/ sábado 20 de marzo de 2021

Gryta.com, Fylosofía en expresión | La transformación de la ilusión

Es sumamente esperanzador y sensible escuchar al Presidente López Obrador en cada oportunidad lógica o creada durante la ráfaga de cuestionamientos, entre interesantes, tendenciosos, coherentes e inútiles que recibe en la conferencia mañanera, soltar su discurso en favor de la democracia.

Todo su ideario plagado de conceptos, citas históricas, remembranzas, ironías, acusaciones, recordatorios que impidan al pueblo olvidar de qué se trata la transformación de México, así como de los límites saludables que él propone entre las diferencias de opinión, la autocrítica, la libertad de expresión y la mesura que lo libre del traspaso de la frontera invisible que separa a los adversarios de los enemigos, que lo más probable es que no exista en la política nacional.

El pañuelo blanco libre de corrupción, el proyecto de nación en un solo pie, el toque de madera ante la posible vuelta atrás, la ponencia en parcialidades del conservadurismo, la exhibición de las primeras planas de los periódicos conservadores que asegura no haber visto, las ingeniosas frases acuñadas por su mente prodigiosa, “pobre es el pobre que piensa que el pueblo es pobre”, “abrazos no balazos”, “me canso ganso” y otras, además del permanente recordatorio del pensamiento juarista.

Sumado si, a las acciones tomadas en favor de caminar hacia las soluciones de los diferentes conflictos a los que se enfrenta, en los renglones que implican dirigir los destinos del país, la búsqueda de soluciones, la conciliación de partes, el crecimiento, el desarrollo, las relaciones internacionales, la salud, la necesidad de defenderse de la encarnizada batalla por mal informar cualquiera de sus decisiones, comentarios e incluso gestos, además del nuevo microscopio de la opinión pública que el día de hoy se utiliza para examinar los actos gubernamentales y que en el pasado al menos de esa forma milimétrica brillaba por su ausencia.

El tratar de mantener el equilibrio entre la realidad constitucional y la guerra partidista, conservar su postura de respetar las distancias aún a costa del tremendo peso histórico que le castiga con poner en tela de juicio su respetabilidad, al no incluir comentarios claros y precisos sobre los evidentes descarrilamientos que comete su partido, al que puede negar por hoy la militancia pero no el liderazgo moral, ni la deuda política de haberlo encumbrado y que le ha permitido al menos iniciar a “barrer las escaleras de arriba para abajo”.

¿Pero qué es lo que se ve desde abajo de la escalera?

Un gobierno plagado de personajes propios del cine de ficción, un reparto de políticos traslúcidos que camaleónicamente van tomando el color que buenamente corresponde a sus intereses, actores de reparto de la vieja y desgastada obra de la política mexicana.

Ahora, esto parece ser inevitable, el líder se encuentra muy lejos de esta realidad, parece también que sus líneas de comunicación se encuentran dañadas o intervenidas, debido a que seguimos viendo cómo el pastel se sigue repartiendo entre los mismos de siempre, de ahí el descontento de la base de su partido.

Creo que el Presidente tiene una noble intención, también me parece una persona que ha trabajado en favor de la patria y pienso que el tiempo le dará la razón en muchas cosas, pero por ahora, aquí desde el sótano del edificio de la nación, pienso que debemos ser objetivos para poder analizar el escenario.

Sería bueno revisar uno por uno los personajes que apoyaremos con nuestro voto, quiénes son, de dónde vienen, cuál ha sido su trayectoria, por qué es que han cambiado de color, con qué ideas se identifican, quiénes los recomiendan, de modo de que no tomemos decisiones ligeras, ni viscerales que no aporten al bienestar común y no sumen a la verdadera gesta de un cambio para México. No nos dejemos engañar, no todos los adoptados son malos, ni todos los naturales son buenos.

Es sumamente esperanzador y sensible escuchar al Presidente López Obrador en cada oportunidad lógica o creada durante la ráfaga de cuestionamientos, entre interesantes, tendenciosos, coherentes e inútiles que recibe en la conferencia mañanera, soltar su discurso en favor de la democracia.

Todo su ideario plagado de conceptos, citas históricas, remembranzas, ironías, acusaciones, recordatorios que impidan al pueblo olvidar de qué se trata la transformación de México, así como de los límites saludables que él propone entre las diferencias de opinión, la autocrítica, la libertad de expresión y la mesura que lo libre del traspaso de la frontera invisible que separa a los adversarios de los enemigos, que lo más probable es que no exista en la política nacional.

El pañuelo blanco libre de corrupción, el proyecto de nación en un solo pie, el toque de madera ante la posible vuelta atrás, la ponencia en parcialidades del conservadurismo, la exhibición de las primeras planas de los periódicos conservadores que asegura no haber visto, las ingeniosas frases acuñadas por su mente prodigiosa, “pobre es el pobre que piensa que el pueblo es pobre”, “abrazos no balazos”, “me canso ganso” y otras, además del permanente recordatorio del pensamiento juarista.

Sumado si, a las acciones tomadas en favor de caminar hacia las soluciones de los diferentes conflictos a los que se enfrenta, en los renglones que implican dirigir los destinos del país, la búsqueda de soluciones, la conciliación de partes, el crecimiento, el desarrollo, las relaciones internacionales, la salud, la necesidad de defenderse de la encarnizada batalla por mal informar cualquiera de sus decisiones, comentarios e incluso gestos, además del nuevo microscopio de la opinión pública que el día de hoy se utiliza para examinar los actos gubernamentales y que en el pasado al menos de esa forma milimétrica brillaba por su ausencia.

El tratar de mantener el equilibrio entre la realidad constitucional y la guerra partidista, conservar su postura de respetar las distancias aún a costa del tremendo peso histórico que le castiga con poner en tela de juicio su respetabilidad, al no incluir comentarios claros y precisos sobre los evidentes descarrilamientos que comete su partido, al que puede negar por hoy la militancia pero no el liderazgo moral, ni la deuda política de haberlo encumbrado y que le ha permitido al menos iniciar a “barrer las escaleras de arriba para abajo”.

¿Pero qué es lo que se ve desde abajo de la escalera?

Un gobierno plagado de personajes propios del cine de ficción, un reparto de políticos traslúcidos que camaleónicamente van tomando el color que buenamente corresponde a sus intereses, actores de reparto de la vieja y desgastada obra de la política mexicana.

Ahora, esto parece ser inevitable, el líder se encuentra muy lejos de esta realidad, parece también que sus líneas de comunicación se encuentran dañadas o intervenidas, debido a que seguimos viendo cómo el pastel se sigue repartiendo entre los mismos de siempre, de ahí el descontento de la base de su partido.

Creo que el Presidente tiene una noble intención, también me parece una persona que ha trabajado en favor de la patria y pienso que el tiempo le dará la razón en muchas cosas, pero por ahora, aquí desde el sótano del edificio de la nación, pienso que debemos ser objetivos para poder analizar el escenario.

Sería bueno revisar uno por uno los personajes que apoyaremos con nuestro voto, quiénes son, de dónde vienen, cuál ha sido su trayectoria, por qué es que han cambiado de color, con qué ideas se identifican, quiénes los recomiendan, de modo de que no tomemos decisiones ligeras, ni viscerales que no aporten al bienestar común y no sumen a la verdadera gesta de un cambio para México. No nos dejemos engañar, no todos los adoptados son malos, ni todos los naturales son buenos.