/ sábado 23 de octubre de 2021

Gryita.com, Fylosofía en expresión | La inminente reactivación

El panorama es sin duda retador.

Después del largo trago amargo que hemos bebido en los más recientes poco más de 500 días, llegamos a una condición mental emocional, que provoca por necesidad nuevos y temerarios planteamientos.

Todo un fenómeno que va desde una especial desesperación fundamentada en un encierro imaginario, al menos en lo colectivo, por volver a vivir una vida, digamos razonable, en lo que a libertades de movilidad obedece, como a una totalmente real crisis económica que ha dañado fuertemente la economía en todos sus niveles.

La broma del tendencioso semáforo epidemiológico ya no da risa, el “mago invisible” de las conveniencias políticas, económicas, electorales hace de las suyas y frente a nuestra mirada antes atónita y hoy aburrida transforma y pone a modo sus colores para favorecer el o los eventos masivos en puerta.

El confinamiento voluntario y la sana distancia, que ni en los peores momentos fueron acatadas por la mayoría, hoy resultan ser ya un asunto del pasado debido a la laxitud de las medidas que si bien en su momento no fueron atendidas con severidad ni por las autoridades responsables ni por el usuario último de los ataúdes, llámese “pueblo sabio”, ahora brillarán totalmente por su ausencia.

El sistema educativo sigue ciego, sordo y mudo, simplemente contra viento y marea, por encima de cualquier razonamiento continúa adelante en su reapertura, sin cambios, sin modificaciones, solo con fe. Parece ser que como sociedad hemos decidido apostar ya abiertamente nuestro resto a la selección natural.

Por el lado positivo considero que las vacunas resultaron eficientes y la campaña avanza firme, tal vez no a un paso acelerado pero sí de forma constante aunque discusiones como el tema de la posibilidad de la vacuna infantil pienso que acabarán siendo resueltos por la presión de los resultados y la influencia del mundo entero.

Lo que es inevitable es la necesidad de adaptación a este fenómeno que no tiene aparentemente un fin absoluto.

Tendremos que integrarnos, cada uno a su paso, a su ritmo, desde sus posibilidades, a partir de sus necesidades, haciendo uso de todos los talentos, recursos y conocimientos disponibles.

Algunos necesitamos “salirle al toro” y cumplir de forma presencial con los compromisos laborales para poder ganarnos el pan de la familia, otros podrán continuar desde sus hogares ya que pudieron descubrir que podían hacerlo así, otros de forma parcial.

En el caso de la educación algunos podremos enfrentar de forma más o menos segura los esquemas híbridos, sosteniendo la educación en línea accesando recursos adicionales formativos para nuestros hijos, arriesgándolos lo menos que sea posible.

Lo que es un hecho es que en esta etapa en que parece ser que pese a todo se abrirán los eventos masivos, espectáculos, comercios y en general el espacio público, será nuestra responsabilidad, como finalmente lo ha sido desde el principio cuidar nuestra vida y la de los nuestros.

Es muy posible que si logramos un equilibrio entre las dos fuerzas predominantes, los daños en el colectivo sean menores, es decir, si una parte, la pensante, la consciente, la analítica y la cognitivamente apta puede oponer un poco de resistencia, dosificando la exposición pública a su mínima expresión dentro de lo productivamente razonable, entrena a sus hijos en el uso lo más efectivo posible de las medidas sanitarias de contención y estos aprenden a cuidarse por si solos.

Las acciones de la otra parte, los necios, descerebrados y miserables cognitivos, que deciden simplemente ignorar la situación asociados a las autoridades del “mundo del revés” puedan afectar menos los números rojos en pérdidas de vidas, que en este sentido todas son igual de valiosas.

Creo que estamos frente al gran reto de la pandemia, evolucionar o morir.

  • gryitafuerte@gmail.com

El panorama es sin duda retador.

Después del largo trago amargo que hemos bebido en los más recientes poco más de 500 días, llegamos a una condición mental emocional, que provoca por necesidad nuevos y temerarios planteamientos.

Todo un fenómeno que va desde una especial desesperación fundamentada en un encierro imaginario, al menos en lo colectivo, por volver a vivir una vida, digamos razonable, en lo que a libertades de movilidad obedece, como a una totalmente real crisis económica que ha dañado fuertemente la economía en todos sus niveles.

La broma del tendencioso semáforo epidemiológico ya no da risa, el “mago invisible” de las conveniencias políticas, económicas, electorales hace de las suyas y frente a nuestra mirada antes atónita y hoy aburrida transforma y pone a modo sus colores para favorecer el o los eventos masivos en puerta.

El confinamiento voluntario y la sana distancia, que ni en los peores momentos fueron acatadas por la mayoría, hoy resultan ser ya un asunto del pasado debido a la laxitud de las medidas que si bien en su momento no fueron atendidas con severidad ni por las autoridades responsables ni por el usuario último de los ataúdes, llámese “pueblo sabio”, ahora brillarán totalmente por su ausencia.

El sistema educativo sigue ciego, sordo y mudo, simplemente contra viento y marea, por encima de cualquier razonamiento continúa adelante en su reapertura, sin cambios, sin modificaciones, solo con fe. Parece ser que como sociedad hemos decidido apostar ya abiertamente nuestro resto a la selección natural.

Por el lado positivo considero que las vacunas resultaron eficientes y la campaña avanza firme, tal vez no a un paso acelerado pero sí de forma constante aunque discusiones como el tema de la posibilidad de la vacuna infantil pienso que acabarán siendo resueltos por la presión de los resultados y la influencia del mundo entero.

Lo que es inevitable es la necesidad de adaptación a este fenómeno que no tiene aparentemente un fin absoluto.

Tendremos que integrarnos, cada uno a su paso, a su ritmo, desde sus posibilidades, a partir de sus necesidades, haciendo uso de todos los talentos, recursos y conocimientos disponibles.

Algunos necesitamos “salirle al toro” y cumplir de forma presencial con los compromisos laborales para poder ganarnos el pan de la familia, otros podrán continuar desde sus hogares ya que pudieron descubrir que podían hacerlo así, otros de forma parcial.

En el caso de la educación algunos podremos enfrentar de forma más o menos segura los esquemas híbridos, sosteniendo la educación en línea accesando recursos adicionales formativos para nuestros hijos, arriesgándolos lo menos que sea posible.

Lo que es un hecho es que en esta etapa en que parece ser que pese a todo se abrirán los eventos masivos, espectáculos, comercios y en general el espacio público, será nuestra responsabilidad, como finalmente lo ha sido desde el principio cuidar nuestra vida y la de los nuestros.

Es muy posible que si logramos un equilibrio entre las dos fuerzas predominantes, los daños en el colectivo sean menores, es decir, si una parte, la pensante, la consciente, la analítica y la cognitivamente apta puede oponer un poco de resistencia, dosificando la exposición pública a su mínima expresión dentro de lo productivamente razonable, entrena a sus hijos en el uso lo más efectivo posible de las medidas sanitarias de contención y estos aprenden a cuidarse por si solos.

Las acciones de la otra parte, los necios, descerebrados y miserables cognitivos, que deciden simplemente ignorar la situación asociados a las autoridades del “mundo del revés” puedan afectar menos los números rojos en pérdidas de vidas, que en este sentido todas son igual de valiosas.

Creo que estamos frente al gran reto de la pandemia, evolucionar o morir.

  • gryitafuerte@gmail.com