/ viernes 9 de febrero de 2018

Historia en la educación en las mujeres

Sin embargo es hasta el siglo XX que se comienza a plantear una nueva concepción de género ajustado al devenir de los tiempos. Y es cuando se propicia un movimientoo una necesidad cada vez más imparable de ver la educación de las mujeres como un acto de justicia en virtud de resarciro subsanar el estado de marginación, durante siglos, en que estuvieron, aunque hay que apuntar que pese a estos esfuerzos “justicieros” que se han llevado a cabo, como señala Angélica Ojeda- García en su ensayo Los retos de la mujer en el siglo XXI en materia de educación, “siempre ha estado presente el concepto biológico en la construcción de esa educación y la idea de las características propias del sexo, relativas específicamente a la maternidad.”

Durante los siglos XVII y XVII coloniales, como se ha apuntado ya, el máximo logro educativo para las mujeres, aunque hay que especificar que no para todas, sino sólo para aquellas que contaban con recursos o eran de alcurnia, consistía en aprender a leer, a escribir y a sumar y restar quedando vedada la ruta hacia la Real y Pontificia Universidad de México.

Las luchas en busca de una equidad de género y que sitúa a las mujeres en una necesidad de aprender a manejar sus obvias diferencias convenientes con respecto al sexo opuesto, aún en la actualidad continúan en aras de construir una equidad por complementariedad entre ambos sexos y no una rivalidad, una lucha de poder, de competitividad, de superioridad o desprecio por lo que no somos. Es hora de resaltar lo que somos y sacarle el mayor provecho a favorecer la relación entre hombres y mujeres en cualquier ámbito en que interactúen.

El panorama es cada vez más optimista y promisorio para las mujeres que aspiran a ser calificadas para alcanzar altos niveles en el desempeño laboral, integrando sus roles sociales tradicionales como madres y esposas lo que se comprueba que sí se puede ir construyendo una cultura de equidad de género.

Sin embargo es hasta el siglo XX que se comienza a plantear una nueva concepción de género ajustado al devenir de los tiempos. Y es cuando se propicia un movimientoo una necesidad cada vez más imparable de ver la educación de las mujeres como un acto de justicia en virtud de resarciro subsanar el estado de marginación, durante siglos, en que estuvieron, aunque hay que apuntar que pese a estos esfuerzos “justicieros” que se han llevado a cabo, como señala Angélica Ojeda- García en su ensayo Los retos de la mujer en el siglo XXI en materia de educación, “siempre ha estado presente el concepto biológico en la construcción de esa educación y la idea de las características propias del sexo, relativas específicamente a la maternidad.”

Durante los siglos XVII y XVII coloniales, como se ha apuntado ya, el máximo logro educativo para las mujeres, aunque hay que especificar que no para todas, sino sólo para aquellas que contaban con recursos o eran de alcurnia, consistía en aprender a leer, a escribir y a sumar y restar quedando vedada la ruta hacia la Real y Pontificia Universidad de México.

Las luchas en busca de una equidad de género y que sitúa a las mujeres en una necesidad de aprender a manejar sus obvias diferencias convenientes con respecto al sexo opuesto, aún en la actualidad continúan en aras de construir una equidad por complementariedad entre ambos sexos y no una rivalidad, una lucha de poder, de competitividad, de superioridad o desprecio por lo que no somos. Es hora de resaltar lo que somos y sacarle el mayor provecho a favorecer la relación entre hombres y mujeres en cualquier ámbito en que interactúen.

El panorama es cada vez más optimista y promisorio para las mujeres que aspiran a ser calificadas para alcanzar altos niveles en el desempeño laboral, integrando sus roles sociales tradicionales como madres y esposas lo que se comprueba que sí se puede ir construyendo una cultura de equidad de género.