/ sábado 22 de mayo de 2021

Gryta.com, Fylosofía en expresión | Ideología y paz social

Estamos viviendo un momento histórico

Como humanidad vivimos como nunca una realidad globalizada, el planeta con sus daños evidentes, las diferentes luchas sociales se han recrudecido, algunos efectos de los daños en el tejido social están llegando a sus límites, el virus con todas sus manifestaciones y efectos ha sido un flagelo, todo nos une y al mismo tiempo nos separa.

México no es la excepción, estamos en medio de una etapa electoral que presenta matices nunca antes vistos, la batalla entre los diferentes actores políticos se ha vuelto brutal y los fenómenos que se desatan rebasan todo escenario que pudiera haberse anticipado.

¿Pero qué pasa con nosotros?

Nosotros, la población, somos la materia prima de toda forma de desarrollo.

Somos el capital humano del sistema de consumo, somos también el capital electoral de todas las diferentes fracciones, somos el segmento en riesgo y vehículo propagador del contagio a causa del virus, a la vez somos también las piezas que conforman el colectivo y de ahí hasta ser el valor fundamental, único e irremplazable de la micro célula que hoy representa nuestra familia y por último somos de forma individual nuestro único patrimonio real para con la vida.

Es totalmente normal e incluso necesario tener ideas, generar reflexiones, tomar posturas con respecto a los diferentes temas que tienen que ver con la vida nacional y con los acontecimientos del mundo en general.

Evidentemente dichas posturas tendrán que ver con nuestra cultura, entorno, educación, creencias, intereses, además de con nuestra experiencia entre otros factores, pero es sumamente importante tener en claro, que únicamente estamos hablando de nuestra percepción personal y no de una verdad absoluta.

Un fenómeno de la actualidad consiste en tomar posturas radicales que de alguna forma nublan la interacción y el intercambio de ideas dado que nos invitan a la separación y a asegurar que únicamente nuestro punto de vista, el cual por cierto es tremendamente subjetivo debido a ser el ensamble de muy diferentes líneas de información, es acertado y eso nos lleva a desautorizar, negar y pretender desaparecer todo lo que constituye “el otro”.

¿Pero cuál es el riesgo de esto?

Partamos del siguiente punto, hay mucho en juego.

Por lo tanto es natural que la influencia de todos los fenómenos que nos atañen como personas sea tan potente que de pronto lleguemos a mimetizarnos con algunas posturas, al nivel de defenderlas como si fueran parte integral de nosotros o nuestra realidad.

El tener una idea y pretender con ella construir cualquier tipo de escenario puede conducirnos al esfuerzo, a la lucha, a la búsqueda de adeptos o compañeros ideológicos, lo cual me parece correcto, pero tal vez deba existir en todo momento un punto medio.

Me refiero a la comprensión de que no es posible negar por completo que “el otro” existe, además que debe y tiene derecho de existir, ya que en un sentido idéntico somos lo mismo, además de que es tan probable coincidir como diferir, que no debemos aceptar lo ajeno completamente ni pretender instalar como absoluto lo propio ya que ambas alternativas terminarían por destruir ambos conceptos.

Más bien utilizar la razón, la tolerancia, el respeto, la compasión, el amor al prójimo para que en medio de nuestras diferencias no perdamos jamás el concepto de humanidad que debe permanecer como órgano rector y permitirnos incluso luchar por instalar nuestras ideas pero respetando en todo momento la vida de los demás y por ende la propia.

Es probable que en este tiempo se den escenarios complicados a causa de las diferencias y que incluso algunas deriven en fuertes desavenencias, sin excluir por completo el que algunos interesados pudieran buscarlas de forma deliberada.

Creo que es momento de reflexionar y comprender que nada, absolutamente nada es más importante que la vida, la libertad, la salud y la paz.

Estamos viviendo un momento histórico

Como humanidad vivimos como nunca una realidad globalizada, el planeta con sus daños evidentes, las diferentes luchas sociales se han recrudecido, algunos efectos de los daños en el tejido social están llegando a sus límites, el virus con todas sus manifestaciones y efectos ha sido un flagelo, todo nos une y al mismo tiempo nos separa.

México no es la excepción, estamos en medio de una etapa electoral que presenta matices nunca antes vistos, la batalla entre los diferentes actores políticos se ha vuelto brutal y los fenómenos que se desatan rebasan todo escenario que pudiera haberse anticipado.

¿Pero qué pasa con nosotros?

Nosotros, la población, somos la materia prima de toda forma de desarrollo.

Somos el capital humano del sistema de consumo, somos también el capital electoral de todas las diferentes fracciones, somos el segmento en riesgo y vehículo propagador del contagio a causa del virus, a la vez somos también las piezas que conforman el colectivo y de ahí hasta ser el valor fundamental, único e irremplazable de la micro célula que hoy representa nuestra familia y por último somos de forma individual nuestro único patrimonio real para con la vida.

Es totalmente normal e incluso necesario tener ideas, generar reflexiones, tomar posturas con respecto a los diferentes temas que tienen que ver con la vida nacional y con los acontecimientos del mundo en general.

Evidentemente dichas posturas tendrán que ver con nuestra cultura, entorno, educación, creencias, intereses, además de con nuestra experiencia entre otros factores, pero es sumamente importante tener en claro, que únicamente estamos hablando de nuestra percepción personal y no de una verdad absoluta.

Un fenómeno de la actualidad consiste en tomar posturas radicales que de alguna forma nublan la interacción y el intercambio de ideas dado que nos invitan a la separación y a asegurar que únicamente nuestro punto de vista, el cual por cierto es tremendamente subjetivo debido a ser el ensamble de muy diferentes líneas de información, es acertado y eso nos lleva a desautorizar, negar y pretender desaparecer todo lo que constituye “el otro”.

¿Pero cuál es el riesgo de esto?

Partamos del siguiente punto, hay mucho en juego.

Por lo tanto es natural que la influencia de todos los fenómenos que nos atañen como personas sea tan potente que de pronto lleguemos a mimetizarnos con algunas posturas, al nivel de defenderlas como si fueran parte integral de nosotros o nuestra realidad.

El tener una idea y pretender con ella construir cualquier tipo de escenario puede conducirnos al esfuerzo, a la lucha, a la búsqueda de adeptos o compañeros ideológicos, lo cual me parece correcto, pero tal vez deba existir en todo momento un punto medio.

Me refiero a la comprensión de que no es posible negar por completo que “el otro” existe, además que debe y tiene derecho de existir, ya que en un sentido idéntico somos lo mismo, además de que es tan probable coincidir como diferir, que no debemos aceptar lo ajeno completamente ni pretender instalar como absoluto lo propio ya que ambas alternativas terminarían por destruir ambos conceptos.

Más bien utilizar la razón, la tolerancia, el respeto, la compasión, el amor al prójimo para que en medio de nuestras diferencias no perdamos jamás el concepto de humanidad que debe permanecer como órgano rector y permitirnos incluso luchar por instalar nuestras ideas pero respetando en todo momento la vida de los demás y por ende la propia.

Es probable que en este tiempo se den escenarios complicados a causa de las diferencias y que incluso algunas deriven en fuertes desavenencias, sin excluir por completo el que algunos interesados pudieran buscarlas de forma deliberada.

Creo que es momento de reflexionar y comprender que nada, absolutamente nada es más importante que la vida, la libertad, la salud y la paz.