/ sábado 12 de septiembre de 2020

Gryita.com, fyilosofía en expresión | Un grito ahogado

En el marco de la celebración de la Independencia de México, quiero preguntar, este año exactamente ¿qué vamos a celebrar?

Nos encontramos en un momento crucial, histórico, memorable y, como dijera el Primer Mandatario, estelar de la historia de México.

Para gusto de algunos, desgracia y molestia de otros, México está cambiando.

Tal vez no a la velocidad esperada o no de la forma deseada, pero existen datos que nos pueden hacer darnos cuenta de que no vivimos bajo las condiciones anteriores.

Aunque siempre ha habido escándalos que manchan la de por sí grisácea imagen de la hoy no tan popular clase política, en este tiempo alcanzan ya a las más altas esferas del poder, afectando en modo de cascada a muchos de los actores que antaño fueran parte de la “casi realeza” del servicio público.

La puesta de manifiesto de las formas de muchos conocidas de cómo se entretejían y aún se entretejen los vericuetos del poder, los acuerdos, las persecuciones políticas, la sacada de los trapos sucios y demás trucos y jugadas electoreras, pero desde un punto de vista contrario al que estábamos acostumbrados a ver y escuchar, genera un ambiente que pudre a unos y enardece a otros.

Difícil tiene la encomienda el grupo que ha decidido emblanquecer el cementerio de la historia del gobierno mexicano, limpiar, erradicar y desterrar un fenómeno que estaba casi a punto, si no es que ya es así, de formar parte oficial de la cultura de nuestro pueblo: la corrupción, idioma que aprendimos todos por décadas a hablar en este país para poder sobrevivir.

Por ello, por la tremenda asimilación del mal hasta en las partes más profundas de nuestra raza, es que es difícil no verla de pronto en las orillas, los pliegues y algunos pases mágicos del actual régimen, que seguramente con buena intención pero con dificultades de maniobra no logra del todo controlar.

Tumor difícil de extirpar, debido a que, como sucede en el vehículo humano, el corte se llevaría partes sanas e incluso vitales del mismo.

Ahora bien, sumemos al virus.

Un fenómeno no antes visto por esta generación, que provoca una potente crisis económica además de un enorme desajuste social, que golpea todos los sectores y aunado a la pugna política, se vuelve un enemigo natural y un arma electoral.

¿Qué libertad celebramos?

No podemos ir casi a ninguna parte, no podemos saludar casi a nadie, ni convivir, hoy la distancia entre nosotros es lo más saludable.

Muchos saldrán de esta condición atados a sus bancos y empresas debido a lo que han tenido que hacer para sobrevivir.

Otros tendrán que empezar de nuevo ya que sus negocios no resistieron los embates del virus, las decisiones gubernamentales, la desinformación, las estrategias débiles, fallidas y en todo momento discutibles que nuestras autoridades, todas, han ensayado siendo el usuario de los experimentos el más afectado.

Familias en las que ya se ha vivido la tragedia, incluso varias veces del deceso de algunos de sus miembros, en forma por demás penosa e indescriptiblemente dolorosa.

Un sistema educativo rebasado, que busca cumplir su cometido pero que debido a la mezcla de ingredientes como la idiosincrasia, la desigualdad y el atraso, creo que obtendrá muy malos resultados y seguramente acabará reprobado en términos generales. Parece ser que sólo podremos celebrar la vida los que aún la tenemos, junto con los que aún conservamos, debiendo recordar a los que pagaron con la suya lo endeble de nuestros servicios médicos y nuestra pobre capacidad de respuesta y organización, el que nos encontrara el virus tan mal parados, tan mal educados y luchando contra el cáncer de la corrupción y no en mejores condiciones, además de enfermos de consumismo e industrialización.

En lugar de un grito de Independencia propongo un minuto de silencio. Aún vives, México.

  • hey@gryita.com
  • fb: Gryita Fuerte
  • REGENERACIÓN-19

En el marco de la celebración de la Independencia de México, quiero preguntar, este año exactamente ¿qué vamos a celebrar?

Nos encontramos en un momento crucial, histórico, memorable y, como dijera el Primer Mandatario, estelar de la historia de México.

Para gusto de algunos, desgracia y molestia de otros, México está cambiando.

Tal vez no a la velocidad esperada o no de la forma deseada, pero existen datos que nos pueden hacer darnos cuenta de que no vivimos bajo las condiciones anteriores.

Aunque siempre ha habido escándalos que manchan la de por sí grisácea imagen de la hoy no tan popular clase política, en este tiempo alcanzan ya a las más altas esferas del poder, afectando en modo de cascada a muchos de los actores que antaño fueran parte de la “casi realeza” del servicio público.

La puesta de manifiesto de las formas de muchos conocidas de cómo se entretejían y aún se entretejen los vericuetos del poder, los acuerdos, las persecuciones políticas, la sacada de los trapos sucios y demás trucos y jugadas electoreras, pero desde un punto de vista contrario al que estábamos acostumbrados a ver y escuchar, genera un ambiente que pudre a unos y enardece a otros.

Difícil tiene la encomienda el grupo que ha decidido emblanquecer el cementerio de la historia del gobierno mexicano, limpiar, erradicar y desterrar un fenómeno que estaba casi a punto, si no es que ya es así, de formar parte oficial de la cultura de nuestro pueblo: la corrupción, idioma que aprendimos todos por décadas a hablar en este país para poder sobrevivir.

Por ello, por la tremenda asimilación del mal hasta en las partes más profundas de nuestra raza, es que es difícil no verla de pronto en las orillas, los pliegues y algunos pases mágicos del actual régimen, que seguramente con buena intención pero con dificultades de maniobra no logra del todo controlar.

Tumor difícil de extirpar, debido a que, como sucede en el vehículo humano, el corte se llevaría partes sanas e incluso vitales del mismo.

Ahora bien, sumemos al virus.

Un fenómeno no antes visto por esta generación, que provoca una potente crisis económica además de un enorme desajuste social, que golpea todos los sectores y aunado a la pugna política, se vuelve un enemigo natural y un arma electoral.

¿Qué libertad celebramos?

No podemos ir casi a ninguna parte, no podemos saludar casi a nadie, ni convivir, hoy la distancia entre nosotros es lo más saludable.

Muchos saldrán de esta condición atados a sus bancos y empresas debido a lo que han tenido que hacer para sobrevivir.

Otros tendrán que empezar de nuevo ya que sus negocios no resistieron los embates del virus, las decisiones gubernamentales, la desinformación, las estrategias débiles, fallidas y en todo momento discutibles que nuestras autoridades, todas, han ensayado siendo el usuario de los experimentos el más afectado.

Familias en las que ya se ha vivido la tragedia, incluso varias veces del deceso de algunos de sus miembros, en forma por demás penosa e indescriptiblemente dolorosa.

Un sistema educativo rebasado, que busca cumplir su cometido pero que debido a la mezcla de ingredientes como la idiosincrasia, la desigualdad y el atraso, creo que obtendrá muy malos resultados y seguramente acabará reprobado en términos generales. Parece ser que sólo podremos celebrar la vida los que aún la tenemos, junto con los que aún conservamos, debiendo recordar a los que pagaron con la suya lo endeble de nuestros servicios médicos y nuestra pobre capacidad de respuesta y organización, el que nos encontrara el virus tan mal parados, tan mal educados y luchando contra el cáncer de la corrupción y no en mejores condiciones, además de enfermos de consumismo e industrialización.

En lugar de un grito de Independencia propongo un minuto de silencio. Aún vives, México.

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