/ domingo 19 de enero de 2020

Iridiscencias | Concha Urquiza

Decía el escritor Edgar Allan Poe en su “Método de composición”: "Es inútil sostener que un poema no es tal sino en cuanto eleva el alma y te reporta una excitación; lo bello es el único ámbito legítimo de la poesía.

Cuando los hombres hablan de belleza, no se entiende precisamente una cualidad como se supone, sino una impresión; la contemplación de lo bello es la más violenta y pura elevación del alma ; no el intelecto ni el corazón".

Lo anterior me vino a la mente cuando en plena tarea de desempolvar algunos de mis viejos libros, me topé con un maravilloso compendio titulado: “Antología Mexicana de la Poesía Religiosa” cuya introducción, selección y notas, estuvo a cargo de quien fuera destacado cronista de nuestra ciudad Sr. Carlos González Salas, en cuya antología de destacados poetas mexicanos nos introduce a ese ámbito en donde quizá, únicamente la poesía, puede reclamar su primacía en cuanto a la elevación del alma.

Poetas como: Salvador Díaz Mirón (1853-1928), Manuel José Othón (1858-1906), Luis G. Urbina (1867-1734), Ramón López Velarde (1888-1921) entre otros grandes de la poesía mexicana, ocupan un espacio en aquella antología. Aunque en la selección de los poemas —en opinión de González Salas—, un mínimo de exigencia estética será el que nos rija. Y no porque un poema exprese sentimientos que se refieran a un motivo religioso o divino cobrará derecho a ser incluido, cuando no pase de piadoso. Para que exista una verdadera poesía religiosa —continúo citando textualmente a González Salas— no basta un sentimentalismo trivial vertido en estrofas rimadas o libres, sino que será esencial conjugar lo auténticamente religioso y lo auténticamente poético.

Un lugar especial en aquella antología religiosa, que cumple a cabalidad lo requerido en el párrafo anterior, lo ocupa la poeta Concha Urquiza, quien se le ha colocado en primera fila, únicamente después de Sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos en la poesía femenina Mexicana; su obra parva, pero henchida y luminosa lo justifica.

Concha Urquiza nace el 24 de diciembre de 1910 en la ciudad de Morelia. Desde muy temprana edad publicó sus poemas en diversas revistas literarias.

En su juventud perteneció al partido comunista mexicano simpatizando con diversas teorías estéticas y políticas que, al entrar en una crisis espiritual, la llevó a romper con el pasado, adoptando fervorosamente el catolicismo para ingresar posteriormente al convento de religiosas Hijas del Espíritu Santo.

La rigurosidad de la vida en el convento le obligó a abandonar sus aspiraciones religiosas para dedicarse posteriormente, a la impartición de las cátedras de lógica e historia de las doctrinas filosóficas en la Universidad de San Luis Potosí.

De la “Antología Mexicana de la Poesía Religiosa” del ex cronista Carlos González Salas, presentó el siguiente poema de Concha Urquiza, como un pequeño homenaje a tan destacada poetisa:

DELEITOSO CANTO DESCEÑIDO

Fuiste ya, como granero henchido,

larga promesa y posesión segura,

y reposé al sabor de tu dulzura

como el ave rapaz que prueba el nido.

Cabe rumor de mar embravecido

la playa supe silenciosa y pura,

y en el estío rojo, prematura

tuvo sazón la savia del olvido.

A sol y brisa y viento he concebido

el rayo creador de tu hermosura;

nada deseo, Amor, si ya no ha sido

guiño de astros en la noche oscura

o el deleitoso canto desceñido

en que la joven rima se madura.

Concha Urquiza muere trágicamente —ahogada— en Ensenada, Baja California, a los 35 años, el 20 de junio de 1945.

e-mail: arturomeza44@hotmail.com

CONCHA URQUIZA

Yo soy como la cierva que en las corrientes brama.

Sed y polvo de fuego su lengua paraliza,

y en salvaje carrera, con las astas en llama,

sobre la piedra el casco golpea y se desliza.”

Decía el escritor Edgar Allan Poe en su “Método de composición”: "Es inútil sostener que un poema no es tal sino en cuanto eleva el alma y te reporta una excitación; lo bello es el único ámbito legítimo de la poesía.

Cuando los hombres hablan de belleza, no se entiende precisamente una cualidad como se supone, sino una impresión; la contemplación de lo bello es la más violenta y pura elevación del alma ; no el intelecto ni el corazón".

Lo anterior me vino a la mente cuando en plena tarea de desempolvar algunos de mis viejos libros, me topé con un maravilloso compendio titulado: “Antología Mexicana de la Poesía Religiosa” cuya introducción, selección y notas, estuvo a cargo de quien fuera destacado cronista de nuestra ciudad Sr. Carlos González Salas, en cuya antología de destacados poetas mexicanos nos introduce a ese ámbito en donde quizá, únicamente la poesía, puede reclamar su primacía en cuanto a la elevación del alma.

Poetas como: Salvador Díaz Mirón (1853-1928), Manuel José Othón (1858-1906), Luis G. Urbina (1867-1734), Ramón López Velarde (1888-1921) entre otros grandes de la poesía mexicana, ocupan un espacio en aquella antología. Aunque en la selección de los poemas —en opinión de González Salas—, un mínimo de exigencia estética será el que nos rija. Y no porque un poema exprese sentimientos que se refieran a un motivo religioso o divino cobrará derecho a ser incluido, cuando no pase de piadoso. Para que exista una verdadera poesía religiosa —continúo citando textualmente a González Salas— no basta un sentimentalismo trivial vertido en estrofas rimadas o libres, sino que será esencial conjugar lo auténticamente religioso y lo auténticamente poético.

Un lugar especial en aquella antología religiosa, que cumple a cabalidad lo requerido en el párrafo anterior, lo ocupa la poeta Concha Urquiza, quien se le ha colocado en primera fila, únicamente después de Sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos en la poesía femenina Mexicana; su obra parva, pero henchida y luminosa lo justifica.

Concha Urquiza nace el 24 de diciembre de 1910 en la ciudad de Morelia. Desde muy temprana edad publicó sus poemas en diversas revistas literarias.

En su juventud perteneció al partido comunista mexicano simpatizando con diversas teorías estéticas y políticas que, al entrar en una crisis espiritual, la llevó a romper con el pasado, adoptando fervorosamente el catolicismo para ingresar posteriormente al convento de religiosas Hijas del Espíritu Santo.

La rigurosidad de la vida en el convento le obligó a abandonar sus aspiraciones religiosas para dedicarse posteriormente, a la impartición de las cátedras de lógica e historia de las doctrinas filosóficas en la Universidad de San Luis Potosí.

De la “Antología Mexicana de la Poesía Religiosa” del ex cronista Carlos González Salas, presentó el siguiente poema de Concha Urquiza, como un pequeño homenaje a tan destacada poetisa:

DELEITOSO CANTO DESCEÑIDO

Fuiste ya, como granero henchido,

larga promesa y posesión segura,

y reposé al sabor de tu dulzura

como el ave rapaz que prueba el nido.

Cabe rumor de mar embravecido

la playa supe silenciosa y pura,

y en el estío rojo, prematura

tuvo sazón la savia del olvido.

A sol y brisa y viento he concebido

el rayo creador de tu hermosura;

nada deseo, Amor, si ya no ha sido

guiño de astros en la noche oscura

o el deleitoso canto desceñido

en que la joven rima se madura.

Concha Urquiza muere trágicamente —ahogada— en Ensenada, Baja California, a los 35 años, el 20 de junio de 1945.

e-mail: arturomeza44@hotmail.com

CONCHA URQUIZA

Yo soy como la cierva que en las corrientes brama.

Sed y polvo de fuego su lengua paraliza,

y en salvaje carrera, con las astas en llama,

sobre la piedra el casco golpea y se desliza.”