/ martes 28 de junio de 2022

¡Imagínese! | Cuestión de tiempo

A su llegada al poder, el gobernador electo prometió acabar con la corrupción que por más de ocho décadas asoló a Tamaulipas, se comprometió en recuperar el patrimonio de los tamaulipecos que se encontraba en las manos de unos cuantos y dar toda la transparencia al ejercicio de la actividad pública del gobierno del estado.

Era el 2016 y Francisco Javier García Cabeza de Vaca había arrasado no sólo con el PRI, sino con un sistema que ya se encontraba muy viciado a todas luces y en donde la corrupción era cosa de todos los días. Vino entonces una tersa transición con Egidio Torre Cantú, que se auto-exilió en San Pedro Garza García, Nuevo León y unos meses después, fue detenido en Ciudad Victoria Eugenio Hernández Flores.

Con dos exgobernadores presos (Tomás Yarrington detenido en Italia y extraditado a los Estados Unidos), evidentemente la percepción ciudadana por la cacería de los exmandatarios aumentó y fue el año pasado cuando una andanada de acusaciones de la federación en contra de Cabeza de Vaca lo colocaron en el mismo costal de los exgobernadores, mucho antes de que dejara el poder.

Pero ¿hasta dónde son ciertas estas acusaciones?, más allá de la buena maniobra política para no perder el fuero constitucional, Cabeza de Vaca no sólo se mantuvo en el poder, sino que incluso ha defendido ferozmente los señalamientos en su contra en todos los escenarios posibles, al grado de meterse a la mitad de la campaña a responderle al hoy gobernador electo los mismos señalamientos, lo que le costó una sanción del árbitro electoral. Lejos de huir, Cabeza de Vaca ha plantado cara a cada señalamiento y hasta estuvo en condiciones de dar la batalla electoral para su partido.

Es mucho más fácil acusar que defenderse. Pero las pruebas de dichas acusaciones son las que ya podrían tener al aún mandatario estatal tras las rejas, si fueran suficientemente contundentes, lo que hasta hoy no ha ocurrido. Más aún, los informes de la Auditoría Superior de la Federación, hablan de un buen manejo financiero en Tamaulipas y hasta lo han presumido como un estado ejemplar en el manejo del gasto público y a lo largo del sexenio que está por terminar, el mandatario presumió que luego de largos procesos judiciales se logró la recuperación de una gran parte del patrimonio del estado, principalmente de terrenos que estaban al menos irregulares, esto no habla precisamente de un gobierno corrupto, ni mucho menos, pero hay otras acusaciones en la palestra.

Seguramente será en un momento dado uno de los objetivos del nuevo gobierno: la verificación del uso que el gobierno de Cabeza de Vaca dio al erario y al patrimonio estatal. Sin embargo, el tono de la confrontación utilizado en la campaña no ha bajado ni un poco.

Así se puede leer entrelíneas, cuando, por parte del gobernador saliente no ha habido ningún reconocimiento de la victoria del doctor Américo Villarreal, más allá del silencio y evitar el tema electoral; tanto como del propio gobernador electo, en cuyas palabras se ve con claridad la firmeza con la que toma el caso, como puede leerse en su discurso del domingo en Coahuila, en el marco de un evento de Morena: “Tuvimos una elección de estado, una campaña de estado, desde el poder legislativo, ejecutivo y judicial, nos atemorizaron, nos encarcelaron, todavía tenemos dos compañeros en la cárcel por el proceso electoral. Ese es el gobierno represor que vencimos.

La elección en Tamaulipas no fue fácil, la población tuvo que elegir y darse cuenta que no podía continuar un modelo neoliberal donde había corrupción, donde hay intimidación, extorsión hacia la población para seguir obteniendo un beneficio puntual a un grupo de gentes que se han enquistado en el poder político y en el poder económico para su beneficio”.

Y aunque en los hechos la elección no ha terminado (hasta que la impugnación panista tenga un resolutivo en los Tribunales Electorales), es prácticamente un hecho que, al menos en este impase en lo que llega septiembre y el momento del proceso legal de Entrega-Recepción de la administración pública estatal, seguirá el mismo tono: el silencio por parte del gobernador saliente y la dura crítica por parte del gobernador entrante, hasta el punto en el que ambos deban ceder y dar paso a una transición ordenada y transparente.

Pero aquí hay que tener mucho cuidado, pues no es un tema de legitimidad. Más de 710 mil tamaulipecos votaron a favor de Américo Villarreal y de Morena, lo que implica una clara voluntad popular a favor de la cuarta transformación y de la plataforma electoral de su candidato, el hoy gobernador electo. Se trata pues, de cuestión de tiempo, para que haya una alternancia que se validó en las urnas y se deberá cumplir a pie juntillas de lo que la ley en la materia mandata.

“Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro”

A su llegada al poder, el gobernador electo prometió acabar con la corrupción que por más de ocho décadas asoló a Tamaulipas, se comprometió en recuperar el patrimonio de los tamaulipecos que se encontraba en las manos de unos cuantos y dar toda la transparencia al ejercicio de la actividad pública del gobierno del estado.

Era el 2016 y Francisco Javier García Cabeza de Vaca había arrasado no sólo con el PRI, sino con un sistema que ya se encontraba muy viciado a todas luces y en donde la corrupción era cosa de todos los días. Vino entonces una tersa transición con Egidio Torre Cantú, que se auto-exilió en San Pedro Garza García, Nuevo León y unos meses después, fue detenido en Ciudad Victoria Eugenio Hernández Flores.

Con dos exgobernadores presos (Tomás Yarrington detenido en Italia y extraditado a los Estados Unidos), evidentemente la percepción ciudadana por la cacería de los exmandatarios aumentó y fue el año pasado cuando una andanada de acusaciones de la federación en contra de Cabeza de Vaca lo colocaron en el mismo costal de los exgobernadores, mucho antes de que dejara el poder.

Pero ¿hasta dónde son ciertas estas acusaciones?, más allá de la buena maniobra política para no perder el fuero constitucional, Cabeza de Vaca no sólo se mantuvo en el poder, sino que incluso ha defendido ferozmente los señalamientos en su contra en todos los escenarios posibles, al grado de meterse a la mitad de la campaña a responderle al hoy gobernador electo los mismos señalamientos, lo que le costó una sanción del árbitro electoral. Lejos de huir, Cabeza de Vaca ha plantado cara a cada señalamiento y hasta estuvo en condiciones de dar la batalla electoral para su partido.

Es mucho más fácil acusar que defenderse. Pero las pruebas de dichas acusaciones son las que ya podrían tener al aún mandatario estatal tras las rejas, si fueran suficientemente contundentes, lo que hasta hoy no ha ocurrido. Más aún, los informes de la Auditoría Superior de la Federación, hablan de un buen manejo financiero en Tamaulipas y hasta lo han presumido como un estado ejemplar en el manejo del gasto público y a lo largo del sexenio que está por terminar, el mandatario presumió que luego de largos procesos judiciales se logró la recuperación de una gran parte del patrimonio del estado, principalmente de terrenos que estaban al menos irregulares, esto no habla precisamente de un gobierno corrupto, ni mucho menos, pero hay otras acusaciones en la palestra.

Seguramente será en un momento dado uno de los objetivos del nuevo gobierno: la verificación del uso que el gobierno de Cabeza de Vaca dio al erario y al patrimonio estatal. Sin embargo, el tono de la confrontación utilizado en la campaña no ha bajado ni un poco.

Así se puede leer entrelíneas, cuando, por parte del gobernador saliente no ha habido ningún reconocimiento de la victoria del doctor Américo Villarreal, más allá del silencio y evitar el tema electoral; tanto como del propio gobernador electo, en cuyas palabras se ve con claridad la firmeza con la que toma el caso, como puede leerse en su discurso del domingo en Coahuila, en el marco de un evento de Morena: “Tuvimos una elección de estado, una campaña de estado, desde el poder legislativo, ejecutivo y judicial, nos atemorizaron, nos encarcelaron, todavía tenemos dos compañeros en la cárcel por el proceso electoral. Ese es el gobierno represor que vencimos.

La elección en Tamaulipas no fue fácil, la población tuvo que elegir y darse cuenta que no podía continuar un modelo neoliberal donde había corrupción, donde hay intimidación, extorsión hacia la población para seguir obteniendo un beneficio puntual a un grupo de gentes que se han enquistado en el poder político y en el poder económico para su beneficio”.

Y aunque en los hechos la elección no ha terminado (hasta que la impugnación panista tenga un resolutivo en los Tribunales Electorales), es prácticamente un hecho que, al menos en este impase en lo que llega septiembre y el momento del proceso legal de Entrega-Recepción de la administración pública estatal, seguirá el mismo tono: el silencio por parte del gobernador saliente y la dura crítica por parte del gobernador entrante, hasta el punto en el que ambos deban ceder y dar paso a una transición ordenada y transparente.

Pero aquí hay que tener mucho cuidado, pues no es un tema de legitimidad. Más de 710 mil tamaulipecos votaron a favor de Américo Villarreal y de Morena, lo que implica una clara voluntad popular a favor de la cuarta transformación y de la plataforma electoral de su candidato, el hoy gobernador electo. Se trata pues, de cuestión de tiempo, para que haya una alternancia que se validó en las urnas y se deberá cumplir a pie juntillas de lo que la ley en la materia mandata.

“Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro”