/ sábado 20 de febrero de 2021

Gryta.com, Fylosofía en expresión | ¿Y la salud mental?

Efusivos algunos, otros pusilánimes, también los medianamente preocupados, pero la mayor parte de nosotros nos hemos pronunciado durante la crisis sanitaria que vive el planeta.

Las opiniones son variadas, van desde las que piensan que es un mito, hasta las que consideran estar inmersas en un sistema brutal de exterminio que pretende ecualizar el volumen poblacional, pasando por las teorías conspiranoicas, que culpan en definitiva a grupos radicales que controlan secretamente desde una cúpula los destinos de la tierra.

Pero algunas cuestiones me parecen dignas de analizar.

Para la mitad del año pasado aproximadamente 2,500 millones de personas habían vivido los efectos del confinamiento, más de 9 millones habían enfermado y casi 500,000 habían muerto.

Estamos a punto de cumplir un año en “cuarentena”.

Algunas cosas han quedado de manifiesto, por ejemplo, que aún como humanidad somos adaptables, resilientes y resistentes.

Que tenemos aún datos de comunidad y buscamos preservar la especie.

¿Pero qué hay de la salud mental?

¿Nos hemos puesto a pensar, qué clase de grupo humano será el sobreviviente de este fenómeno?

Si bien las autoridades del mundo han generado enormes esfuerzos para crear el antídoto que pudiera protegernos y evitar la mortandad, que finalmente al menos en etapas tempranas es a lo que puede aspirarse con la vacuna e incluso la búsqueda de un tratamiento para atender a quien ya está enfermo, además de buscar los mecanismos niveladores de la tremenda crisis económica que ha venido de la mano del virus, parece ser que han olvidado que el someter a los seres humanos a una condición de “cautiverio”, lo más seguro es que traiga consecuencias.

Los números aún están en gestación, esto no ha terminado.

Actualmente se habla de incrementos en casos de maltrato, estrés, violencia intrafamiliar, disoluciones matrimoniales, ingesta de sustancias, adicciones, depresión, violencia de género y feminicidios por mencionar algunos.

¿Pero qué pasará cuando esto termine, si es que termina?

Pareciera que la importancia de atender la salud mental no ha sufrido un incremento proporcional al de la enfermedad del cuerpo.

Además de la atención que requieren las personas que han pasado por la enfermedad y sobre todo los que la han vivido en su forma más grave, sin desestimar los efectos que en todos pudiera causar el temor y la incertidumbre, me refiero a las que son afectadas por el confinamiento.

El miedo a no poder afrontar el cumplimiento de las obligaciones al no encontrar nuevas oportunidades laborales o productivas, el deterioro físico inminente a causa del encierro, el estrés, la ansiedad, los casos de depresión nuevos y preexistentes hoy exacerbados por las condiciones, sin contar la posibilidad de vivir un repunte repentino de casos de suicidio, intento del mismo y autolesiones.

¿Será acaso posible que vivamos como grupo humano una crisis emocional semejante a la que viven por ejemplo los combatientes en guerras, hablando de los relacionados con los sistemas de salud y el resto como pueblos afectados?

Creo que estamos a tiempo de reaccionar y hacer fuerza para poder implementar sistemas que al igual que el educativo o el sanitario, busquen de forma ordenada y sistemática acercar mecanismos, herramientas y servicios de atención personalizada en el tema emocional, a la población en general.

No nos olvidemos que serán los sobrevivientes a quienes les tocará rearmar la economía y restablecer el funcionamiento de lo que quede reparable, además de crear nuevos escenarios para preservar la vida, así como también enfrentar todas las posibles y bastante probables adversidades semejantes a lo sucedido últimamente.

Guerras, nuevas enfermedades, cambios climáticos y demás calamidades.

¿Se imagina usted que surgiera otra amenaza biológica y le dijeran que esto vuelve a empezar?

No hay ninguna clase de salud sin salud mental.

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

RE-GENERACIÓN 19

Efusivos algunos, otros pusilánimes, también los medianamente preocupados, pero la mayor parte de nosotros nos hemos pronunciado durante la crisis sanitaria que vive el planeta.

Las opiniones son variadas, van desde las que piensan que es un mito, hasta las que consideran estar inmersas en un sistema brutal de exterminio que pretende ecualizar el volumen poblacional, pasando por las teorías conspiranoicas, que culpan en definitiva a grupos radicales que controlan secretamente desde una cúpula los destinos de la tierra.

Pero algunas cuestiones me parecen dignas de analizar.

Para la mitad del año pasado aproximadamente 2,500 millones de personas habían vivido los efectos del confinamiento, más de 9 millones habían enfermado y casi 500,000 habían muerto.

Estamos a punto de cumplir un año en “cuarentena”.

Algunas cosas han quedado de manifiesto, por ejemplo, que aún como humanidad somos adaptables, resilientes y resistentes.

Que tenemos aún datos de comunidad y buscamos preservar la especie.

¿Pero qué hay de la salud mental?

¿Nos hemos puesto a pensar, qué clase de grupo humano será el sobreviviente de este fenómeno?

Si bien las autoridades del mundo han generado enormes esfuerzos para crear el antídoto que pudiera protegernos y evitar la mortandad, que finalmente al menos en etapas tempranas es a lo que puede aspirarse con la vacuna e incluso la búsqueda de un tratamiento para atender a quien ya está enfermo, además de buscar los mecanismos niveladores de la tremenda crisis económica que ha venido de la mano del virus, parece ser que han olvidado que el someter a los seres humanos a una condición de “cautiverio”, lo más seguro es que traiga consecuencias.

Los números aún están en gestación, esto no ha terminado.

Actualmente se habla de incrementos en casos de maltrato, estrés, violencia intrafamiliar, disoluciones matrimoniales, ingesta de sustancias, adicciones, depresión, violencia de género y feminicidios por mencionar algunos.

¿Pero qué pasará cuando esto termine, si es que termina?

Pareciera que la importancia de atender la salud mental no ha sufrido un incremento proporcional al de la enfermedad del cuerpo.

Además de la atención que requieren las personas que han pasado por la enfermedad y sobre todo los que la han vivido en su forma más grave, sin desestimar los efectos que en todos pudiera causar el temor y la incertidumbre, me refiero a las que son afectadas por el confinamiento.

El miedo a no poder afrontar el cumplimiento de las obligaciones al no encontrar nuevas oportunidades laborales o productivas, el deterioro físico inminente a causa del encierro, el estrés, la ansiedad, los casos de depresión nuevos y preexistentes hoy exacerbados por las condiciones, sin contar la posibilidad de vivir un repunte repentino de casos de suicidio, intento del mismo y autolesiones.

¿Será acaso posible que vivamos como grupo humano una crisis emocional semejante a la que viven por ejemplo los combatientes en guerras, hablando de los relacionados con los sistemas de salud y el resto como pueblos afectados?

Creo que estamos a tiempo de reaccionar y hacer fuerza para poder implementar sistemas que al igual que el educativo o el sanitario, busquen de forma ordenada y sistemática acercar mecanismos, herramientas y servicios de atención personalizada en el tema emocional, a la población en general.

No nos olvidemos que serán los sobrevivientes a quienes les tocará rearmar la economía y restablecer el funcionamiento de lo que quede reparable, además de crear nuevos escenarios para preservar la vida, así como también enfrentar todas las posibles y bastante probables adversidades semejantes a lo sucedido últimamente.

Guerras, nuevas enfermedades, cambios climáticos y demás calamidades.

¿Se imagina usted que surgiera otra amenaza biológica y le dijeran que esto vuelve a empezar?

No hay ninguna clase de salud sin salud mental.

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

RE-GENERACIÓN 19