/ sábado 3 de abril de 2021

Hablemos de tecnología | Hijas rebeldes

Vivir consiste en disfrutar los momentos, emociones y vida van de la mano y fortalecen no solo recuerdos, sino también acciones que dan sentido a la existencia. Hoy como nunca deseamos expresar lo que sentimos, cómo lo vivimos, a lado de quién disfrutamos o sufrimos y las redes son hoy, por mucho, el escape natural de las emociones de muchos de nosotros.

En internet se encuentra de todo: amigos, colegas para salir, compañeros, pareja... pero también lo contrario: odios, mentiras, chantajes y frustraciones. La vida online está muy ligada también al acoso, o en este caso al ‘ciberacoso’. Los jóvenes son más vulnerables o tal vez más inocentes, se creen cualquier cosa y no tienen un bagaje en el manejo de las redes sociales para decir ‘basta’ o parar a tiempo. Para librarnos de esos acosadores es tan sencillo como borrar un perfil o comunicárselo a alguien competente.

Las redes sociales son las hijas más rebeldes de internet, y junto a ellas han exacerbado demonios poco estudiados que las acompañan, que las definen y que las vuelven sumamente peligrosas, sobre todo si no tenemos el tino de identificar los males que cada una de ellas acarrea para nosotros.

En realidad, uno de los problemas más evidentes que entraña el uso de las redes sociales, amigo lector, es la adicción que suponen. Según realizó un estudio de la Universidad de Harvard, la exposición a ellas activa las mismas zonas del cerebro que el consumo de drogas. No es de extrañar que a veces quedemos con alguien y estemos más pendientes del móvil y oigamos decir que alguien tiene que colgar una foto en Instagram y Facebook ya que es su forma “sana” de sentirse bien. Como cualquier adicción hay que saber desengancharse a tiempo.

Tan solo escribamos sobre los cuatro casos más particulares, Facebook, Twitter, WhatsApp e Instagram.

En “face” el demonio regente se llama posverdad, que se define como la incapacidad de aceptar la realidad aun cuando tenemos frente a nosotros las evidencias, con él las fake news y la manipulación mediática representan un problema social real que nos afecta a todos.

Twitter creó un monstruo llamado tribalismo, que se manifiesta en la agrupación de personas que solo aceptan a otras que piensan igual que ellos, que defienden sus creencias y sus miedos, como si defendieran su integridad, y que censuran hasta con violencia o insultos a quienes se atreven a opinar diferente.

WhatsApp, por su parte, aunque agitado por la competencia de Line o de Telegram sigue reinando y nos trae con él un diablo llamado tecno estrés, que nos esclaviza a vivir encadenados a nuestro teléfono, desbloqueándolo cientos de veces por día y generando sentimientos como miedo a perderlo, ansiedad por el exceso de mensajes de trabajo o ausencia de los de un ser querido.

Y he querido dejar para el final al que considero el demonio más peligroso que vive en la red, con la cara bonita de viajes y lujos, y su culto narcisista al ego, promueve el hedonismo de una sociedad decadente hundida en el disformismo, pero por increíble que parezca esos solo son diablitos menores, la bestia que creó Instagram se llama aporofobia, y no es otra cosa que la aversión por la pobreza. Desdeñamos las ideas, conceptos y lamentablemente a las personas en las cuales percibimos que no podríamos tener nada a cambio si les dedicáramos tiempo, esfuerzo, atención o amistad.

Y ese es un demonio lascivo que corroe el alma misma de la sociedad.

Creo que estamos a tiempo de reflexionar y de cambiar esto, internet debe ser un espacio para la pluralidad, la aportación y el contraste de ideas entre las personas, no un infierno que extienda las capacidades de los demonios que llevamos.

  • Facebook: www.facebook.com/soylalodelatorre
  • Twitter: @lalodelatorreg
  • Correo: tecnologia@lalodelatorre.com

Hasta que no disfrutes estando solo, no sabrás si buscas a alguien por amor o por soledadSócrates

Vivir consiste en disfrutar los momentos, emociones y vida van de la mano y fortalecen no solo recuerdos, sino también acciones que dan sentido a la existencia. Hoy como nunca deseamos expresar lo que sentimos, cómo lo vivimos, a lado de quién disfrutamos o sufrimos y las redes son hoy, por mucho, el escape natural de las emociones de muchos de nosotros.

En internet se encuentra de todo: amigos, colegas para salir, compañeros, pareja... pero también lo contrario: odios, mentiras, chantajes y frustraciones. La vida online está muy ligada también al acoso, o en este caso al ‘ciberacoso’. Los jóvenes son más vulnerables o tal vez más inocentes, se creen cualquier cosa y no tienen un bagaje en el manejo de las redes sociales para decir ‘basta’ o parar a tiempo. Para librarnos de esos acosadores es tan sencillo como borrar un perfil o comunicárselo a alguien competente.

Las redes sociales son las hijas más rebeldes de internet, y junto a ellas han exacerbado demonios poco estudiados que las acompañan, que las definen y que las vuelven sumamente peligrosas, sobre todo si no tenemos el tino de identificar los males que cada una de ellas acarrea para nosotros.

En realidad, uno de los problemas más evidentes que entraña el uso de las redes sociales, amigo lector, es la adicción que suponen. Según realizó un estudio de la Universidad de Harvard, la exposición a ellas activa las mismas zonas del cerebro que el consumo de drogas. No es de extrañar que a veces quedemos con alguien y estemos más pendientes del móvil y oigamos decir que alguien tiene que colgar una foto en Instagram y Facebook ya que es su forma “sana” de sentirse bien. Como cualquier adicción hay que saber desengancharse a tiempo.

Tan solo escribamos sobre los cuatro casos más particulares, Facebook, Twitter, WhatsApp e Instagram.

En “face” el demonio regente se llama posverdad, que se define como la incapacidad de aceptar la realidad aun cuando tenemos frente a nosotros las evidencias, con él las fake news y la manipulación mediática representan un problema social real que nos afecta a todos.

Twitter creó un monstruo llamado tribalismo, que se manifiesta en la agrupación de personas que solo aceptan a otras que piensan igual que ellos, que defienden sus creencias y sus miedos, como si defendieran su integridad, y que censuran hasta con violencia o insultos a quienes se atreven a opinar diferente.

WhatsApp, por su parte, aunque agitado por la competencia de Line o de Telegram sigue reinando y nos trae con él un diablo llamado tecno estrés, que nos esclaviza a vivir encadenados a nuestro teléfono, desbloqueándolo cientos de veces por día y generando sentimientos como miedo a perderlo, ansiedad por el exceso de mensajes de trabajo o ausencia de los de un ser querido.

Y he querido dejar para el final al que considero el demonio más peligroso que vive en la red, con la cara bonita de viajes y lujos, y su culto narcisista al ego, promueve el hedonismo de una sociedad decadente hundida en el disformismo, pero por increíble que parezca esos solo son diablitos menores, la bestia que creó Instagram se llama aporofobia, y no es otra cosa que la aversión por la pobreza. Desdeñamos las ideas, conceptos y lamentablemente a las personas en las cuales percibimos que no podríamos tener nada a cambio si les dedicáramos tiempo, esfuerzo, atención o amistad.

Y ese es un demonio lascivo que corroe el alma misma de la sociedad.

Creo que estamos a tiempo de reflexionar y de cambiar esto, internet debe ser un espacio para la pluralidad, la aportación y el contraste de ideas entre las personas, no un infierno que extienda las capacidades de los demonios que llevamos.

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Hasta que no disfrutes estando solo, no sabrás si buscas a alguien por amor o por soledadSócrates