/ jueves 26 de mayo de 2022

¡Imagínese! | Elegir en clima de encono

A diez días de la elección más importante en la historia política de Tamaulipas en los últimos años, los dos candidatos con posibilidades reales de alcanzar la gubernatura han traslapado la contienda al ámbito nacional, buscando el respaldo de sus respectivos compañeros de partidos políticos, lanzándose una serie de acusaciones mutuas de intromisión de los gobiernos federal y estatal, así como de irregularidades en el proceso que hacen pensar a cualquiera que esto no terminará la noche del cinco de junio.

El Senado de la República se convirtió de pronto en el campo de batalla electoral en donde las facciones que a diario pelean por los grandes temas de interés nacional, de pronto se acordaron que existe Tamaulipas y de inmediato se alinearon con sus respectivos candidatos de acuerdo a la fracción parlamentaria que representan para darse hasta con la cubeta con cualquier cantidad de acusaciones. De pronto los noticieros nacionales retomaron en sus agendas la elección del próximo cinco de junio y mientras algunos hicieron un puntual análisis de lo que ocurre no sólo en Tamaulipas sino en los seis estados en los que habrá elecciones, otros se fueron con opiniones de quienes defienden a uno y otro bando sin contrapeso alguno, pero al final de cuentas, Tamaulipas se ha mantenido como uno de los tópicos de mayor intercambio de opiniones políticas en todo el país en los últimos días, reflejo de la dura batalla que se sigue en las redes sociales. Previsiblemente uno de los temas que más se abordan en la conversación nacional sobre nuestra entidad, no es lo que proponen o no los candidatos, cuál podría ser mejor gobernante o quienes son siquiera; sino el tema de la eventual “mano negra” que pudiera meter en la contienda el crimen organizado para favorecer a alguno de los candidatos por estos días, previos a la elección, o el mismísimo “Día D”, es decir el cinco de junio, como ha ocurrido ya en otras elecciones. Lo de menos sería ver a los operadores desempolvar el “Manual del mapache” y aplicar todas las técnicas conocidas y desconocidas para influir tramposamente en la elección, lo malo es ver la lluvia de órdenes de aprehensión en contra de personajes estratégicos de las campañas de uno y otro bando; lo terrible sería ver a los violentos hacer de las suyas antes, durante o después de las votaciones. Más allá de esa posibilidad, siempre latente en un estado como Tamaulipas, es prácticamente un hecho que, gane quien gane la elección, habrá una judicialización del proceso en el que los abogados y tribunales electorales tendrán mucho trabajo para dilucidar lo que seguramente será toda una cascada de denuncias de todo tipo, en donde lo de menos serán las acusaciones de fraude. Evidentemente el árbitro electoral y su actuación está bajo la lupa, con un estricto seguimiento legal sobre su actuación, ya con el antecedente de que uno de los candidatos abandonó la posibilidad de asistir al segundo debate argumentando que no hubo imparcialidad en el primero. Todo cuenta todo pesa y todo será susceptible de un agudo análisis legal y consecuentemente de posibles denuncias después, más allá del resultado de las votaciones. Está muy claro que ésta ya no es una elección de propuestas, de ideas, de construcción de plataformas políticas o de convencer al electorado que sí toma una decisión reflexiva con planes de gobierno posibles, realizables y de cumplir con las necesidades del pueblo. Más allá de todo ello, esto ya ha degenerado en una confrontación directa, de una lucha por el poder que ha logrado polarizar a Tamaulipas, tanto como ya lo estaba el país desde hace más de cinco años. Obviamente existe entre el electorado una gran confusión sobre el futuro político de Tamaulipas y pareciera que el botín que en estos momentos se pelean ambas facciones es el del grupo de los electores indecisos que no han manifestado aún su respaldo hacia uno u otro proyecto y que, sin duda, en una elección cerrada podrían ser el fiel de la balanza que incline hacia cualquiera de ellos el triunfo. Todo este clima de encono, de confrontación directa, de polarización y diatriba entre los postulantes, puede provocar un efecto inversamente proporcional al que desean los políticos y que los electores simplemente se alejen de las urnas el cinco de junio, por el nivel de pleito callejero que ha alcanzado la campaña. La volatilidad política por la que atraviesa el país desde hace al menos un lustro, está ya en Tamaulipas y serán los ciudadanos quienes con su sufragio responsable y su cuidado a detalle del proceso electoral puedan salvar la contienda si existe una jornada ejemplar, sin incidentes graves, cuidada de extremo a extremo y con una limpieza irrebatible. Para como están las cosas no será nada fácil.

E-mail: marioagamezh@hotmail.com

Gonzalo Torrente Ballester, escritor español


El poder más peligroso es el del que manda, pero no gobierna


A diez días de la elección más importante en la historia política de Tamaulipas en los últimos años, los dos candidatos con posibilidades reales de alcanzar la gubernatura han traslapado la contienda al ámbito nacional, buscando el respaldo de sus respectivos compañeros de partidos políticos, lanzándose una serie de acusaciones mutuas de intromisión de los gobiernos federal y estatal, así como de irregularidades en el proceso que hacen pensar a cualquiera que esto no terminará la noche del cinco de junio.

El Senado de la República se convirtió de pronto en el campo de batalla electoral en donde las facciones que a diario pelean por los grandes temas de interés nacional, de pronto se acordaron que existe Tamaulipas y de inmediato se alinearon con sus respectivos candidatos de acuerdo a la fracción parlamentaria que representan para darse hasta con la cubeta con cualquier cantidad de acusaciones. De pronto los noticieros nacionales retomaron en sus agendas la elección del próximo cinco de junio y mientras algunos hicieron un puntual análisis de lo que ocurre no sólo en Tamaulipas sino en los seis estados en los que habrá elecciones, otros se fueron con opiniones de quienes defienden a uno y otro bando sin contrapeso alguno, pero al final de cuentas, Tamaulipas se ha mantenido como uno de los tópicos de mayor intercambio de opiniones políticas en todo el país en los últimos días, reflejo de la dura batalla que se sigue en las redes sociales. Previsiblemente uno de los temas que más se abordan en la conversación nacional sobre nuestra entidad, no es lo que proponen o no los candidatos, cuál podría ser mejor gobernante o quienes son siquiera; sino el tema de la eventual “mano negra” que pudiera meter en la contienda el crimen organizado para favorecer a alguno de los candidatos por estos días, previos a la elección, o el mismísimo “Día D”, es decir el cinco de junio, como ha ocurrido ya en otras elecciones. Lo de menos sería ver a los operadores desempolvar el “Manual del mapache” y aplicar todas las técnicas conocidas y desconocidas para influir tramposamente en la elección, lo malo es ver la lluvia de órdenes de aprehensión en contra de personajes estratégicos de las campañas de uno y otro bando; lo terrible sería ver a los violentos hacer de las suyas antes, durante o después de las votaciones. Más allá de esa posibilidad, siempre latente en un estado como Tamaulipas, es prácticamente un hecho que, gane quien gane la elección, habrá una judicialización del proceso en el que los abogados y tribunales electorales tendrán mucho trabajo para dilucidar lo que seguramente será toda una cascada de denuncias de todo tipo, en donde lo de menos serán las acusaciones de fraude. Evidentemente el árbitro electoral y su actuación está bajo la lupa, con un estricto seguimiento legal sobre su actuación, ya con el antecedente de que uno de los candidatos abandonó la posibilidad de asistir al segundo debate argumentando que no hubo imparcialidad en el primero. Todo cuenta todo pesa y todo será susceptible de un agudo análisis legal y consecuentemente de posibles denuncias después, más allá del resultado de las votaciones. Está muy claro que ésta ya no es una elección de propuestas, de ideas, de construcción de plataformas políticas o de convencer al electorado que sí toma una decisión reflexiva con planes de gobierno posibles, realizables y de cumplir con las necesidades del pueblo. Más allá de todo ello, esto ya ha degenerado en una confrontación directa, de una lucha por el poder que ha logrado polarizar a Tamaulipas, tanto como ya lo estaba el país desde hace más de cinco años. Obviamente existe entre el electorado una gran confusión sobre el futuro político de Tamaulipas y pareciera que el botín que en estos momentos se pelean ambas facciones es el del grupo de los electores indecisos que no han manifestado aún su respaldo hacia uno u otro proyecto y que, sin duda, en una elección cerrada podrían ser el fiel de la balanza que incline hacia cualquiera de ellos el triunfo. Todo este clima de encono, de confrontación directa, de polarización y diatriba entre los postulantes, puede provocar un efecto inversamente proporcional al que desean los políticos y que los electores simplemente se alejen de las urnas el cinco de junio, por el nivel de pleito callejero que ha alcanzado la campaña. La volatilidad política por la que atraviesa el país desde hace al menos un lustro, está ya en Tamaulipas y serán los ciudadanos quienes con su sufragio responsable y su cuidado a detalle del proceso electoral puedan salvar la contienda si existe una jornada ejemplar, sin incidentes graves, cuidada de extremo a extremo y con una limpieza irrebatible. Para como están las cosas no será nada fácil.

E-mail: marioagamezh@hotmail.com

Gonzalo Torrente Ballester, escritor español


El poder más peligroso es el del que manda, pero no gobierna