Cada quien elige su veneno, y en la líquida modernidad del mundo digital, Internet y todos sus escenarios son hoy el veneno de muchos. Nos hemos sumergido tanto en las redes, que hoy, amistades y amores nacen, crecen, se viven y desaparecen, solo en Internet. Somos seres sociales, y al estar obligados a permanecer casi inmóviles creamos canales, lazos, espacios, y ¿por qué no? Una vida y adicción a la Red.
Son seis horas en promedio las que pasan la inmensa mayoría de los mexicanos conectados a Internet, y con el crecimiento exponencial de los smartphones, su desarrollo, abaratamiento y enorme difusión, hay muchas personas que permanecen permanentemente conectadas a una o más redes sociales, al pendiente de ellas, de sus notificaciones y de lo que otros publican las 24 horas del día, o el tiempo que mantengan los dispositivos conectados en red. Se menciona que hay algunos que incluso se van a dormir con su celular encendido a un lado de la almohada, ¿conoce a alguien así?
Al igual que las sustancias que perturban la realidad, los malos hábitos generados de manera repetitiva por muchas personas terminan también causando estragos en la mente y en el cuerpo de quien los vive, y la adicción a las redes sociales es solo una parte del gran problema que pueden presentar las adicciones a Internet. Desde el punto de vista médico, se definen como todos aquellos trastornos que implican un uso abusivo y desadaptativo de la red, a través de medios electrónicos que causan malestar e interfieren con la salud física, mental y emocional de una persona.
Es aquí donde, amigo lector, definimos un problema con múltiples variantes, un doloroso infierno, en donde cohabitan muchos demonios, comencemos:
La Adicción a las Redes Sociales, tópico común en nuestros días, viene de la intrínseca necesidad de las personas de sentirse “populares”, relacionadas, admiradas e integradas. Se forman patrones de comportamiento ajenos a la realidad, y es porque, en redes sociales las personas suelen mostrar “el yo” que idealizan ser, y no la realidad de los hábitos, patrones, costumbres y limitaciones de la vida cotidiana. Se puede decir que creamos un “alter ego de red” en el que a través de un perfil usamos la máscara digital que mejor nos parezca. Alguna vez leí que los “likes” causan en algunas personas la misma satisfacción que tienen los adictos a la cocaína al recibir su dosis. Peligroso por donde se le vea, quien lo descubrió tenía al menos dos terribles vicios.
La adicción a los videojuegos online, popular entre los más chavos, produce un total distanciamiento social, incluso de su mismo grupo familiar, y se caracteriza por la pérdida de la percepción del tiempo, habiendo casos en donde jóvenes y no tan jóvenes han pasado sesiones de más de 24 horas frente al ordenador, las personas encuentran en estos espacios el mismo sentido de pertenencia que el de las redes sociales, formar parte de un grupo, una manada, un “team” o un clan, como ellos mismos se definen. Y la satisfacción de lograr ser buenos en algo, cuando en otros medios nunca se ha logrado admiración, felicidad o éxito.
La adicción a las apuestas es otro trastorno que nace dentro de los parámetros sociales “offline” del individuo, y que a la postre migra al mundo digital, la facilidad de encontrar opciones para poner en riesgo los capitales es muy frecuente en la red, y aunada a los sesgos como los conllevados con el uso de “paradinero” (divisas virtuales como bitcoin, créditos, puntos o simplemente pagar con tarjeta) incrementan el daño de esta adicción, ya que no se puede ver la cantidad de dinero que se va perdiendo, aun y cuando está frente a nuestros ojos en la pantalla, el individuo permanece “enganchado” al proceso de apuestas, con pequeños triunfos que le generan una satisfacción de serotonina, y al final solo tendrá pausas causadas por la pérdida total de sus recursos. Es el mismo patrón del adicto al juego, solo llevado a la modernidad.
Por otro lado existe también la adicción a la hipercomunicación, con personas que tienen más conversaciones y contactos por mensajería (WhatsApp, FB Messenger, Telegram u otros inbox) que en su misma vida real, son capaces de mandar mensajes a personas que están a solo unos metros o incluso en la misma habitación, sufren de estrés por los sonidos de notificaciones a los que acuden de manera inmediata como reflejos, y también se suelen molestar de manera desproporcional si no les responden a los pocos segundos un mensaje.
Estos son solo algunos de los principales vicios de la red, hay muchos otros como los celos digitales o la adicción a la pornografía, que en esta época de cuarentena no solo incrementan entre la población, sino que también se acrecientan en quienes ya los tenían. Es tiempo de poner mucha atención a nuestros hijos y familiares, y también ser autocríticos en aquellos malos hábitos que nosotros mismos formamos, debemos establecer horarios, límites y patrones racionales en el uso de la red. Además, nunca estará mal combinar la vida digital con otras actividades, como el placer de leer un buen libro, cocinar, hacer ejercicio o meditar por un tiempo. Tenga cuidado, amigo lector, que el diablo siempre se esconde detrás de las caras bonitas y le gusta jugar en las líneas de letras pequeñas de los contratos.
Quédate en Casa.
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El ocio es un vicio que arrastra consigo otros muchos viciosSan Juan Bosco