/ domingo 10 de enero de 2021

Grotesca ostentación

Al igual que las fotografías publicadas en Facebook e Instagram, las pinturas al óleo fueron muy populares entre las élites europeas durante los siglos XVII y XVIII.

Era una época cuando los hijos de los nobles del norte de Europa viajaban por Francia e Italia en busca de la antigüedad y los orígenes de la cultura europea y en su camino encontraban arte, música, comida, juerga sexual y embriaguez salvaje.

En el óleo del señor y la señora Andrews del pintor británico Thomas Gainsborough, icónico por condensar en una composición virtuosa, la necesidad de exponer ilustradamente todo el privilegio y prestigio de las clases privilegiadas; y con ello reforzar la idea de su superioridad.

La pintura festeja el matrimonio concertado entre Robert Andrews de las Auberies y Frances Carter de Ballingdon House. La unión combinó las dos propiedades familiares en Suffolk. La pintura representa primordialmente la perspectiva del poder. Incluso el gesto de la camisa desabotonada y su estilo informal pretende transmitir dominio y el sentirse "a gusto" a través de la mirada segura y propietaria sobre todas las cosas en las que posa sus ojos, ni qué decir que tan ante tan soberbia imagen, los actuales “mirreyes” quedan reducidos a la condición de grotescas caricaturas.

De un modo afectado por la ausencia de naturalidad, los nuevos ricos de Instagram y Facebook posan sustituyendo la sutileza en la disposición de la pintura de Gainsborough, por golpes de efecto provocados por la grosera ostentación de objetos de posición social. El alarde y la vulgar exhibición de la riqueza no buscan conmover la sensibilidad poética del espectador, sino por medio de una inconmensurable riqueza golpear la vista con el propósito de dejar bien establecidas las distancias sociales entre los unos y los otros.

Para el crítico de arte inglés John Berger, las imágenes ya sean producidas en lienzos al óleo o mediante la reproducción fotográfica etc., cumplen funciones ideológicas. Para Berger las imágenes deben entenderse en términos de su significado social y político.

De acuerdo a Berger, el análisis visual puede permitir conectar “una cultura del presente con una del pasado”, así como el mundo desesperadamente desigual en medio del cual se producen.

Si en el pasado el motivo de las pinturas era transmitir el disfrute de las clases adineradas, hoy en día eso se ha sustituido por el simple espectáculo narcisista, no se trata del deleite de lo manjares, sino del atragantamiento brutal, la cantidad y el exceso como sustitutos del gusto, la satisfacción no proviene del vino en sí, sino del placer voyerista de que otros se dan cuenta de que se posee y mucho.

Con anterioridad, la pintura colocaba cuidadosamente los objetos simbólicos de riqueza material en el cáliz, cristalería y monedas, objetos intelectuales y culturales en el libro y la flauta. En cambio, detrás de la lógica de la práctica de moda de pedir dos botellas de champán, está la fanfarronería que significa desdén por el costo y una satisfacción al negar a otros la experiencia de la riqueza en lugar de compartirla, lo que es indicativo del desprecio de los ricos de Instagram y Facebook por los que menos tienen. "No puedes sentarte con nosotros" o “Envidian nuestra vida” es el lema de estos nuevos tontos.

El lujo derrochador y profuso que se muestra en las fotografías de Facebook e Instagram refleja la insaciable necesidad de crecimiento constante, la cualidad ilimitada y sin dirección del impulso de acumular, poseer y consumir.

Una carrera hacia el abismo estimulada por la competencia en busca de poseer objetos que por su precio los distingan del resto, pero que paradójicamente al volverse objetos exclusivos tienden a volverse masivos, porque el ansía de exclusividad como medio para distanciarse de los demás los hace que todos quieran poseerlos, estimulando una nueva competencia por descollar cada vez más descabellada.

Estos estilos de vida decadentes captados por la fotografía contrastan con los principios de austeridad que se imponen en una economía plagada de pobreza. Imágenes estériles, preñadas de muerte, sin simbolismo alguno que no sea para indicar la vaciedad y estulticia cultural de sus protagonistas. Es el reflejo de la insensatez, del mal gusto derivado de la orfandad de una sensibilidad estética sofisticada.

La moraleja de todo esto podría ser la construcción de una sociedad alternativa a lo grotesco del poder exhibicionista de la riqueza, una con menor desigualdad social, que permita una convivencia social sana y con menor confrontación entre los ciudadanos.

Regeneración.

Al igual que las fotografías publicadas en Facebook e Instagram, las pinturas al óleo fueron muy populares entre las élites europeas durante los siglos XVII y XVIII.

Era una época cuando los hijos de los nobles del norte de Europa viajaban por Francia e Italia en busca de la antigüedad y los orígenes de la cultura europea y en su camino encontraban arte, música, comida, juerga sexual y embriaguez salvaje.

En el óleo del señor y la señora Andrews del pintor británico Thomas Gainsborough, icónico por condensar en una composición virtuosa, la necesidad de exponer ilustradamente todo el privilegio y prestigio de las clases privilegiadas; y con ello reforzar la idea de su superioridad.

La pintura festeja el matrimonio concertado entre Robert Andrews de las Auberies y Frances Carter de Ballingdon House. La unión combinó las dos propiedades familiares en Suffolk. La pintura representa primordialmente la perspectiva del poder. Incluso el gesto de la camisa desabotonada y su estilo informal pretende transmitir dominio y el sentirse "a gusto" a través de la mirada segura y propietaria sobre todas las cosas en las que posa sus ojos, ni qué decir que tan ante tan soberbia imagen, los actuales “mirreyes” quedan reducidos a la condición de grotescas caricaturas.

De un modo afectado por la ausencia de naturalidad, los nuevos ricos de Instagram y Facebook posan sustituyendo la sutileza en la disposición de la pintura de Gainsborough, por golpes de efecto provocados por la grosera ostentación de objetos de posición social. El alarde y la vulgar exhibición de la riqueza no buscan conmover la sensibilidad poética del espectador, sino por medio de una inconmensurable riqueza golpear la vista con el propósito de dejar bien establecidas las distancias sociales entre los unos y los otros.

Para el crítico de arte inglés John Berger, las imágenes ya sean producidas en lienzos al óleo o mediante la reproducción fotográfica etc., cumplen funciones ideológicas. Para Berger las imágenes deben entenderse en términos de su significado social y político.

De acuerdo a Berger, el análisis visual puede permitir conectar “una cultura del presente con una del pasado”, así como el mundo desesperadamente desigual en medio del cual se producen.

Si en el pasado el motivo de las pinturas era transmitir el disfrute de las clases adineradas, hoy en día eso se ha sustituido por el simple espectáculo narcisista, no se trata del deleite de lo manjares, sino del atragantamiento brutal, la cantidad y el exceso como sustitutos del gusto, la satisfacción no proviene del vino en sí, sino del placer voyerista de que otros se dan cuenta de que se posee y mucho.

Con anterioridad, la pintura colocaba cuidadosamente los objetos simbólicos de riqueza material en el cáliz, cristalería y monedas, objetos intelectuales y culturales en el libro y la flauta. En cambio, detrás de la lógica de la práctica de moda de pedir dos botellas de champán, está la fanfarronería que significa desdén por el costo y una satisfacción al negar a otros la experiencia de la riqueza en lugar de compartirla, lo que es indicativo del desprecio de los ricos de Instagram y Facebook por los que menos tienen. "No puedes sentarte con nosotros" o “Envidian nuestra vida” es el lema de estos nuevos tontos.

El lujo derrochador y profuso que se muestra en las fotografías de Facebook e Instagram refleja la insaciable necesidad de crecimiento constante, la cualidad ilimitada y sin dirección del impulso de acumular, poseer y consumir.

Una carrera hacia el abismo estimulada por la competencia en busca de poseer objetos que por su precio los distingan del resto, pero que paradójicamente al volverse objetos exclusivos tienden a volverse masivos, porque el ansía de exclusividad como medio para distanciarse de los demás los hace que todos quieran poseerlos, estimulando una nueva competencia por descollar cada vez más descabellada.

Estos estilos de vida decadentes captados por la fotografía contrastan con los principios de austeridad que se imponen en una economía plagada de pobreza. Imágenes estériles, preñadas de muerte, sin simbolismo alguno que no sea para indicar la vaciedad y estulticia cultural de sus protagonistas. Es el reflejo de la insensatez, del mal gusto derivado de la orfandad de una sensibilidad estética sofisticada.

La moraleja de todo esto podría ser la construcción de una sociedad alternativa a lo grotesco del poder exhibicionista de la riqueza, una con menor desigualdad social, que permita una convivencia social sana y con menor confrontación entre los ciudadanos.

Regeneración.