/ miércoles 7 de febrero de 2018

Historia de la educación en las mujeres

Mediante decreto Real en la que empiezan a crearse escuelas gratuitas donde aprenderán a leer, religión católica y labores propias de su sexo con la idea que se preparen para ser futuras esposas donde ocuparán un papel secundario y dentro del cual moldearán una imagen de femineidad ideal, siendo fieles, modestas y reservadas cuidando, además, de la reputación y el honor de la familia y el esposo al que servirán obedientemente ya que será cabeza de la familia.

En la Nueva España hay que recordar el ejemplo de vida que dio Juana de Asbaje y Ramírez, Sor Juan Inés de la Cruz, que se disfrazó de hombre para poder ingresar a la universidad.

Sin embargo existió un caso humillante para la dignidad de los derechos de la mujer en su intención de acceder a la educación superior. Se dio en 1963 en la Universidad de Alabama cuando Vivian Malone, la primera estudiante negra en los Estados Unidos, se inscribió en dicho centro de estudios. Pese a tener un currículo escolar impresionante, Malone tuvo que enfrentarse a la oposición de alumnos blancos así como, en un principio, del mismo gobernador de estado, George Wallace quien el día en que acudió la joven Vivian a su primer día de clases le cerró el paso a la entrada de la universidad, ofreciendo un discurso racista, segregacionista y denigrante.

La UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ha establecido una agenda mundial sobre la educación donde, primeramente y de manera contundente, cimenta la igualdad de género para que “se garantice que no sólo las niñas y los niños, las mujeres y los hombres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella”. Y de aquí se desprende una premisa crucial: el reconocimiento de condiciones de derechos de igualdad ante leyes internacionales.

A parte que en la mayoría de los países existe una educación laica, en muchos no lo es, y ofrecen de acuerdo a su cultura una educación basada en gran medida en cánones o mandatos religiosos. Es el caso de los países musulmanes donde la mujer, desde que es niña tiene que llevar la cabeza cubierta por velo, siendo el caso más extremo o radical el de los talibanes, quienes obligan a sus mujeres a que se cubran prácticamente todo el cuerpo con atuendo de sus creencias manteniendo, además, de prohibir la educación de las niñas.

Debido al enorme machismo y denigrante proscripción para que las mujeres estudien, el analfabetismo en Medio Oriente continúa siendo una constante. Acorde con la UNESCO, el índice de analfabetismo en los países árabes se sitúa en el 30%, porcentaje que se incrementa hasta el 50% en el caso de las mujeres, cosa que inquieta y mueve a cuestionarse el por qué las potencias occidentales no han hecho de verdad algo al respecto. Incluso, existe un asunto que se antoja terrible en algunos de eso países como Yemen y Sudán: las niñas, y la ley así lo permite, pueden ser desposadas desde la edad de ocho años por adultos. Eso, a ojos de occidente, es un crimen a todas luces. Y mucho de ello sucede porque social, cultural y religiosamente a la mujer se le ha negado sistemáticamente el acceso a la educación, pese a que la situación ha venido mejorando gracias a la adopción de soluciones que ha permitido una escolarización y equidad de género paulatina en esos países debido la presión de organismos internacionales de derechos de la infancia.

El caso más conocido y de trascendencia mundial es el de Malala, joven paquistaní que saltó a la fama en 2012 cuando recibió tres balazos en la aldea donde estudiaba. Y ese fue su delito: querer estudiar en un mundo, el talibán, donde la igualdad de género no existe.

Malala fue atendida en el Reino Unido. Salvada su vida, se dedicó a viajar por el mundo para llevar un mensaje de amor, solidaridad y fortaleza para todas las niñas que quieran estudiar y que deban saber que tienen todo el derecho de hacerlo con las prerrogativas quela ley, no sólo de sus países, sino también de la comunidad internacional.

Por sus esfuerzos, Malala recibió en 2014 el Premio Nobel de la Paz a los 17 años de edad, convirtiéndose en la persona más joven en recibir este premio en cualquiera de sus otras categorías…

Mediante decreto Real en la que empiezan a crearse escuelas gratuitas donde aprenderán a leer, religión católica y labores propias de su sexo con la idea que se preparen para ser futuras esposas donde ocuparán un papel secundario y dentro del cual moldearán una imagen de femineidad ideal, siendo fieles, modestas y reservadas cuidando, además, de la reputación y el honor de la familia y el esposo al que servirán obedientemente ya que será cabeza de la familia.

En la Nueva España hay que recordar el ejemplo de vida que dio Juana de Asbaje y Ramírez, Sor Juan Inés de la Cruz, que se disfrazó de hombre para poder ingresar a la universidad.

Sin embargo existió un caso humillante para la dignidad de los derechos de la mujer en su intención de acceder a la educación superior. Se dio en 1963 en la Universidad de Alabama cuando Vivian Malone, la primera estudiante negra en los Estados Unidos, se inscribió en dicho centro de estudios. Pese a tener un currículo escolar impresionante, Malone tuvo que enfrentarse a la oposición de alumnos blancos así como, en un principio, del mismo gobernador de estado, George Wallace quien el día en que acudió la joven Vivian a su primer día de clases le cerró el paso a la entrada de la universidad, ofreciendo un discurso racista, segregacionista y denigrante.

La UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ha establecido una agenda mundial sobre la educación donde, primeramente y de manera contundente, cimenta la igualdad de género para que “se garantice que no sólo las niñas y los niños, las mujeres y los hombres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella”. Y de aquí se desprende una premisa crucial: el reconocimiento de condiciones de derechos de igualdad ante leyes internacionales.

A parte que en la mayoría de los países existe una educación laica, en muchos no lo es, y ofrecen de acuerdo a su cultura una educación basada en gran medida en cánones o mandatos religiosos. Es el caso de los países musulmanes donde la mujer, desde que es niña tiene que llevar la cabeza cubierta por velo, siendo el caso más extremo o radical el de los talibanes, quienes obligan a sus mujeres a que se cubran prácticamente todo el cuerpo con atuendo de sus creencias manteniendo, además, de prohibir la educación de las niñas.

Debido al enorme machismo y denigrante proscripción para que las mujeres estudien, el analfabetismo en Medio Oriente continúa siendo una constante. Acorde con la UNESCO, el índice de analfabetismo en los países árabes se sitúa en el 30%, porcentaje que se incrementa hasta el 50% en el caso de las mujeres, cosa que inquieta y mueve a cuestionarse el por qué las potencias occidentales no han hecho de verdad algo al respecto. Incluso, existe un asunto que se antoja terrible en algunos de eso países como Yemen y Sudán: las niñas, y la ley así lo permite, pueden ser desposadas desde la edad de ocho años por adultos. Eso, a ojos de occidente, es un crimen a todas luces. Y mucho de ello sucede porque social, cultural y religiosamente a la mujer se le ha negado sistemáticamente el acceso a la educación, pese a que la situación ha venido mejorando gracias a la adopción de soluciones que ha permitido una escolarización y equidad de género paulatina en esos países debido la presión de organismos internacionales de derechos de la infancia.

El caso más conocido y de trascendencia mundial es el de Malala, joven paquistaní que saltó a la fama en 2012 cuando recibió tres balazos en la aldea donde estudiaba. Y ese fue su delito: querer estudiar en un mundo, el talibán, donde la igualdad de género no existe.

Malala fue atendida en el Reino Unido. Salvada su vida, se dedicó a viajar por el mundo para llevar un mensaje de amor, solidaridad y fortaleza para todas las niñas que quieran estudiar y que deban saber que tienen todo el derecho de hacerlo con las prerrogativas quela ley, no sólo de sus países, sino también de la comunidad internacional.

Por sus esfuerzos, Malala recibió en 2014 el Premio Nobel de la Paz a los 17 años de edad, convirtiéndose en la persona más joven en recibir este premio en cualquiera de sus otras categorías…