/ martes 5 de marzo de 2019

Guerra de petróleo

El porqué la tecnocracia “Made in México”, liderada por Carlos Salinas, efectuó la apertura total de nuestro sector energético, es un tema interesante...

Aunque difícil de asimilar, pese a las fórmulas económicas y de carácter técnico aprendidas en el exterior. En realidad, no se necesitan títulos ni maestrías ni doctorados en Harvard u otras universidades para discernir que extraer un barril de petróleo cuesta alrededor de seis dólares, y se vende a más de cuarenta.

El precio de barril de crudo llegó a valer cien dólares, pero esta gran derrama de divisas se dilapidó lastimosamente, principalmente bajo la administración de Fox y Calderon, reflejándose en el cada vez más reducido poder de compra de los habitantes.

“John D. Rockefeller decía que el petróleo es el mejor negocio del mundo, y el segundo mejor negocio del mundo: el petróleo mal administrado”. Entonces, para qué vender nuestra industria petrolera. Esa es la pregunta. ¿Solo porque nos dicen que lo hagamos, para parecernos a ellos?

En Inglaterra la privatización del sector eléctrico, efectuada por Margaret Thatcher, significó el despido masivo de trabajadores y no disminuyó el costo de las tarifas eléctricas. Esto es un hecho.

En México la denominada Reforma Energética y sus pretendidas ventajas, trajo un continuo aumento en los precios de las gasolinas, inercia de la que hoy resulta complicado escapar de considerarse los gigantescos intereses en juego.

La animadversión de grandes sectores de la sociedad hacia el inicuo reparto del patrimonio nacional obedece a factores que no pueden ser desestimados, tales como los riesgos y peligros que se derivan de un posible mal comportamiento de las empresas privadas del exterior. Actualmente es manifiesto que se carece de seguridades y certezas respecto a los mecanismos para hacer cumplir la ley a estas compañías que, como dijo Felipe Calderón, en el colmo del optimismo (y nótese que él fue uno de los secretarios de Energía durante el sexenio de Vicente Fox), “asociadas con Pemex, pueden poner una refinería tan grande o al doble como la de Tula o en cualquier parte de México para producir con petróleo mexicano gasolina más barata”. Acaso, y es pregunta, se mantuvo la creencia de que por “buenas gentes” estas empresas vendrían a cumplir con semejante despropósito.

En el ambiente tan revuelto llegando a lo caótico en el que se desarrolla la geopolítica mundial hoy en día, ¿acaso un país pobre y endeudado más allá de su capacidad de pago como México tiene la capacidad de controlar a los inversionistas procedentes de los países más poderosos del mundo? Si así fuere, que se nos diga cómo, que lo expliquen y traten de convencernos de ello. ¡Ah! y que los tecnócratas y sus adláteres nos demuestren, pero con hechos, no con twitters desmañanados, que en asuntos del petróleo internacional no está en juego nuestro poderío como nación.


El porqué la tecnocracia “Made in México”, liderada por Carlos Salinas, efectuó la apertura total de nuestro sector energético, es un tema interesante...

Aunque difícil de asimilar, pese a las fórmulas económicas y de carácter técnico aprendidas en el exterior. En realidad, no se necesitan títulos ni maestrías ni doctorados en Harvard u otras universidades para discernir que extraer un barril de petróleo cuesta alrededor de seis dólares, y se vende a más de cuarenta.

El precio de barril de crudo llegó a valer cien dólares, pero esta gran derrama de divisas se dilapidó lastimosamente, principalmente bajo la administración de Fox y Calderon, reflejándose en el cada vez más reducido poder de compra de los habitantes.

“John D. Rockefeller decía que el petróleo es el mejor negocio del mundo, y el segundo mejor negocio del mundo: el petróleo mal administrado”. Entonces, para qué vender nuestra industria petrolera. Esa es la pregunta. ¿Solo porque nos dicen que lo hagamos, para parecernos a ellos?

En Inglaterra la privatización del sector eléctrico, efectuada por Margaret Thatcher, significó el despido masivo de trabajadores y no disminuyó el costo de las tarifas eléctricas. Esto es un hecho.

En México la denominada Reforma Energética y sus pretendidas ventajas, trajo un continuo aumento en los precios de las gasolinas, inercia de la que hoy resulta complicado escapar de considerarse los gigantescos intereses en juego.

La animadversión de grandes sectores de la sociedad hacia el inicuo reparto del patrimonio nacional obedece a factores que no pueden ser desestimados, tales como los riesgos y peligros que se derivan de un posible mal comportamiento de las empresas privadas del exterior. Actualmente es manifiesto que se carece de seguridades y certezas respecto a los mecanismos para hacer cumplir la ley a estas compañías que, como dijo Felipe Calderón, en el colmo del optimismo (y nótese que él fue uno de los secretarios de Energía durante el sexenio de Vicente Fox), “asociadas con Pemex, pueden poner una refinería tan grande o al doble como la de Tula o en cualquier parte de México para producir con petróleo mexicano gasolina más barata”. Acaso, y es pregunta, se mantuvo la creencia de que por “buenas gentes” estas empresas vendrían a cumplir con semejante despropósito.

En el ambiente tan revuelto llegando a lo caótico en el que se desarrolla la geopolítica mundial hoy en día, ¿acaso un país pobre y endeudado más allá de su capacidad de pago como México tiene la capacidad de controlar a los inversionistas procedentes de los países más poderosos del mundo? Si así fuere, que se nos diga cómo, que lo expliquen y traten de convencernos de ello. ¡Ah! y que los tecnócratas y sus adláteres nos demuestren, pero con hechos, no con twitters desmañanados, que en asuntos del petróleo internacional no está en juego nuestro poderío como nación.