/ sábado 19 de diciembre de 2020

Gryta.com, Fylosofía en expresión | De autoridad y autoritarismo

Sin ahondar en las definiciones, la autoridad es el ejercicio del mando o conducción de forma legítima y el autoritarismo es el ejercicio de la primera sin contar con un acuerdo o consenso participativo.

Parece ser que nuestro país en el tema de la pandemia está viviendo los efectos del desconcierto provocado por la novedad y desconocimiento del fenómeno, sumado a un peculiar momento político histórico.

El virus en si, no da cuartel.

La ciencia médica se esmera en salvar vidas, promover la prevención e integrar el antídoto.

Las fuerzas políticas luchan por ganar territorio y desgraciadamente la población queda a la deriva, víctima de los embates a través de los medios de comunicación y las decisiones gubernamentales, grupos todos dedicados a llevar agua a su molino.

Está claro que tenemos un problema, que los números publicados verdad o no, compiten con la realidad que percibimos.

Sabemos cada día de más personas enfermas, oímos que los hospitales están haciendo su mejor esfuerzo y que más gente muere víctima del mal.

Los semáforos son inciertos, voluntariosos y más que generar tranquilidad, alimentan las dudas de un manejo políticamente amañado.

El gobierno federal cuidando su imagen, insiste en lanzar un mensaje de toma de conciencia y buen manejo de la libertad, argumentando que el resultado ha sido bueno. Algunas voces reclaman, otras callan y un grupo numeroso simplemente ha decidido ignorarlo.

¿Pero, qué es lo que está ocurriendo?

Las calles de la ciudad están repletas de automóviles, el centro, los mercados, los centros comerciales y los supermercados abarrotados de compradores que sin mediar distancia confluyen buscando resolver por encima de cualquier riesgo, su necesidad de comprar.

Las tiendas lanzan sus miles de anzuelos, fiestas, reuniones, posadas y todo tipo de festejos a todo lo que dan.

Mensajes confusos que solo lastiman más al sector de la economía informal y las pequeñas empresas.

Contradicciones como que en los bancos la gente convive sin sana distancia, igual que en muchos lugares, pero a los músicos se les prohíbe trabajar.

Todas las medidas que el gobierno aporta como obligatorias no son más que una burla para una sociedad que no sabe, no quiere y tristemente no puede organizarse para resolver un problema.

¿En qué momento el gobierno tomará la batuta y ejercerá su misión de velar por el bienestar común?

Ciertamente vivimos en una especie de intento democrático y la libertad es un valor fundamental, pero y ¿el derecho a la vida?

Creo que es tiempo de que nuestras autoridades comprendan que aún por conveniencia les haría más populares frenar la pandemia, que esta ensalada mal hecha de decisiones encontradas, débiles e ineficaces.

Suspender las reuniones en espacios públicos, volver obligatorio el uso de caretas y cubrebocas, obsequiarlos si es preciso, suspender la venta presencial en centros comerciales y motivar el comercio en línea, cuidar el ingreso a los establecimientos comerciales de básicos, motivar el comercio para llevar, la normatividad de la sana distancia y permitir que todos los segmentos trabajen bajo la observación de las medidas sanitarias se vuelve casi la única opción.

¿Pero, será suficiente el mensaje del amor fraternal?

Honradamente no lo creo, pienso que el camino de las sanciones y el ejercicio de la autoridad con los evidentes límites legales, se vuelven el único camino con esperanza.

No acostumbramos resolver, por eso tenemos una pecera abierta al público con animales salvajes, cuando llueve nos inundamos, se ahoga gente en la playa, también por eso cualquier norte hace que quedemos sin luz y sin agua.

Necesitamos un gobierno que gobierne, que vele por el bien de la ciudadanía y eso seguramente podría hacer que empezáramos a creer.

Alguien debe quitarle al virus y a este pueblo imprudente, incapaz e inmaduro, el control de la pandemia.

Cuidémonos como al principio.

Quédate en casa.

REGENERACIÓN 19

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  • hey@gryita.com
  • Facebook Gryita Fuerte

Sin ahondar en las definiciones, la autoridad es el ejercicio del mando o conducción de forma legítima y el autoritarismo es el ejercicio de la primera sin contar con un acuerdo o consenso participativo.

Parece ser que nuestro país en el tema de la pandemia está viviendo los efectos del desconcierto provocado por la novedad y desconocimiento del fenómeno, sumado a un peculiar momento político histórico.

El virus en si, no da cuartel.

La ciencia médica se esmera en salvar vidas, promover la prevención e integrar el antídoto.

Las fuerzas políticas luchan por ganar territorio y desgraciadamente la población queda a la deriva, víctima de los embates a través de los medios de comunicación y las decisiones gubernamentales, grupos todos dedicados a llevar agua a su molino.

Está claro que tenemos un problema, que los números publicados verdad o no, compiten con la realidad que percibimos.

Sabemos cada día de más personas enfermas, oímos que los hospitales están haciendo su mejor esfuerzo y que más gente muere víctima del mal.

Los semáforos son inciertos, voluntariosos y más que generar tranquilidad, alimentan las dudas de un manejo políticamente amañado.

El gobierno federal cuidando su imagen, insiste en lanzar un mensaje de toma de conciencia y buen manejo de la libertad, argumentando que el resultado ha sido bueno. Algunas voces reclaman, otras callan y un grupo numeroso simplemente ha decidido ignorarlo.

¿Pero, qué es lo que está ocurriendo?

Las calles de la ciudad están repletas de automóviles, el centro, los mercados, los centros comerciales y los supermercados abarrotados de compradores que sin mediar distancia confluyen buscando resolver por encima de cualquier riesgo, su necesidad de comprar.

Las tiendas lanzan sus miles de anzuelos, fiestas, reuniones, posadas y todo tipo de festejos a todo lo que dan.

Mensajes confusos que solo lastiman más al sector de la economía informal y las pequeñas empresas.

Contradicciones como que en los bancos la gente convive sin sana distancia, igual que en muchos lugares, pero a los músicos se les prohíbe trabajar.

Todas las medidas que el gobierno aporta como obligatorias no son más que una burla para una sociedad que no sabe, no quiere y tristemente no puede organizarse para resolver un problema.

¿En qué momento el gobierno tomará la batuta y ejercerá su misión de velar por el bienestar común?

Ciertamente vivimos en una especie de intento democrático y la libertad es un valor fundamental, pero y ¿el derecho a la vida?

Creo que es tiempo de que nuestras autoridades comprendan que aún por conveniencia les haría más populares frenar la pandemia, que esta ensalada mal hecha de decisiones encontradas, débiles e ineficaces.

Suspender las reuniones en espacios públicos, volver obligatorio el uso de caretas y cubrebocas, obsequiarlos si es preciso, suspender la venta presencial en centros comerciales y motivar el comercio en línea, cuidar el ingreso a los establecimientos comerciales de básicos, motivar el comercio para llevar, la normatividad de la sana distancia y permitir que todos los segmentos trabajen bajo la observación de las medidas sanitarias se vuelve casi la única opción.

¿Pero, será suficiente el mensaje del amor fraternal?

Honradamente no lo creo, pienso que el camino de las sanciones y el ejercicio de la autoridad con los evidentes límites legales, se vuelven el único camino con esperanza.

No acostumbramos resolver, por eso tenemos una pecera abierta al público con animales salvajes, cuando llueve nos inundamos, se ahoga gente en la playa, también por eso cualquier norte hace que quedemos sin luz y sin agua.

Necesitamos un gobierno que gobierne, que vele por el bien de la ciudadanía y eso seguramente podría hacer que empezáramos a creer.

Alguien debe quitarle al virus y a este pueblo imprudente, incapaz e inmaduro, el control de la pandemia.

Cuidémonos como al principio.

Quédate en casa.

REGENERACIÓN 19

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