/ sábado 31 de octubre de 2020

Gryta.com, Fylosofía en expresión | La distancia que mata a la inteligencia

Ahora resulta que no pueden vivir sin convivir.

Parece que el virus aún no termina de dar la lección.

Algunos estados de la república mexicana están volviendo al semáforo rojo.

Se escuchan noticias de que las medidas sanitarias extremas empiezan a aflorar en algunas zonas del mundo ante inminentes rebrotes de la enfermedad.

Algunas personas hartas de escuchar y enterarse, abrumados por los periódicos, noticieros, redes sociales, conversaciones y demás manifestaciones del tema, han decidido ignorarlo y “que el mundo ruede”.

¿Ya nos olvidamos de dónde venimos?

Antes de la pandemia era común escuchar por ejemplo que gracias a los dispositivos electrónicos habíamos perdido el contacto interpersonal.

Que estos equipos han favorecido "el acercamiento de los que están lejos y el alejamiento de los que están cerca".

Que no lográbamos comunicarnos y que además estaba muy deteriorado el tejido social.

Personalmente me tocó participar en algunos foros primordialmente de nivel universitario, en los que el tema central era lograr proteger a los jóvenes de la esclavitud y manipulación de las redes sociales y ayudarlos a volver a la convivencia.

¿A qué me refiero con esto?

A que realmente vivíamos en una especie de aislamiento antes de la pandemia.

No por esto quiero sugerir que es correcto o favorable para la humanidad el vivir de esa forma.

Lo que trato de exponer es que es muy interesante cómo después de algunos meses de aislamiento parcial, en los cuales por necesidad han tenido que reducirse la movilidad y el acceso a los espacios públicos, la sociedad esté prácticamente en una "brutal crisis existencial" por no poder estrechar lazos físicamente con las demás personas.

Tampoco estoy diciendo que me parece fantástico que la economía se haya detenido, como ha ocurrido en algunos sectores, porque es algo que a todos de alguna forma nos ha afectado.

Hablo de cómo, ante la información supuesta de que los contagios empezaban a bajar y que estábamos pudiendo lograr mejores números, la reacción haya sido salir a la calle e ignorar los cuidados preventivos.

Tampoco estamos hablando de quien sale a trabajar para traer a casa el pan o de quienes salen a adquirir bienes y servicios necesarios y que además apoyan el comercio.

Me refiero a los que en su “desesperación brutal” por el roce social, no pueden evitar hacer sus bodas, bautizos, fiestas, reuniones, deportes grupales de contacto y demás actividades recreativas y además no pueden incluir en estos eventos normas básicas pero estrictas de distanciamiento social y cuidado sanitario.

También a toda la gente que actualmente puede verse en parques y paseos públicos, centros comerciales, mercados, plazas, sin observar la sana distancia, ni el uso del cubrebocas, medidas que hasta hoy parecen ser las únicas que sumadas al lavado de manos podrían apoyar la disminución del contagio masivo.

No creo que la solución sea que el gobierno deba realizar actos de autoritarismo y así suprimir la movilidad, porque volvemos al problema del comercio, pienso que debería hacer una verdadera campaña, intensa, efectiva, por todos los medios posibles sobre la gravedad del problema.

Como cuando están tratando de obtener un cargo gubernamental, o buscan mover la opinión pública a un fin preestablecido.

Concienciar a la población sobre el altísimo riesgo de manera que podamos hacer un esfuerzo y seguir las instrucciones para poder regresar a una movilidad admisible y que, mínimo, nos permita la subsistencia de todos.

Por ahora, gracias a no entender, es muy posible que algunos de los que se desbordaron a la convivencia enfrenten al virus y que las medidas del semáforo rojo vuelvan a afectar fuertemente a los empresarios, comerciantes, empleados, trabajadores informales y a la sociedad en general.

Creo que es posible lograrlo si tan sólo pudiéramos organizarnos.

Pero es muy difícil, ¿verdad?

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19

Ahora resulta que no pueden vivir sin convivir.

Parece que el virus aún no termina de dar la lección.

Algunos estados de la república mexicana están volviendo al semáforo rojo.

Se escuchan noticias de que las medidas sanitarias extremas empiezan a aflorar en algunas zonas del mundo ante inminentes rebrotes de la enfermedad.

Algunas personas hartas de escuchar y enterarse, abrumados por los periódicos, noticieros, redes sociales, conversaciones y demás manifestaciones del tema, han decidido ignorarlo y “que el mundo ruede”.

¿Ya nos olvidamos de dónde venimos?

Antes de la pandemia era común escuchar por ejemplo que gracias a los dispositivos electrónicos habíamos perdido el contacto interpersonal.

Que estos equipos han favorecido "el acercamiento de los que están lejos y el alejamiento de los que están cerca".

Que no lográbamos comunicarnos y que además estaba muy deteriorado el tejido social.

Personalmente me tocó participar en algunos foros primordialmente de nivel universitario, en los que el tema central era lograr proteger a los jóvenes de la esclavitud y manipulación de las redes sociales y ayudarlos a volver a la convivencia.

¿A qué me refiero con esto?

A que realmente vivíamos en una especie de aislamiento antes de la pandemia.

No por esto quiero sugerir que es correcto o favorable para la humanidad el vivir de esa forma.

Lo que trato de exponer es que es muy interesante cómo después de algunos meses de aislamiento parcial, en los cuales por necesidad han tenido que reducirse la movilidad y el acceso a los espacios públicos, la sociedad esté prácticamente en una "brutal crisis existencial" por no poder estrechar lazos físicamente con las demás personas.

Tampoco estoy diciendo que me parece fantástico que la economía se haya detenido, como ha ocurrido en algunos sectores, porque es algo que a todos de alguna forma nos ha afectado.

Hablo de cómo, ante la información supuesta de que los contagios empezaban a bajar y que estábamos pudiendo lograr mejores números, la reacción haya sido salir a la calle e ignorar los cuidados preventivos.

Tampoco estamos hablando de quien sale a trabajar para traer a casa el pan o de quienes salen a adquirir bienes y servicios necesarios y que además apoyan el comercio.

Me refiero a los que en su “desesperación brutal” por el roce social, no pueden evitar hacer sus bodas, bautizos, fiestas, reuniones, deportes grupales de contacto y demás actividades recreativas y además no pueden incluir en estos eventos normas básicas pero estrictas de distanciamiento social y cuidado sanitario.

También a toda la gente que actualmente puede verse en parques y paseos públicos, centros comerciales, mercados, plazas, sin observar la sana distancia, ni el uso del cubrebocas, medidas que hasta hoy parecen ser las únicas que sumadas al lavado de manos podrían apoyar la disminución del contagio masivo.

No creo que la solución sea que el gobierno deba realizar actos de autoritarismo y así suprimir la movilidad, porque volvemos al problema del comercio, pienso que debería hacer una verdadera campaña, intensa, efectiva, por todos los medios posibles sobre la gravedad del problema.

Como cuando están tratando de obtener un cargo gubernamental, o buscan mover la opinión pública a un fin preestablecido.

Concienciar a la población sobre el altísimo riesgo de manera que podamos hacer un esfuerzo y seguir las instrucciones para poder regresar a una movilidad admisible y que, mínimo, nos permita la subsistencia de todos.

Por ahora, gracias a no entender, es muy posible que algunos de los que se desbordaron a la convivencia enfrenten al virus y que las medidas del semáforo rojo vuelvan a afectar fuertemente a los empresarios, comerciantes, empleados, trabajadores informales y a la sociedad en general.

Creo que es posible lograrlo si tan sólo pudiéramos organizarnos.

Pero es muy difícil, ¿verdad?

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19