/ sábado 26 de marzo de 2022

Gryita.com, Fylosofía en expresión | Yo elegí mi camino

La pobreza es una enfermedad del alma y no tiene que ver con el dinero.

La transmisión puede ser hereditaria, relacionada con la educación y tiene que ver con todo un sistema operativo de información.

Regularmente esta clase de "pobre" cree necesario perder para ganar, de esta forma relaciona cualquier alegría a un costo irremediable de tristeza.

Esa es una enseñanza propia de esta condición, núcleos familiares en donde para avanzar se debe pagar una cuota de resignación, en donde cada logro se relaciona con una pérdida y los frutos provienen de una raíz trágica.

Este "conocimiento" se arraiga mucho más allá de "la realidad vigente", de modo que este "pobre" que por alguna razón se vuelve "rico", sigue siendo pobre y vive los embates de su mal hasta el fin de sus días, cuando por fin deja de pelear y en un acto brutal de congruencia "pierde" su vida para "ganar" paz, sinónimo de felicidad.

Pobre del pobre, que aun rico, siempre es pobre.

Cambiar el rumbo es como limpiar el patio.

Algún día imaginé mi vida como si fuera un jardín.

A costa de mi percepción a la enseñanza primera, experiencias erráticas, mi carácter y en general mis decisiones, cuando me di cuenta mi vida era un caos.

Poco a poco había traído a mi "jardín", basura, estiércol, plantas que no podían crecer juntas y se fue convirtiendo en un asco, al que yo cada día le agregaba algún elemento, a través de la infelicidad y la condición de tragedia en que vivía.

Relaciones tóxicas, errores, culpabilidad, dolor, traiciones, abusos, juicios, asuntos inconclusos, conductas autodestructivas y otras "basuras emocionales" inundaban mi espacio.

Un buen hombre tuvo a bien un día darme uno de los más grandes consejos que hasta hoy atesoro.

“Detente y no hagas una vez más lo que te daña, eso que te maltrata y que te está llevando a la ruina, detente y empieza a vaciar tu espacio, elimina todo aquello que no te sirve”.

Hoy puedo decir que es un buen método y en lugar de traer basura, empecé a sacarla poco a poco.

No parecía fácil, pero puedo decirte que ha logrado verse nuevamente como un jardín feliz, todavía el día de hoy observo y veo alguna hierba mala oculta entre las flores y tengo que arrancarla o me descubro llevando alguna raíz de amargura y la tiro a la basura antes de sembrarla.

La cosa es ser feliz ¿no?

A mí me fue difícil hallar mi camino.

El conflicto empezó a muy corta edad.

Vivir en contra de lo establecido se volvió una constante.

Por años, fui casi vencido por el convencionalismo social y manipulado por el control que sobre mí ejercían mis guías y superiores y por "seguir a la manada".

Debía estudiar algo que "seguramente" me daría un trabajo o el éxito económico, por lo que seguir el camino que me dictaba mi instinto, era una locura y una "tontería".

Así me enrolé en una vida que no tenía que ver conmigo.

Al no lograr identificarme me perdí en un mar de opciones y me convertí en un "Frankenstein" hecho por retazos de humanidad.

El tiempo, los fracasos y el dolor profundo de la despersonalización acabó por romperme.

Llegué a pensar que no tenía sentido vivir.

Fue muy rudo, tuve que buscar ayuda y empecé un proceso de autocomprensión.

Quité capas a mi coraza, destruyendo conceptos, poniendo en duda todo lo aprendido y haciendo todo para llegar a mi sustancia.

¿Qué es lo que quiero?, ¿qué puedo hacer por horas?, ¿qué podría hacer sin pago?, es más ¿qué haría aunque tuviera que pagar por hacerlo?

Así me descubrí y logré sin importar mi edad, estudiar lo que soñé, abrir mi mente, crear mi mundo y mis espacios, con mi receta, bajo mis normas y compartir mi riqueza interior tan valiosa como la de todos con los demás.

Así pude ecualizar la creación del sistema y encontrar al ser que está hecho a mi imagen y semejanza.

Ahora soy más feliz conmigo y a la vez estoy encontrando pacíficamente mi lugar en el colectivo.

Escríbeme.

  • gryitafuerte@gmail.com
  • Facebook: Gryita Fuerte
  • RE-GENERACIÓN 19

La pobreza es una enfermedad del alma y no tiene que ver con el dinero.

La transmisión puede ser hereditaria, relacionada con la educación y tiene que ver con todo un sistema operativo de información.

Regularmente esta clase de "pobre" cree necesario perder para ganar, de esta forma relaciona cualquier alegría a un costo irremediable de tristeza.

Esa es una enseñanza propia de esta condición, núcleos familiares en donde para avanzar se debe pagar una cuota de resignación, en donde cada logro se relaciona con una pérdida y los frutos provienen de una raíz trágica.

Este "conocimiento" se arraiga mucho más allá de "la realidad vigente", de modo que este "pobre" que por alguna razón se vuelve "rico", sigue siendo pobre y vive los embates de su mal hasta el fin de sus días, cuando por fin deja de pelear y en un acto brutal de congruencia "pierde" su vida para "ganar" paz, sinónimo de felicidad.

Pobre del pobre, que aun rico, siempre es pobre.

Cambiar el rumbo es como limpiar el patio.

Algún día imaginé mi vida como si fuera un jardín.

A costa de mi percepción a la enseñanza primera, experiencias erráticas, mi carácter y en general mis decisiones, cuando me di cuenta mi vida era un caos.

Poco a poco había traído a mi "jardín", basura, estiércol, plantas que no podían crecer juntas y se fue convirtiendo en un asco, al que yo cada día le agregaba algún elemento, a través de la infelicidad y la condición de tragedia en que vivía.

Relaciones tóxicas, errores, culpabilidad, dolor, traiciones, abusos, juicios, asuntos inconclusos, conductas autodestructivas y otras "basuras emocionales" inundaban mi espacio.

Un buen hombre tuvo a bien un día darme uno de los más grandes consejos que hasta hoy atesoro.

“Detente y no hagas una vez más lo que te daña, eso que te maltrata y que te está llevando a la ruina, detente y empieza a vaciar tu espacio, elimina todo aquello que no te sirve”.

Hoy puedo decir que es un buen método y en lugar de traer basura, empecé a sacarla poco a poco.

No parecía fácil, pero puedo decirte que ha logrado verse nuevamente como un jardín feliz, todavía el día de hoy observo y veo alguna hierba mala oculta entre las flores y tengo que arrancarla o me descubro llevando alguna raíz de amargura y la tiro a la basura antes de sembrarla.

La cosa es ser feliz ¿no?

A mí me fue difícil hallar mi camino.

El conflicto empezó a muy corta edad.

Vivir en contra de lo establecido se volvió una constante.

Por años, fui casi vencido por el convencionalismo social y manipulado por el control que sobre mí ejercían mis guías y superiores y por "seguir a la manada".

Debía estudiar algo que "seguramente" me daría un trabajo o el éxito económico, por lo que seguir el camino que me dictaba mi instinto, era una locura y una "tontería".

Así me enrolé en una vida que no tenía que ver conmigo.

Al no lograr identificarme me perdí en un mar de opciones y me convertí en un "Frankenstein" hecho por retazos de humanidad.

El tiempo, los fracasos y el dolor profundo de la despersonalización acabó por romperme.

Llegué a pensar que no tenía sentido vivir.

Fue muy rudo, tuve que buscar ayuda y empecé un proceso de autocomprensión.

Quité capas a mi coraza, destruyendo conceptos, poniendo en duda todo lo aprendido y haciendo todo para llegar a mi sustancia.

¿Qué es lo que quiero?, ¿qué puedo hacer por horas?, ¿qué podría hacer sin pago?, es más ¿qué haría aunque tuviera que pagar por hacerlo?

Así me descubrí y logré sin importar mi edad, estudiar lo que soñé, abrir mi mente, crear mi mundo y mis espacios, con mi receta, bajo mis normas y compartir mi riqueza interior tan valiosa como la de todos con los demás.

Así pude ecualizar la creación del sistema y encontrar al ser que está hecho a mi imagen y semejanza.

Ahora soy más feliz conmigo y a la vez estoy encontrando pacíficamente mi lugar en el colectivo.

Escríbeme.

  • gryitafuerte@gmail.com
  • Facebook: Gryita Fuerte
  • RE-GENERACIÓN 19