/ sábado 15 de agosto de 2020

Hablemos de Tecnología | Privadamente público

El dinero es un estiércol estupendo como abono, el problema es que algunos hombres lo confunden con la cosechaJoseph Joubert

Puedes correr, pero no esconderte, desesperarte mientras huyes por los accidentados caminos de un bosque, de cuando en cuando mirando hacia atrás, con el cuerpo ahogado en adrenalina, con la frente húmeda de sudor nervioso, y con el corazón latiendo tan rápido y tan fuerte que más que sentirlo puedes escucharlo, pero parece que olvidaste algo, si estás conectado, estás en la Red.

Esconderse en internet es equivalente a tratar de esconderte detrás de un poste de alumbrado público, podrás moverte, tratar de dar vueltas, pero desde atrás, arriba, abajo, muy lejos de ti, siempre habrá alguien con la capacidad y medios para poder encontrarte.

Hemos abierto, amigo lector, desde hace ya dos décadas, el álgido debate entre lo que consideramos debe ser privado y lo que debe ser público.

Por muy ajenos que parezcamos, no debemos olvidar nunca que internet es un escenario, y no importa si deseamos ser protagonistas, actores de reparto, extras o espectadores, el hecho de estar inmersos y conectados a él, nos vuelve públicos. Dejamos rastros, huellas digitales digitales, se vale la duplicidad, porque en cada rincón que navegamos, con cada cuenta que abrimos, vamos dejando un poco de nosotros en la red.

Las benditas redes sociales se convirtieron de a poco en la debacle para la discrecionalidad, pues le dieron púlpito y micrófono a todas las personas que siempre habían guardado un intenso deseo de ser famosas, surgieron los youtubers, los influenciadores y hasta los líderes de opinión digitales, medios de comunicación “patito” y hasta escuelas para formarlos, obviamente “On Line”.

Hoy a poco más de la mitad de un 2020 bastante peculiar, por llamar elegantemente a lo desastroso, tenemos más que nunca exposición al mundo, como los seres profundamente sociales que somos, y con las limitaciones que exige la pandemia, son los escaparates informáticos nuestros medios para comunicar, para vender, para educar y hasta para amarnos (qué aburridos).

Mientras por una parte exigimos a gobiernos y organizaciones “transparentar” todas sus acciones, tratamos de verificar y cuidar el modo público, privado o solo amigos que le damos a nuestras publicaciones en la red, como si no existieran los “Screen Shots” o peor aún, los grabadores de video en pantalla, nos hemos vuelto una contradicción, nadie está exento de ser localizado, aun cuando apague los datos o servicios de localización de su teléfono celular, mientras esté conectado al servicio de una empresa de telefonía siempre habrá alguien que pueda saber dónde está, o ¿cómo imaginaba que su celular 833 sonaba sin problema cuando estaba de viaje por Monterrey? Estamos dentro la red, y lo triste es que no deseamos salirnos de ella.

Cuidar lo privado entre lo público se ha vuelto un tema de vital importancia en estos tiempos, debemos recordar como usuarios de tecnologías de comunicación, que todo lo que subamos a internet deja de pertenecernos y se vuelve un grano de arena más de la memoria colectiva de nuestra generación, con el inicio de la era dorada de la fotografía y el video digital, potenciada por el surgimiento de los smartphones, el mar de exposición se volvió un universo.

Reflexionemos estas cifras, solo son orientativas, no exactas: Se calcula que se han podido tomar cuatrocientos billones de fotografías digitales en el mundo, a través de cámaras digitales, móviles con cámaras, y que se publican en internet hasta el 90% de ellas. La W3C, calculó que cada trimestre se sube a Internet cuatrocientos millones de fotografías. En las distintas redes sociales y plataformas. Y todo esto sin hablar del video, Brandwatch®, estima que se suben alrededor de 400 horas de video a Youtube® por minuto.

Con este torrente interminable de información, el proponer medios, protocolos o algoritmos que puedan poner orden entre lo privado y lo público quedará en el mundo de las utopías, quizá solo algún día con la llegada de la inteligencia artificial verdadera comencemos a dar luz sobre el tema. Lo mejor como siempre, es cuidar aquello que compartimos y como lo compartimos, en todos los mares hay piratas, y hasta en el más bello cuento de hadas se puede aparecer un troll.

En mi largo camino en la asesoría en mercadotecnia comercial y política he sostenido siempre lo siguiente. “Facebook®, te hace pensar que tienes muchos amigos, Instagram®, te hace creer que eres muy bello y famoso, y en Twitter® puedes convertirte en la opinión más inteligente, qué triste, qué triste va a ser para algunos, cuando todo esto termine”.

Quédate en Casa.

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El dinero es un estiércol estupendo como abono, el problema es que algunos hombres lo confunden con la cosechaJoseph Joubert

Puedes correr, pero no esconderte, desesperarte mientras huyes por los accidentados caminos de un bosque, de cuando en cuando mirando hacia atrás, con el cuerpo ahogado en adrenalina, con la frente húmeda de sudor nervioso, y con el corazón latiendo tan rápido y tan fuerte que más que sentirlo puedes escucharlo, pero parece que olvidaste algo, si estás conectado, estás en la Red.

Esconderse en internet es equivalente a tratar de esconderte detrás de un poste de alumbrado público, podrás moverte, tratar de dar vueltas, pero desde atrás, arriba, abajo, muy lejos de ti, siempre habrá alguien con la capacidad y medios para poder encontrarte.

Hemos abierto, amigo lector, desde hace ya dos décadas, el álgido debate entre lo que consideramos debe ser privado y lo que debe ser público.

Por muy ajenos que parezcamos, no debemos olvidar nunca que internet es un escenario, y no importa si deseamos ser protagonistas, actores de reparto, extras o espectadores, el hecho de estar inmersos y conectados a él, nos vuelve públicos. Dejamos rastros, huellas digitales digitales, se vale la duplicidad, porque en cada rincón que navegamos, con cada cuenta que abrimos, vamos dejando un poco de nosotros en la red.

Las benditas redes sociales se convirtieron de a poco en la debacle para la discrecionalidad, pues le dieron púlpito y micrófono a todas las personas que siempre habían guardado un intenso deseo de ser famosas, surgieron los youtubers, los influenciadores y hasta los líderes de opinión digitales, medios de comunicación “patito” y hasta escuelas para formarlos, obviamente “On Line”.

Hoy a poco más de la mitad de un 2020 bastante peculiar, por llamar elegantemente a lo desastroso, tenemos más que nunca exposición al mundo, como los seres profundamente sociales que somos, y con las limitaciones que exige la pandemia, son los escaparates informáticos nuestros medios para comunicar, para vender, para educar y hasta para amarnos (qué aburridos).

Mientras por una parte exigimos a gobiernos y organizaciones “transparentar” todas sus acciones, tratamos de verificar y cuidar el modo público, privado o solo amigos que le damos a nuestras publicaciones en la red, como si no existieran los “Screen Shots” o peor aún, los grabadores de video en pantalla, nos hemos vuelto una contradicción, nadie está exento de ser localizado, aun cuando apague los datos o servicios de localización de su teléfono celular, mientras esté conectado al servicio de una empresa de telefonía siempre habrá alguien que pueda saber dónde está, o ¿cómo imaginaba que su celular 833 sonaba sin problema cuando estaba de viaje por Monterrey? Estamos dentro la red, y lo triste es que no deseamos salirnos de ella.

Cuidar lo privado entre lo público se ha vuelto un tema de vital importancia en estos tiempos, debemos recordar como usuarios de tecnologías de comunicación, que todo lo que subamos a internet deja de pertenecernos y se vuelve un grano de arena más de la memoria colectiva de nuestra generación, con el inicio de la era dorada de la fotografía y el video digital, potenciada por el surgimiento de los smartphones, el mar de exposición se volvió un universo.

Reflexionemos estas cifras, solo son orientativas, no exactas: Se calcula que se han podido tomar cuatrocientos billones de fotografías digitales en el mundo, a través de cámaras digitales, móviles con cámaras, y que se publican en internet hasta el 90% de ellas. La W3C, calculó que cada trimestre se sube a Internet cuatrocientos millones de fotografías. En las distintas redes sociales y plataformas. Y todo esto sin hablar del video, Brandwatch®, estima que se suben alrededor de 400 horas de video a Youtube® por minuto.

Con este torrente interminable de información, el proponer medios, protocolos o algoritmos que puedan poner orden entre lo privado y lo público quedará en el mundo de las utopías, quizá solo algún día con la llegada de la inteligencia artificial verdadera comencemos a dar luz sobre el tema. Lo mejor como siempre, es cuidar aquello que compartimos y como lo compartimos, en todos los mares hay piratas, y hasta en el más bello cuento de hadas se puede aparecer un troll.

En mi largo camino en la asesoría en mercadotecnia comercial y política he sostenido siempre lo siguiente. “Facebook®, te hace pensar que tienes muchos amigos, Instagram®, te hace creer que eres muy bello y famoso, y en Twitter® puedes convertirte en la opinión más inteligente, qué triste, qué triste va a ser para algunos, cuando todo esto termine”.

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