/ sábado 18 de diciembre de 2021

Gryita.com, Fylosofía en expresión | Paz a tu casa

Estamos a unos días de celebrar la segunda Navidad en pandemia.

Aunque no es la única que sufrimos, solo es la más aparatosa por el desenlace fatal que provoca a alta velocidad en ciertos organismos que están afectados ya por las otras graves enfermedades que con menos publicidad y menos atención nos aquejan.

Construimos un destino fatal.

El beneficio de unos cuantos gana al bien común y el alto precio de esta malévola construcción deja al descubierto la enorme incapacidad que presentamos en organización, prevención, planeación y estrategia de supervivencia.

Las “otras pandemias” como obesidad, hipertensión, diabetes, tabaquismo, depresión, ansiedad, bullying, feminicidios y el abuso, son todas absolutamente creaciones nuestras y son producto, para mí, directo de la ambición, el sistema de consumo, la discriminación, todo en relación con la pobreza y la indigencia cultural y cognitiva en la que se ha mantenido a la masa por convenir así a los más oscuros intereses.

La mala alimentación promovida cínicamente desde las bases del sistema educativo a través de la comida chatarra y los miles de alimentos venenosos que diariamente se ponen en manos de los más pobres desde las fábricas de los más ricos, la destrucción del planeta generada en gran parte por los productos que de forma secundaria se generan a través de la industrialización de los primeros, la falta de respeto a la nave y único hogar hasta este día, propiciada por el enriquecimiento y la barbarie de la lucha por el control y el poder económico, son algunos datos innegables de lo que les estoy hablando.

Construimos la enfermedad, la política para legalmente promoverla, la forma de comercializarla y después hacemos una investigación para remediarla y, en el mejor de los casos, la posible cura es cara y queda solo al alcance de unos cuantos, ¿no le parece paradójico?.

Hoy, en este momento de crisis, tal vez el punto más bajo de la parte más alta, se nos ofrece un planteamiento que de forma similar al año anterior pero con algunas mejorías, propone suspender de forma anormal todo sufrimiento y lanza al mercado al espíritu navideño.

Pero, ¿y dónde quedaron este año la atención a los demás fenómenos que como sociedad nos están aniquilando?

Parece ser que la comida chatarra con todos sus venenosos ingredientes libró con éxito la batalla de las pequeñas etiquetas de advertencia, las cuales deberían de tener una subetiqueta que dijera algo como “de bajo poder” o de “nula efectividad” haciendo alusión al pobre efecto de la supuesta campaña.

Los dueños de los imperios industriales y fábricas de enfermedades embotelladas y empaquetadas no vieron ningún fuerte descalabro, ya que la sociedad a pesar de las recomendaciones al menos en México siguió acudiendo a sus establecimientos privilegiados de muchas formas a adquirir su “muerte para llevar” y podrán continuar además de disfrutando de su riqueza indolente, de ser grandes benefactores humanitarios sin perder ni por un segundo el respeto de la misma, que en su ignorancia besa sus manos amables y les acepta sus limosnas, las cuales por cierto son pagadas con dinero de los mismos pobres.

La educación deficiente solo vivió una suspensión y ahora una reactivación sin tener en medio evolución alguna, por lo que seguirá favoreciendo el fenómeno de la destrucción en cadena.

Yo creo que en esta Navidad solo hay dos cosas que podemos hacer para mejorar: la primera, contenernos para no elevar el número de muertes y contagios; la otra, vencer el demonio retrógrada de la divertida estupidez de la pirotecnia, es decir, no “tronar cohetes” y pensar en los enfermos, los que sufren problemas nerviosos y los animales, aunque francamente, como dijo el Maestro Aguilera, “probablemente estoy pidiendo demasiado”.

Pobre México con su pueblo pobre, ojalá que su regalo fuera mucha, pero mucha educación.

  • Gmail: gryitafuerte@gmail.com
  • Facebook: Gryita Fuerte
  • RE-GENERACIÓN 19

Estamos a unos días de celebrar la segunda Navidad en pandemia.

Aunque no es la única que sufrimos, solo es la más aparatosa por el desenlace fatal que provoca a alta velocidad en ciertos organismos que están afectados ya por las otras graves enfermedades que con menos publicidad y menos atención nos aquejan.

Construimos un destino fatal.

El beneficio de unos cuantos gana al bien común y el alto precio de esta malévola construcción deja al descubierto la enorme incapacidad que presentamos en organización, prevención, planeación y estrategia de supervivencia.

Las “otras pandemias” como obesidad, hipertensión, diabetes, tabaquismo, depresión, ansiedad, bullying, feminicidios y el abuso, son todas absolutamente creaciones nuestras y son producto, para mí, directo de la ambición, el sistema de consumo, la discriminación, todo en relación con la pobreza y la indigencia cultural y cognitiva en la que se ha mantenido a la masa por convenir así a los más oscuros intereses.

La mala alimentación promovida cínicamente desde las bases del sistema educativo a través de la comida chatarra y los miles de alimentos venenosos que diariamente se ponen en manos de los más pobres desde las fábricas de los más ricos, la destrucción del planeta generada en gran parte por los productos que de forma secundaria se generan a través de la industrialización de los primeros, la falta de respeto a la nave y único hogar hasta este día, propiciada por el enriquecimiento y la barbarie de la lucha por el control y el poder económico, son algunos datos innegables de lo que les estoy hablando.

Construimos la enfermedad, la política para legalmente promoverla, la forma de comercializarla y después hacemos una investigación para remediarla y, en el mejor de los casos, la posible cura es cara y queda solo al alcance de unos cuantos, ¿no le parece paradójico?.

Hoy, en este momento de crisis, tal vez el punto más bajo de la parte más alta, se nos ofrece un planteamiento que de forma similar al año anterior pero con algunas mejorías, propone suspender de forma anormal todo sufrimiento y lanza al mercado al espíritu navideño.

Pero, ¿y dónde quedaron este año la atención a los demás fenómenos que como sociedad nos están aniquilando?

Parece ser que la comida chatarra con todos sus venenosos ingredientes libró con éxito la batalla de las pequeñas etiquetas de advertencia, las cuales deberían de tener una subetiqueta que dijera algo como “de bajo poder” o de “nula efectividad” haciendo alusión al pobre efecto de la supuesta campaña.

Los dueños de los imperios industriales y fábricas de enfermedades embotelladas y empaquetadas no vieron ningún fuerte descalabro, ya que la sociedad a pesar de las recomendaciones al menos en México siguió acudiendo a sus establecimientos privilegiados de muchas formas a adquirir su “muerte para llevar” y podrán continuar además de disfrutando de su riqueza indolente, de ser grandes benefactores humanitarios sin perder ni por un segundo el respeto de la misma, que en su ignorancia besa sus manos amables y les acepta sus limosnas, las cuales por cierto son pagadas con dinero de los mismos pobres.

La educación deficiente solo vivió una suspensión y ahora una reactivación sin tener en medio evolución alguna, por lo que seguirá favoreciendo el fenómeno de la destrucción en cadena.

Yo creo que en esta Navidad solo hay dos cosas que podemos hacer para mejorar: la primera, contenernos para no elevar el número de muertes y contagios; la otra, vencer el demonio retrógrada de la divertida estupidez de la pirotecnia, es decir, no “tronar cohetes” y pensar en los enfermos, los que sufren problemas nerviosos y los animales, aunque francamente, como dijo el Maestro Aguilera, “probablemente estoy pidiendo demasiado”.

Pobre México con su pueblo pobre, ojalá que su regalo fuera mucha, pero mucha educación.

  • Gmail: gryitafuerte@gmail.com
  • Facebook: Gryita Fuerte
  • RE-GENERACIÓN 19