el semáforo sigue en rojo, aún estamos sobre el ring, la pelea no ha terminado.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte
  • REGENERACIÓN 19

Requerimos hacer uso de la intuición y la inteligencia, de la fortaleza de pueblo valiente pero desconfiado, ejercer la unión que tantas veces nos ha salvado y lograr a través de la solidaridad a fin de cuentas sacarnos adelante.