/ miércoles 5 de junio de 2019

Graduación: la corrupción como bálsamo necesario


Mientras el médico Romeo / Adrián Titieni vislumbra un panorama exitoso para su hija bachiller en una universidad inglesa...

Pronto verá que el destino en la Rumania post Ceaucescu continúa atada a un pasado inmiscuido en la corrupción y los valores morales y éticos enlodados.

El calvario delator por el que pasa Romeo cuando su hija es ultrajada en la calle un día antes de presentar el examen es la línea rectora de Graduación (Bacalaureat)/ Rumania-Francia- Bélgica-2016, de Cristian Mungiu.

Con el desencanto de una generación sometida a los vaivenes de la corrupción como bálsamo necesario para sobrevivir en la Rumania actual, Mungiu plantea una alegoría directa, sin concesiones ni edulcoraciones: la cosa está podrida pero en todos los ámbitos, empezando por el familiar. Así, antes de lanzar la primera piedra de su disgusto y su molestia por el país que le tocó vivir, Romeo no esconde la escoria moral propia: tiene una amante embarazada, su matrimonio es un parapeto, su ira contra el sistema no corresponde con los favores que él mismo solicita para que su hija apruebe el referido examen.

Graduación es una radiografía impecable no sólo del sistema burocrático caduco sino de las hipocresías familiares. Todos parecen requerir de compadrazgos, de protecciones vía la violación de alguna ley. Incluso del chantaje de la propia hija al enterarse de la infidelidad del padre.

Al igual que en su filme Cuatro meses, tres semanas y dos días/ 2007, Mungiu escudriña en las dimisiones morales de personajes que ven en la podredumbre del sistema una tabla de salvación como única alternativa social.

Los acuerdos de Romeo con el director de la escuela, su esposa, su amante y su hija no distan mucho de un eje común: el cinismo impune. Si la vida no puede resolverle la verdadera transgresión (el rompimiento del vidrio de la ventana de su casa, el reiterado maltrato a los limpiaparabrisas de su auto), Romeo incrementará el caudal de dádivas y peticiones no para sorprender al espectador sino para establecer un lazo de familiaridad y, acaso lo más terrible, de complicidad...


Mientras el médico Romeo / Adrián Titieni vislumbra un panorama exitoso para su hija bachiller en una universidad inglesa...

Pronto verá que el destino en la Rumania post Ceaucescu continúa atada a un pasado inmiscuido en la corrupción y los valores morales y éticos enlodados.

El calvario delator por el que pasa Romeo cuando su hija es ultrajada en la calle un día antes de presentar el examen es la línea rectora de Graduación (Bacalaureat)/ Rumania-Francia- Bélgica-2016, de Cristian Mungiu.

Con el desencanto de una generación sometida a los vaivenes de la corrupción como bálsamo necesario para sobrevivir en la Rumania actual, Mungiu plantea una alegoría directa, sin concesiones ni edulcoraciones: la cosa está podrida pero en todos los ámbitos, empezando por el familiar. Así, antes de lanzar la primera piedra de su disgusto y su molestia por el país que le tocó vivir, Romeo no esconde la escoria moral propia: tiene una amante embarazada, su matrimonio es un parapeto, su ira contra el sistema no corresponde con los favores que él mismo solicita para que su hija apruebe el referido examen.

Graduación es una radiografía impecable no sólo del sistema burocrático caduco sino de las hipocresías familiares. Todos parecen requerir de compadrazgos, de protecciones vía la violación de alguna ley. Incluso del chantaje de la propia hija al enterarse de la infidelidad del padre.

Al igual que en su filme Cuatro meses, tres semanas y dos días/ 2007, Mungiu escudriña en las dimisiones morales de personajes que ven en la podredumbre del sistema una tabla de salvación como única alternativa social.

Los acuerdos de Romeo con el director de la escuela, su esposa, su amante y su hija no distan mucho de un eje común: el cinismo impune. Si la vida no puede resolverle la verdadera transgresión (el rompimiento del vidrio de la ventana de su casa, el reiterado maltrato a los limpiaparabrisas de su auto), Romeo incrementará el caudal de dádivas y peticiones no para sorprender al espectador sino para establecer un lazo de familiaridad y, acaso lo más terrible, de complicidad...