Es un hecho que la esperanza de vida está aumentando considerablemente, la salud cardiovascular en los adultos mayores es un problema importante de salud pública. El envejecimiento trae consigo un aumento en la presencia de enfermedades cardiovasculares (ECV), haciendo necesario un manejo para asegurarnos una calidad de vida óptima en la tercera edad.
Primeramente, es necesario evaluar el riesgo cardiovascular de un adulto, el cual tiene características como consecuencia del paso de los años. Estos cambios fisiológicos, combinados con comorbilidades y el uso de múltiples fármacos, pueden intervenir en la efectividad y seguridad de las intervenciones terapéuticas.
La prevención es la piedra angular. La detección oportuna de los factores de riesgo como hipertensión, diabetes, dislipidemia y el tabaquismo, y su tratamiento adecuado pueden disminuir significativamente la aparición de un evento cardiovascular o cerebrovascular. De tal forma que las intervenciones deberán ser individualizadas, considerando como se encuentra, su esperanza de vida y las posibles interacciones medicamentosas. El ejercicio regular y un plan de alimentación que sea adecuado a las necesidades de cada persona son esenciales. Los programas de actividad física deben no solo tener en consideración el estado cardiovascular, sino también el estado cognitivo, muscular y óseo. La alimentación adecuada en frutas, rica en verduras, pescados y con reducción en grasas saturadas, sal y azúcares, favorecen el control de factores de riesgo.
La educación es una gran herramienta. Muchos adultos mayores desconocen el beneficio de las revisiones médicas periódicas y de seguir las indicaciones de forma precisas. Campañas de concientización y los programas de educación pueden jugar un papel fundamental en la reducción de la morbilidad y mortalidad cardiovascular.
Por último, es necesario que los profesionales de la salud reciban formación especial en geriatría y que los programas de salud pública y formación se enfoquen en esta población cada vez más creciente. Entender las necesidades del cuidado de la salud del adulto mayor nos permitirá realizar una intervención más personalizada y de precisión.
El manejo del riesgo cardiovascular del paciente en la tercera edad requiere un enfoque integral que combina la prevención, educación y la atención individualizada; garantizar una salud cardiovascular óptima es una inversión que redundará en una sociedad más sana y resiliente.