/ martes 19 de febrero de 2019

Guardameta profesional, antes que Premio Nobel de Literatura

La sencillez y naturalidad son el supremo y último fin de la cultura.

Los argelinos no han podido asimilar aquella vieja frase que dice “Culpa es de los tiempos y no de España”. Tengo por ahí entre mis apuntes, la triste experiencia de tres futbolistas argelinos que formaban parte de un movimiento terrorista contrario a Francia, en donde jugaban profesionalmente en 1959, es una historia muy interesante que nos muestra que tampoco al gobierno francés le ha interesado mejorar su relación con el nuevo gobierno argelino. La historia de Argelia es bien conocida, un país con un largo sufrimiento, que no acaba de conseguir su desarrollo económico y social, que se encuentra expuesta a fuertes tensiones con el islamismo más radical, problemas que naturalmente involucran a Francia, llegando a afectar incluso a jugadores profesionales como es el caso de Erik Benzema, a quien se margina de la selección por acusaciones absurdas, de las que, después de haber sido legalmente desechadas, el castigo permanece por disposición de un poderoso político francés.

Seguramente, la mayoría de ustedes conoce a la perfección la figura literaria de Albert Camus (Argelia, 7 de noviembre de 1913) e incluso habrá leído alguna de sus grandes obras, como “La Peste” o “El Extranjero”, esta última que le significó el Premio Nobel de 1957. Pero lo que posiblemente no sepan es que el argelino, antes que escritor, fue un prometedor guardameta, y que pese a su prematuro retiro a causa de una tuberculosis, continuó presente en el futbol, tanto en su vida como en sus obras, con más de un libro dedicado al deporte rey.

Sus primeros contactos con el balón fueron desde pequeño, en el colegio público en que estudiaba esperaba ansioso el recreo para tomar el balón y divertirse con sus compañeros, tal y como ha contado Camus en más de una ocasión. Algunas veces jugaba de delantero, pero era bajo los palos donde mejor lucía. Tanto le gustaba que en esos años decidió formar parte de un equipo, el Montpensier. De aquella época recuerda Camus, “aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga”. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre, lo que se dice, derecha”. Un año después pasó a enrolarse al Racing Universitario de Argel, equipo juvenil semiprofesional con el que recorrió todos los estadios, dándose a conocer como un gran guardameta. Camus disfrutaba en un campo de futbol como en ningún otro lado. “Me devoraba la impaciencia del día del entrenamiento y el del partido”

Sobre el equipo, el escritor asegura que se lo pasaba en grande y que jugaban muy bien, pero que siempre perdían los partidos que debían ganar. Eso hizo que se despertara un cariño inusitado en todo el país, con su portero como una de las principales figuras. A él no le importaba; de hecho esa era la razón por la que disfrutaba tanto, “ no solo por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también con el estúpido deseo de llorar en las noches luego de una derrota”. Pero cuando más estaba disfrutando, a causa de importantes victorias, sobre todo cuando se estaba comenzando a vincular al portero con equipos de mayor calado, le fue detectada una tuberculosis que le obligó a abandonar la práctica del fut-bol.

A pesar de ello, Camus continúo ligado en la medida de lo posible al deporte que amaba. Una vez establecido en Francia, donde desarrollaría la mayor parte de su vida, se hizo seguidor del Racing Club, según él únicamente porque usaban las mismas camisetas que el RUA, como era conocido su anterior equipo en Argelia. Por aquel tiempo, yo escuchaba y leía mucho del Racing de París, con una historia más rica que la del PSG, que se levantó con la llegada de los Jekes, mientras que el Racing desaparecía víctima de una grave crisis económica. Así, Camus tuvo que dedicar su tiempo a su otra gran afición, las letras, en donde pudo encontrar un hueco para alabar al futbol. Más allá de la aparición de uno o más personajes vinculados al mundo del balón en alguna de sus obras, como en “La Peste”. Fue a través de varios artículos donde halló el mejor modo de seguir hablando de su gran pasión.

Y a cada ocasión que tenía, hablaba de ello, de su pasión, de la belleza del futbol, de su admiración al Racing Universitario de Argel y al Racing Club de París y, sobre todo de su carrera truncada. Y es que, como dice el propio Camus, “los partidos del domingo en un estadio repleto de gente y el teatro, lugares que amé con una pasión sin igual, son los únicos sitios en el mundo en los que me siento inocente”. No obstante cuando, con el Nobel ya en sus manos, un periodista le preguntó en una ocasión qué hubiese elegido, el futbol o el teatro si su salud se lo hubiese permitido, Camus respondió sin titubear, “el futbol, sin duda”... La historia de este gran personaje, como la de Nabokov, Schostakovich, García Márquez, Vargas Llosa, maestros en su arte y amantes del futbol, dejan muy claro en mí todo aquello que debo decir a un niño cuando tenga que hablarle de futbol.

Hasta pronto amigo.

La sencillez y naturalidad son el supremo y último fin de la cultura.

Los argelinos no han podido asimilar aquella vieja frase que dice “Culpa es de los tiempos y no de España”. Tengo por ahí entre mis apuntes, la triste experiencia de tres futbolistas argelinos que formaban parte de un movimiento terrorista contrario a Francia, en donde jugaban profesionalmente en 1959, es una historia muy interesante que nos muestra que tampoco al gobierno francés le ha interesado mejorar su relación con el nuevo gobierno argelino. La historia de Argelia es bien conocida, un país con un largo sufrimiento, que no acaba de conseguir su desarrollo económico y social, que se encuentra expuesta a fuertes tensiones con el islamismo más radical, problemas que naturalmente involucran a Francia, llegando a afectar incluso a jugadores profesionales como es el caso de Erik Benzema, a quien se margina de la selección por acusaciones absurdas, de las que, después de haber sido legalmente desechadas, el castigo permanece por disposición de un poderoso político francés.

Seguramente, la mayoría de ustedes conoce a la perfección la figura literaria de Albert Camus (Argelia, 7 de noviembre de 1913) e incluso habrá leído alguna de sus grandes obras, como “La Peste” o “El Extranjero”, esta última que le significó el Premio Nobel de 1957. Pero lo que posiblemente no sepan es que el argelino, antes que escritor, fue un prometedor guardameta, y que pese a su prematuro retiro a causa de una tuberculosis, continuó presente en el futbol, tanto en su vida como en sus obras, con más de un libro dedicado al deporte rey.

Sus primeros contactos con el balón fueron desde pequeño, en el colegio público en que estudiaba esperaba ansioso el recreo para tomar el balón y divertirse con sus compañeros, tal y como ha contado Camus en más de una ocasión. Algunas veces jugaba de delantero, pero era bajo los palos donde mejor lucía. Tanto le gustaba que en esos años decidió formar parte de un equipo, el Montpensier. De aquella época recuerda Camus, “aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga”. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre, lo que se dice, derecha”. Un año después pasó a enrolarse al Racing Universitario de Argel, equipo juvenil semiprofesional con el que recorrió todos los estadios, dándose a conocer como un gran guardameta. Camus disfrutaba en un campo de futbol como en ningún otro lado. “Me devoraba la impaciencia del día del entrenamiento y el del partido”

Sobre el equipo, el escritor asegura que se lo pasaba en grande y que jugaban muy bien, pero que siempre perdían los partidos que debían ganar. Eso hizo que se despertara un cariño inusitado en todo el país, con su portero como una de las principales figuras. A él no le importaba; de hecho esa era la razón por la que disfrutaba tanto, “ no solo por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también con el estúpido deseo de llorar en las noches luego de una derrota”. Pero cuando más estaba disfrutando, a causa de importantes victorias, sobre todo cuando se estaba comenzando a vincular al portero con equipos de mayor calado, le fue detectada una tuberculosis que le obligó a abandonar la práctica del fut-bol.

A pesar de ello, Camus continúo ligado en la medida de lo posible al deporte que amaba. Una vez establecido en Francia, donde desarrollaría la mayor parte de su vida, se hizo seguidor del Racing Club, según él únicamente porque usaban las mismas camisetas que el RUA, como era conocido su anterior equipo en Argelia. Por aquel tiempo, yo escuchaba y leía mucho del Racing de París, con una historia más rica que la del PSG, que se levantó con la llegada de los Jekes, mientras que el Racing desaparecía víctima de una grave crisis económica. Así, Camus tuvo que dedicar su tiempo a su otra gran afición, las letras, en donde pudo encontrar un hueco para alabar al futbol. Más allá de la aparición de uno o más personajes vinculados al mundo del balón en alguna de sus obras, como en “La Peste”. Fue a través de varios artículos donde halló el mejor modo de seguir hablando de su gran pasión.

Y a cada ocasión que tenía, hablaba de ello, de su pasión, de la belleza del futbol, de su admiración al Racing Universitario de Argel y al Racing Club de París y, sobre todo de su carrera truncada. Y es que, como dice el propio Camus, “los partidos del domingo en un estadio repleto de gente y el teatro, lugares que amé con una pasión sin igual, son los únicos sitios en el mundo en los que me siento inocente”. No obstante cuando, con el Nobel ya en sus manos, un periodista le preguntó en una ocasión qué hubiese elegido, el futbol o el teatro si su salud se lo hubiese permitido, Camus respondió sin titubear, “el futbol, sin duda”... La historia de este gran personaje, como la de Nabokov, Schostakovich, García Márquez, Vargas Llosa, maestros en su arte y amantes del futbol, dejan muy claro en mí todo aquello que debo decir a un niño cuando tenga que hablarle de futbol.

Hasta pronto amigo.