/ sábado 24 de octubre de 2020

Hablemos de Tecnología | Tecnoestrés

Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en donde las personas podíamos vivir sin internet, sin cargar un teléfono inteligente a todos lados, que en algún momento de ese lugar llamado el pasado, podíamos vivir sin aplicaciones y las fotos venían en paquetes de 24 oportunidades y se reservaban para lo que fueron creadas, para inmortalizar recuerdos memorables; justo ahí en el pasado, era cuando debíamos tomar más fotos, solo por el hecho de que sonreíamos más, ¿éramos más felices?

Corría el año de 1984 cuando el psiquiatra norteamericano Craig Brod utilizó por primera vez el término en su libro “Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution” en donde lo definió como: “Una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable”.

Al día de hoy, esa definición ha quedado obsoleta, por que el tecnoestrés se ha traslado a todos los aspectos de la vida en donde la tecnología ha llegado, es decir, en pocas palabras a todo en nuestro universo. Y más allá de las estadísticas, de las horas que pasamos en internet los mexicanos, de la cantidad de aplicaciones que instalamos, del uso obsesivo de medios y redes sociales, la enfermedad mental que representan las “selfies”, la hiperconectividad y el exceso de mensajes, hoy por hoy, hablar de tecnoestrés es hablar de una enfermedad seria, real, y que de a poco se va convirtiendo en un tema de riesgo laboral y salud ocupacional.

Autores consolidados como Michelle Weil y Larry Rosen definieron en los noventas al tecnoestrés como “Un estado psicológico negativo relacionado con el uso de TIC o amenaza de su uso en un futuro. Ese estado viene condicionado por la percepción de un desajuste entre las demandas y los recursos relacionados con el uso de las TIC que lleva a un alto nivel de activación psicofisiológica no placentera y al desarrollo de actitudes negativas hacia las TIC”.

Estoy convencido amigo lector, que en muchas ocasiones el sonido que utilizamos en nuestro celular para las notificaciones de WhatsApp® o Telegram®, o la canción que suena para las llamadas entrantes o la alarma del despertador, termina ocasionándonos estrés, ya que el cerebro termina relacionándola con temas como, exceso de trabajo, preocupaciones, cansancio, molestias o interrupciones negativas en el orden de ocupaciones y de vida en nuestro día. Motivo por el cual le recomiendo cambiar todos estos sonidos al menos cada tres meses.

Es importante entender que el tecnoestrés es resultado de un proceso de desajuste entre las demandas y los recursos disponibles, y está caracterizado por dos dimensiones centrales: síntomas afectivos o ansiedad relacionada con el alto nivel de activación psicofisiológica del organismo, y desarrollo de actitudes negativas hacia la TIC. Ahora bien, esto es solo una de las vertientes más conocida de tecnoestrés: la tecnoansiedad.

Sus etapas más críticas se pueden manifestar con síntomas como: Necesidad imperiosa de adquirir las últimas novedades tecnológicas que salen al mercado. Capacidad de estar manejando varios dispositivos tecnológicos a la vez lo que produce dispersión en la atención que puede llegar a provocar trastornos de concentración y memoria. Empobrecimiento palpable del lenguaje tanto escrito como hablado que se traduce en la creación de códigos de palabras sincopadas y jergas particulares. Utilización de la tecnología durante gran parte del día evitando el mantenimiento de relaciones personales. ¿Reconoce alguno de estos síntomas en usted o alguien de su familia? Cuidado, puede estar sufriendo de tecnoestrés y tecnoansiedad y ni siquiera lo sabía.

En este orden de ideas, los jóvenes son los más afectados por ese tipo de adicción que se concreta en el uso de la telefonía móvil e internet para comunicarse con sus amigos o en la pasión por los videojuegos. Los expertos consideran que la adicción por probar lo último en tecnología puede provocar frustración en caso de no conseguirlo derivando este comportamiento en estados de tristeza o ansiedad. Lo cual en ningún caso justifica que salga a comprarle un nuevo celular a sus hijos solo por el miedo de que vayan a enfermar.

Los nuevos tiempos traen consigo nuevos avances, nuevas tecnologías y comodidades cotidianas que en el pasado no hubieran podido soñar ni los más grandes reyes, como enviar mensajes a cualquier lugar del mundo en segundos, como escuchar cualquier canción que se nos ocurra en donde estemos, a la hora que deseemos, como guardar nuestros mejores instantes en imágenes estáticas o con movimiento en una pieza de silicón que nos llevamos en el bolsillo, entre otras tantas “brujerías” que hoy irónicamente nos ofrece la ciencia.

Porque el mundo es así, un campo de magia abierto que escriben los genios, los magos y los soñadores, solo que ahora somos ingenieros, científicos o emprendedores, cuidemos nuestra mente del mal, como los abuelos de los abuelos cuidaban su alma para que no se las robaran en una fotografía, estés donde estés, que no te llegué el tecnoestrés.

Quédate en Casa.

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www.facebook.com/soylalodelatorre

Twitter:

@lalodelatorreg

Correo:

tecnologia@lalodelatorre.com


Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en donde las personas podíamos vivir sin internet, sin cargar un teléfono inteligente a todos lados, que en algún momento de ese lugar llamado el pasado, podíamos vivir sin aplicaciones y las fotos venían en paquetes de 24 oportunidades y se reservaban para lo que fueron creadas, para inmortalizar recuerdos memorables; justo ahí en el pasado, era cuando debíamos tomar más fotos, solo por el hecho de que sonreíamos más, ¿éramos más felices?

Corría el año de 1984 cuando el psiquiatra norteamericano Craig Brod utilizó por primera vez el término en su libro “Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution” en donde lo definió como: “Una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable”.

Al día de hoy, esa definición ha quedado obsoleta, por que el tecnoestrés se ha traslado a todos los aspectos de la vida en donde la tecnología ha llegado, es decir, en pocas palabras a todo en nuestro universo. Y más allá de las estadísticas, de las horas que pasamos en internet los mexicanos, de la cantidad de aplicaciones que instalamos, del uso obsesivo de medios y redes sociales, la enfermedad mental que representan las “selfies”, la hiperconectividad y el exceso de mensajes, hoy por hoy, hablar de tecnoestrés es hablar de una enfermedad seria, real, y que de a poco se va convirtiendo en un tema de riesgo laboral y salud ocupacional.

Autores consolidados como Michelle Weil y Larry Rosen definieron en los noventas al tecnoestrés como “Un estado psicológico negativo relacionado con el uso de TIC o amenaza de su uso en un futuro. Ese estado viene condicionado por la percepción de un desajuste entre las demandas y los recursos relacionados con el uso de las TIC que lleva a un alto nivel de activación psicofisiológica no placentera y al desarrollo de actitudes negativas hacia las TIC”.

Estoy convencido amigo lector, que en muchas ocasiones el sonido que utilizamos en nuestro celular para las notificaciones de WhatsApp® o Telegram®, o la canción que suena para las llamadas entrantes o la alarma del despertador, termina ocasionándonos estrés, ya que el cerebro termina relacionándola con temas como, exceso de trabajo, preocupaciones, cansancio, molestias o interrupciones negativas en el orden de ocupaciones y de vida en nuestro día. Motivo por el cual le recomiendo cambiar todos estos sonidos al menos cada tres meses.

Es importante entender que el tecnoestrés es resultado de un proceso de desajuste entre las demandas y los recursos disponibles, y está caracterizado por dos dimensiones centrales: síntomas afectivos o ansiedad relacionada con el alto nivel de activación psicofisiológica del organismo, y desarrollo de actitudes negativas hacia la TIC. Ahora bien, esto es solo una de las vertientes más conocida de tecnoestrés: la tecnoansiedad.

Sus etapas más críticas se pueden manifestar con síntomas como: Necesidad imperiosa de adquirir las últimas novedades tecnológicas que salen al mercado. Capacidad de estar manejando varios dispositivos tecnológicos a la vez lo que produce dispersión en la atención que puede llegar a provocar trastornos de concentración y memoria. Empobrecimiento palpable del lenguaje tanto escrito como hablado que se traduce en la creación de códigos de palabras sincopadas y jergas particulares. Utilización de la tecnología durante gran parte del día evitando el mantenimiento de relaciones personales. ¿Reconoce alguno de estos síntomas en usted o alguien de su familia? Cuidado, puede estar sufriendo de tecnoestrés y tecnoansiedad y ni siquiera lo sabía.

En este orden de ideas, los jóvenes son los más afectados por ese tipo de adicción que se concreta en el uso de la telefonía móvil e internet para comunicarse con sus amigos o en la pasión por los videojuegos. Los expertos consideran que la adicción por probar lo último en tecnología puede provocar frustración en caso de no conseguirlo derivando este comportamiento en estados de tristeza o ansiedad. Lo cual en ningún caso justifica que salga a comprarle un nuevo celular a sus hijos solo por el miedo de que vayan a enfermar.

Los nuevos tiempos traen consigo nuevos avances, nuevas tecnologías y comodidades cotidianas que en el pasado no hubieran podido soñar ni los más grandes reyes, como enviar mensajes a cualquier lugar del mundo en segundos, como escuchar cualquier canción que se nos ocurra en donde estemos, a la hora que deseemos, como guardar nuestros mejores instantes en imágenes estáticas o con movimiento en una pieza de silicón que nos llevamos en el bolsillo, entre otras tantas “brujerías” que hoy irónicamente nos ofrece la ciencia.

Porque el mundo es así, un campo de magia abierto que escriben los genios, los magos y los soñadores, solo que ahora somos ingenieros, científicos o emprendedores, cuidemos nuestra mente del mal, como los abuelos de los abuelos cuidaban su alma para que no se las robaran en una fotografía, estés donde estés, que no te llegué el tecnoestrés.

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