/ miércoles 12 de agosto de 2020

Gobernanza y Sostenibilidad | La tecnología a favor de la sociedad

La pandemia trajo consigo un tsunami de implicaciones que están cambiando la forma con la que las sociedades y la propia cultura opera. Son innumerables las acciones que se han tomado para acoplar la vida común e institucional a la convivencia con el virus.

No es casualidad que las herramientas de las tecnologías de la información que en los últimos años han crecido exponencialmente –y que tienen desde su origen la cualidad, entre otras, de acercar a las personas mediante recursos no convencionales– se haya adherido a las posibilidades de encuentro y los intentos de darle normalidad a la vida ordinaria.

En este contexto el comercio electrónico, los programas de videollamadas, las tecnologías educativas y las redes sociales son ahora parte habitual en muchos contextos en los que antes de la pandemia eran escasamente empleados. Las Tecnologías de la Información han vinculado a personas que pueden encontrarse de forma física, están presentes en las organizaciones y son parte fundamental en la educación. Estamos seguros que en la postpandemia, la tecnología se mantendrá como un elemento inherente del desarrollo de las organizaciones y la vida cotidiana.

No obstante, la pandemia ha puesto de relieve entre otras muchas cosas el problema de la conectividad y el acceso al internet. En un mundo donde los asistentes virtuales han disminuido su costo y el internet de las cosas aparece cada día en más aparadores, la brecha digital ha hecho visible la imposibilidad de grandes sectores de la población que, dadas sus condiciones se encuentran imposibilitados para ingresar a la dinámica de la tecnología. Esta realidad paradójicamente no es una causa en sí misma, sino consecuencia de diversos factores sociales, económicos, culturales. Esta realidad además plantea el tremendo reto de construir acuerdos para mejorar el acceso a recursos tecnológicos a más personas y orientarlos hacia contenidos de calidad y fromación de alto nivel.

La pandemia nos ha dicho que la educación como se conoce tiene que reformularse generando una mayor interacción y debe centrarse en experiencias que detonen un verdadero aprendizaje con los códigos de comunicación de las nuevas generaciones.

La educación por definición tiene en su ADN un carácter cosmopolita. Ya hemos visto que las tecnologías pueden acercarnos a expresiones sociales inaceptables, pero es claro que también pueden vincularnos con lo mejor de la sociedad, con los mejores académicos, los avances científicos más importantes, los museos más importantes los filósofos clásicos y los que ahora estan haciendo filosofía. Todo sin salir de casa; en fin, la lista interminable.

Es tiempo, por lo tanto de aprovechar la tecnología y ver cómo esta puede transformar nuestros contextos; busquemos acciones que nos permitan disminuir la brecha digital y pongamos la tecnología al servicio del desarrollo.

La pandemia trajo consigo un tsunami de implicaciones que están cambiando la forma con la que las sociedades y la propia cultura opera. Son innumerables las acciones que se han tomado para acoplar la vida común e institucional a la convivencia con el virus.

No es casualidad que las herramientas de las tecnologías de la información que en los últimos años han crecido exponencialmente –y que tienen desde su origen la cualidad, entre otras, de acercar a las personas mediante recursos no convencionales– se haya adherido a las posibilidades de encuentro y los intentos de darle normalidad a la vida ordinaria.

En este contexto el comercio electrónico, los programas de videollamadas, las tecnologías educativas y las redes sociales son ahora parte habitual en muchos contextos en los que antes de la pandemia eran escasamente empleados. Las Tecnologías de la Información han vinculado a personas que pueden encontrarse de forma física, están presentes en las organizaciones y son parte fundamental en la educación. Estamos seguros que en la postpandemia, la tecnología se mantendrá como un elemento inherente del desarrollo de las organizaciones y la vida cotidiana.

No obstante, la pandemia ha puesto de relieve entre otras muchas cosas el problema de la conectividad y el acceso al internet. En un mundo donde los asistentes virtuales han disminuido su costo y el internet de las cosas aparece cada día en más aparadores, la brecha digital ha hecho visible la imposibilidad de grandes sectores de la población que, dadas sus condiciones se encuentran imposibilitados para ingresar a la dinámica de la tecnología. Esta realidad paradójicamente no es una causa en sí misma, sino consecuencia de diversos factores sociales, económicos, culturales. Esta realidad además plantea el tremendo reto de construir acuerdos para mejorar el acceso a recursos tecnológicos a más personas y orientarlos hacia contenidos de calidad y fromación de alto nivel.

La pandemia nos ha dicho que la educación como se conoce tiene que reformularse generando una mayor interacción y debe centrarse en experiencias que detonen un verdadero aprendizaje con los códigos de comunicación de las nuevas generaciones.

La educación por definición tiene en su ADN un carácter cosmopolita. Ya hemos visto que las tecnologías pueden acercarnos a expresiones sociales inaceptables, pero es claro que también pueden vincularnos con lo mejor de la sociedad, con los mejores académicos, los avances científicos más importantes, los museos más importantes los filósofos clásicos y los que ahora estan haciendo filosofía. Todo sin salir de casa; en fin, la lista interminable.

Es tiempo, por lo tanto de aprovechar la tecnología y ver cómo esta puede transformar nuestros contextos; busquemos acciones que nos permitan disminuir la brecha digital y pongamos la tecnología al servicio del desarrollo.

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