/ sábado 29 de mayo de 2021

Hablemos de tecnología | El nuevo contrato

Ahora que tanto se habla de política es importante reflexionar como poco a poco, casi de manera imperceptible, pero constante, el mundo en el que crecimos muchos de nosotros, ya no existe, ha cambiado tanto que parece que viviéramos una realidad paralela, donde los verdaderos objetos del poder son tan sutiles que apenas si lo podemos notar, al mundo no lo controlan los gobiernos, sino las tecnologías.

Reflexionemos, los arrebatos del poder político, si bien, son sustancialmente la materia que da forma al control en los países, han sido llevados, poco a poco, a un segundo y hasta a veces a un tercer plano en lo correspondiente a un orden de importancia para las personas.

Hoy, podemos ver con sorpresa amigo lector, que son muchas las “novedades” aparecidas en los últimos 20 años, que son capaces de acaparar la mayor parte de la atención, el tiempo, el esfuerzo y los recursos financieros de las personas.

Pero es que acaso, ¿A la gente ya no le interesa lo que pasa en su vida?, claro que sí, pero con el uso desmedido de las nuevas tecnologías y la innegable influencia del Internet, la modernidad nos lleva más a comportarnos como ciudadanos globales que locales.

El interés de los jóvenes, en su inmensa mayoría está más puesto hoy en lo que ocurre con las celebridades, los nuevos teléfonos inteligentes o los eventos de corte internacional, que; por ejemplo, lo que ocurre en su ciudad o su colonia.

Pareciera que los eventos relacionados con su realidad directa les afectan menos que los que le afectan a todo el planeta, y con la inmersión social de las nuevas generaciones – Millennials, Centennials y Pandemials – este fenómeno se incrementa.

Está cambiando el engranaje de la sociedad entera, y esto puede representar un cambio o incluso como lo planteó el autor Moisés Naím en su obra, El Fin del Poder: “El poder es cada vez más débil, más transitorio, más limitado”.

Las sociedades se autorregulan, y dan paso a nuevos paradigmas, unos en los que la comunicación multidireccional, la hiperconectividad, la sostenibilidad ilusoria y la opinión pública sesgada por la pérdida de la privacidad que han traído las redes, y el culto desmedido a la vanidad individual que nos hace adictos a la validación social de un “Me Gusta” van cobrando cada vez más fuerza y nos encadenan como esclavos de la modernidad, ya lo planteaba el maestro Zygmunt Bauman, vivimos tiempos líquidos.

“El consumismo promete algo que no puede cumplir, la felicidad universal. Y pretende resolver el problema de la libertad, reduciéndolo a la libertad del consumidor” - Zygmunt Bauman.

Política, Derecho, Libertad y Gobierno van perdiendo terreno, lo que ahora mueve al mundo es simplemente Ego, Dinero y Software, o que acaso ¿no siempre ha sido así? La realidad es que los medios tecnológicos actuales en su implacable avance por “satisfacer” han pasado de largo en cubrir las necesidades a convertirse en verdaderos agentes de cambio y lamentablemente también de control.

Delegamos tanto ya de nuestras vidas al uso y abuso de las tecnologías, que no estamos conformes si aquello que realizamos no se hace a veces de la manera más compleja, como hace poco demostró Khaby Lame, un chico afroamericano que con solo 21 años ha conquistado la red TikTok, haciendo videos en donde sin decir una sola palabra y poniendo una expresión de “Así de fácil” muestra lo ridículas que son las formas en que algunas personas le dan solución a cosas cotidianas, como por ejemplo abrir una lata de refresco con una herramienta especial de corte, cuando la misma lata trae ya una palanca simple para abrirla desde hace más de 60 años.

Hoy estamos presos en una jaula digital invisible, que nos aísla y nos dice como debemos pensar, que debemos opinar, quién o qué nos debe gustar, por quién debemos votar e incluso a quién debemos rendir devoción.

Nos conquistaron, asaltaron y se apoderaron del mundo con millones de víctimas, pero sin un solo disparo. Hicimos y seguimos haciendo un nuevo contrato con cada app, con cada nuevo correo, con la red social de moda, con ese chip que les dice dónde estamos y que hacemos en todo momento, que cargamos pegado al cuerpo y el cual nos metieron sin cirugía, solo bastó ponerlo dentro de un teléfono con cosas bonitas, hacerle modelos de lujo para desearlos más, y por supuesto, nosotros pagamos por él.

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Ahora que tanto se habla de política es importante reflexionar como poco a poco, casi de manera imperceptible, pero constante, el mundo en el que crecimos muchos de nosotros, ya no existe, ha cambiado tanto que parece que viviéramos una realidad paralela, donde los verdaderos objetos del poder son tan sutiles que apenas si lo podemos notar, al mundo no lo controlan los gobiernos, sino las tecnologías.

Reflexionemos, los arrebatos del poder político, si bien, son sustancialmente la materia que da forma al control en los países, han sido llevados, poco a poco, a un segundo y hasta a veces a un tercer plano en lo correspondiente a un orden de importancia para las personas.

Hoy, podemos ver con sorpresa amigo lector, que son muchas las “novedades” aparecidas en los últimos 20 años, que son capaces de acaparar la mayor parte de la atención, el tiempo, el esfuerzo y los recursos financieros de las personas.

Pero es que acaso, ¿A la gente ya no le interesa lo que pasa en su vida?, claro que sí, pero con el uso desmedido de las nuevas tecnologías y la innegable influencia del Internet, la modernidad nos lleva más a comportarnos como ciudadanos globales que locales.

El interés de los jóvenes, en su inmensa mayoría está más puesto hoy en lo que ocurre con las celebridades, los nuevos teléfonos inteligentes o los eventos de corte internacional, que; por ejemplo, lo que ocurre en su ciudad o su colonia.

Pareciera que los eventos relacionados con su realidad directa les afectan menos que los que le afectan a todo el planeta, y con la inmersión social de las nuevas generaciones – Millennials, Centennials y Pandemials – este fenómeno se incrementa.

Está cambiando el engranaje de la sociedad entera, y esto puede representar un cambio o incluso como lo planteó el autor Moisés Naím en su obra, El Fin del Poder: “El poder es cada vez más débil, más transitorio, más limitado”.

Las sociedades se autorregulan, y dan paso a nuevos paradigmas, unos en los que la comunicación multidireccional, la hiperconectividad, la sostenibilidad ilusoria y la opinión pública sesgada por la pérdida de la privacidad que han traído las redes, y el culto desmedido a la vanidad individual que nos hace adictos a la validación social de un “Me Gusta” van cobrando cada vez más fuerza y nos encadenan como esclavos de la modernidad, ya lo planteaba el maestro Zygmunt Bauman, vivimos tiempos líquidos.

“El consumismo promete algo que no puede cumplir, la felicidad universal. Y pretende resolver el problema de la libertad, reduciéndolo a la libertad del consumidor” - Zygmunt Bauman.

Política, Derecho, Libertad y Gobierno van perdiendo terreno, lo que ahora mueve al mundo es simplemente Ego, Dinero y Software, o que acaso ¿no siempre ha sido así? La realidad es que los medios tecnológicos actuales en su implacable avance por “satisfacer” han pasado de largo en cubrir las necesidades a convertirse en verdaderos agentes de cambio y lamentablemente también de control.

Delegamos tanto ya de nuestras vidas al uso y abuso de las tecnologías, que no estamos conformes si aquello que realizamos no se hace a veces de la manera más compleja, como hace poco demostró Khaby Lame, un chico afroamericano que con solo 21 años ha conquistado la red TikTok, haciendo videos en donde sin decir una sola palabra y poniendo una expresión de “Así de fácil” muestra lo ridículas que son las formas en que algunas personas le dan solución a cosas cotidianas, como por ejemplo abrir una lata de refresco con una herramienta especial de corte, cuando la misma lata trae ya una palanca simple para abrirla desde hace más de 60 años.

Hoy estamos presos en una jaula digital invisible, que nos aísla y nos dice como debemos pensar, que debemos opinar, quién o qué nos debe gustar, por quién debemos votar e incluso a quién debemos rendir devoción.

Nos conquistaron, asaltaron y se apoderaron del mundo con millones de víctimas, pero sin un solo disparo. Hicimos y seguimos haciendo un nuevo contrato con cada app, con cada nuevo correo, con la red social de moda, con ese chip que les dice dónde estamos y que hacemos en todo momento, que cargamos pegado al cuerpo y el cual nos metieron sin cirugía, solo bastó ponerlo dentro de un teléfono con cosas bonitas, hacerle modelos de lujo para desearlos más, y por supuesto, nosotros pagamos por él.

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