/ sábado 15 de mayo de 2021

Gryta.com, Fylosofía en expresión | La muerte no vale nada

Somos números para el sistema

La vida como expresión conceptual pareciera ser eterna y probablemente desde este punto de vista lo es, pero como experiencia es finita.

Hemos generado un profundo vacío existencial debido también en mi opinión a la fórmula letal que involucra la educación, la cultura, la religión y la política en el caldo de cultivo del sistema de consumo, por lo que la necesidad de vivir y alcanzar la felicidad se vuelve un imperativo y pierde dimensión ante una mente ofendida a causa del único fenómeno brutalmente seguro, conclusión y limitante de su poder que es la muerte.

El hecho de no aceptar la finitud de la existencia pudiera ser la causa de querer, creer o necesitar disfrutar o atragantarse de todos los placeres juntos, principio fundamental del consumismo, busca, obtén, genera para tener, pero jamás te llenes, ni encuentres, ni logres lo suficiente.

¿Pero en qué momento este sistema rebasó los límites del truco o la postura de la subliminalidad para volverse parte del formato abierto, descarado y vil de las corrientes ideológicas y las políticas públicas?

La muerte, tiene en sí misma un significado.

Efectivamente es el gran remate de un principio fundamental, es el cierre de todos los postulados, el principio de la eternidad por supuesto y finalmente la cura de esto que hoy constituye la enfermedad o proceso crítico de vivir.

Aquel acontecimiento trágico, inaceptable debido al dolor que la cercanía con los nuestros provocaba el ritual, la velación, el luto, el cementerio, las flores, el llanto, el cruce del río, sigue vigente pero solo como un asunto propio de la célula familiar, mas no así en el colectivo.

Pareciera que en el momento en que “el ser” deja de serlo, el sistema borrara su nombre, su historia y todo aquello que pudo haber sembrado el usuario y lo reduce a materia de desecho.

Hoy la muerte es un número negro, sin temperatura, sin soundtrack, sin espacio ni lugar.

Los vivos mueren, para desaparecer sin funeral, conveniente acto para el sistema, pero también para sus beneficiarios, los responsables de las grandes tragedias que hoy mantienen a la humanidad mirando al suelo, abrazada al miedo y obediente ante la incertidumbre a la búsqueda de su final a través de la incontenible voracidad de sus instintos.

Ya no hay responsables, no son necesarios, todo se concentra en las cuentas, las estadísticas, la pelea por el poder, hoy ya no interesa quien muere sino como continuamos produciendo y avanzando velozmente hacia la nada.

Pero tal vez no nos damos cuenta de que, de la misma forma en que la muerte ha dejado de tener importancia y se ha convertido en un dato, automáticamente hacemos lo mismo con la vida.

Hoy los muertos ya no tienen nombre ni apellido, hoy son 219,590 tan solo los registrados que han perdido la vida por el virus en México, de los más de 125 millones de habitantes solo hay 14,368,460 vacunados y sin embargo se aceptan y promueven actos públicos sin las medidas necesarias.

En la línea 12 del metro murieron 24 personas y les parece que son pocas.

Según el Inegi 10 mujeres son asesinadas diariamente en nuestro país.

Las muertes causadas por enfermedades que pudieron prevenirse, los ataques de cocodrilos que como han matado sólo pocas personas siguen en la Laguna en espera de que vengan al menos a contarlos y a conocerlos.

Así hoy vivimos en la zona el problema del agua, por falta de previsión.

Cuando una persona muere, es un mundo el que lo vive.

¿Se imagina la lista con los nombres de los muertos y los afectados?

Los números no caben en nuestra lógica, los responsables tampoco.

Creo que es tiempo de revalorizar la muerte para que tal vez podamos valorar la vida.

No hay disculpas, ni indemnizaciones, ni monumentos, ni discursos, ni homenajes, ni nada que pueda remediar la pérdida de alguien que se ama y menos si esto tiene que ver con negligencia e incapacidad.

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

RE-GENERACIÓN 19

Somos números para el sistema

La vida como expresión conceptual pareciera ser eterna y probablemente desde este punto de vista lo es, pero como experiencia es finita.

Hemos generado un profundo vacío existencial debido también en mi opinión a la fórmula letal que involucra la educación, la cultura, la religión y la política en el caldo de cultivo del sistema de consumo, por lo que la necesidad de vivir y alcanzar la felicidad se vuelve un imperativo y pierde dimensión ante una mente ofendida a causa del único fenómeno brutalmente seguro, conclusión y limitante de su poder que es la muerte.

El hecho de no aceptar la finitud de la existencia pudiera ser la causa de querer, creer o necesitar disfrutar o atragantarse de todos los placeres juntos, principio fundamental del consumismo, busca, obtén, genera para tener, pero jamás te llenes, ni encuentres, ni logres lo suficiente.

¿Pero en qué momento este sistema rebasó los límites del truco o la postura de la subliminalidad para volverse parte del formato abierto, descarado y vil de las corrientes ideológicas y las políticas públicas?

La muerte, tiene en sí misma un significado.

Efectivamente es el gran remate de un principio fundamental, es el cierre de todos los postulados, el principio de la eternidad por supuesto y finalmente la cura de esto que hoy constituye la enfermedad o proceso crítico de vivir.

Aquel acontecimiento trágico, inaceptable debido al dolor que la cercanía con los nuestros provocaba el ritual, la velación, el luto, el cementerio, las flores, el llanto, el cruce del río, sigue vigente pero solo como un asunto propio de la célula familiar, mas no así en el colectivo.

Pareciera que en el momento en que “el ser” deja de serlo, el sistema borrara su nombre, su historia y todo aquello que pudo haber sembrado el usuario y lo reduce a materia de desecho.

Hoy la muerte es un número negro, sin temperatura, sin soundtrack, sin espacio ni lugar.

Los vivos mueren, para desaparecer sin funeral, conveniente acto para el sistema, pero también para sus beneficiarios, los responsables de las grandes tragedias que hoy mantienen a la humanidad mirando al suelo, abrazada al miedo y obediente ante la incertidumbre a la búsqueda de su final a través de la incontenible voracidad de sus instintos.

Ya no hay responsables, no son necesarios, todo se concentra en las cuentas, las estadísticas, la pelea por el poder, hoy ya no interesa quien muere sino como continuamos produciendo y avanzando velozmente hacia la nada.

Pero tal vez no nos damos cuenta de que, de la misma forma en que la muerte ha dejado de tener importancia y se ha convertido en un dato, automáticamente hacemos lo mismo con la vida.

Hoy los muertos ya no tienen nombre ni apellido, hoy son 219,590 tan solo los registrados que han perdido la vida por el virus en México, de los más de 125 millones de habitantes solo hay 14,368,460 vacunados y sin embargo se aceptan y promueven actos públicos sin las medidas necesarias.

En la línea 12 del metro murieron 24 personas y les parece que son pocas.

Según el Inegi 10 mujeres son asesinadas diariamente en nuestro país.

Las muertes causadas por enfermedades que pudieron prevenirse, los ataques de cocodrilos que como han matado sólo pocas personas siguen en la Laguna en espera de que vengan al menos a contarlos y a conocerlos.

Así hoy vivimos en la zona el problema del agua, por falta de previsión.

Cuando una persona muere, es un mundo el que lo vive.

¿Se imagina la lista con los nombres de los muertos y los afectados?

Los números no caben en nuestra lógica, los responsables tampoco.

Creo que es tiempo de revalorizar la muerte para que tal vez podamos valorar la vida.

No hay disculpas, ni indemnizaciones, ni monumentos, ni discursos, ni homenajes, ni nada que pueda remediar la pérdida de alguien que se ama y menos si esto tiene que ver con negligencia e incapacidad.

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

RE-GENERACIÓN 19