/ lunes 19 de febrero de 2018

Hacer política de altura

Los escenarios que se configuran en nuestro país demuestran una alarmante impericia en materia de asuntos de índole político electoral y, sobre todo, que se desconoce nuestra realidad interior.

Para convertirse efectivamente en el líder, el hombre del mando, el que lleva la batuta, el demócrata, el mandatario, el estadista con un solo compromiso, el país y su pueblo, los aspirantes a cargos de elección popular deben saber que la población efectivamente no da su voto como un “cheque en blanco” ni para tener un Rey o Monarca, sino para gozar de la esperanza de una vida mejor, con empleos y seguridad.

Esa esperanza significa el bienestar colectivo por intermedio de un proyecto social de largo alcance y con impacto en todos los sectores que integran a la sociedad. Reitero, la totalidad de los grupos sociales.

Concuerdo en que equivocarse y enmendar el error es una idea filosóficamente muy bella y hasta poética. Solo que en este México nuestro, los únicos personajes que ya no tienen derecho a la equivocación son los políticos. Porque un error perdonable a otra persona -se dice-, en un alto funcionario se agiganta y sus efectos se extienden hasta la tercera o cuarta generación de millones de desprevenidos mexicanos.

Por ejemplo, ahora gran parte de la credibilidad de la política exterior mexicana, que era un timbre de orgullo nacional, está desaprovechada a causa de los titubeos mostrados en la relación bilateral, circunstancia que nos tiene con la deportación de miles de connacionales y el levantamiento de un elevado muro fronterizo.

Por lo que toca a la denominada Reforma Energética, es tremendamente injusto que al ser México un país poseedor de petróleo y gas, ahora tengamos que aceptar las migajas que nos echan las grandes compañías petroleras.

En este preciso momento es necesario asegurar, con acciones concretas, que se privilegia la política, es decir, que existe la aptitud de llegar a buenos acuerdos y entendimientos, tema que se relaciona con el inadecuado nivel de diálogo existente con líderes de distintas fuerzas políticas, cuyas consecuencias están a la vista, me parece.

No es admisible que los políticos se olviden de que llegaron y obtuvieron los votos gracias a la política. Pues entonces hay que hacer política de la buena, política de altura. ¿O es que hay otra manera democrática para que se trabaje con unión en los grandes temas nacionales?

mail: danchgar@gmail.com

Los escenarios que se configuran en nuestro país demuestran una alarmante impericia en materia de asuntos de índole político electoral y, sobre todo, que se desconoce nuestra realidad interior.

Para convertirse efectivamente en el líder, el hombre del mando, el que lleva la batuta, el demócrata, el mandatario, el estadista con un solo compromiso, el país y su pueblo, los aspirantes a cargos de elección popular deben saber que la población efectivamente no da su voto como un “cheque en blanco” ni para tener un Rey o Monarca, sino para gozar de la esperanza de una vida mejor, con empleos y seguridad.

Esa esperanza significa el bienestar colectivo por intermedio de un proyecto social de largo alcance y con impacto en todos los sectores que integran a la sociedad. Reitero, la totalidad de los grupos sociales.

Concuerdo en que equivocarse y enmendar el error es una idea filosóficamente muy bella y hasta poética. Solo que en este México nuestro, los únicos personajes que ya no tienen derecho a la equivocación son los políticos. Porque un error perdonable a otra persona -se dice-, en un alto funcionario se agiganta y sus efectos se extienden hasta la tercera o cuarta generación de millones de desprevenidos mexicanos.

Por ejemplo, ahora gran parte de la credibilidad de la política exterior mexicana, que era un timbre de orgullo nacional, está desaprovechada a causa de los titubeos mostrados en la relación bilateral, circunstancia que nos tiene con la deportación de miles de connacionales y el levantamiento de un elevado muro fronterizo.

Por lo que toca a la denominada Reforma Energética, es tremendamente injusto que al ser México un país poseedor de petróleo y gas, ahora tengamos que aceptar las migajas que nos echan las grandes compañías petroleras.

En este preciso momento es necesario asegurar, con acciones concretas, que se privilegia la política, es decir, que existe la aptitud de llegar a buenos acuerdos y entendimientos, tema que se relaciona con el inadecuado nivel de diálogo existente con líderes de distintas fuerzas políticas, cuyas consecuencias están a la vista, me parece.

No es admisible que los políticos se olviden de que llegaron y obtuvieron los votos gracias a la política. Pues entonces hay que hacer política de la buena, política de altura. ¿O es que hay otra manera democrática para que se trabaje con unión en los grandes temas nacionales?

mail: danchgar@gmail.com