/ domingo 31 de mayo de 2020

Iridiscencias | Hollar profano

“El tiempo que ocupamos, en un lugar, los recuerdos ocupan su espacio”

En nuestro país nos encontramos con lugares que invitan al descubrimiento de nuestras propias raíces y, en algunos casos, por qué no, nos hacen sentirnos orgullosos del México actual.

Son lugares -poblados, aldeas, tradiciones, costumbres, vegetación e infinidad de motivos-, en que la tradición e historia de nuestro país irrumpe nuestras emociones y que, al revelársenos, deseáramos retenerlos en algún lugar de nuestra memoria para poder manifestarlo cuando nuestro orgullo reclame su revelación.

Pero… no siempre lo es así. No son pocos los lugares en que en nuestro país, y a lo largo de su historia, los abusos que se han cometido -y que por desgracia se siguen cometiendo-, nos revelan el lado oscuro en su cruda realidad, y… sí… en el México actual.

No me refiero a aquellos rincones de nuestro país en donde la desigualdad y la pobreza de sus habitantes han tenido y tienen como origen el abuso de quienes sin escrúpulos y sin recato, se han convertido en instrumento de explotación y abuso de nuestra propia gente. La complicidad de los gobiernos, en diferentes épocas y en sus diferentes niveles, aparece como una constante específica y permanente de las mezquindades y atropellos que sufren nuestros hermanos mexicanos…, pero eso es otra historia.

A tan solo cuarenta minutos de la ciudad de San Luis Potosí, un poblado, cuya historia de abusos y atropellos forman parte de esas narraciones. Las arbitrariedades y el desenfreno de la codicia anega las simas de la mezquindad y desborda los límites de la avaricia, en atropello de quienes por legítimo derecho son poseedores legítimos y originales de sus tierras. Sí, es verdad, son arbitrariedades que se pueden encontrar en casi todas las latitudes del planeta, pero que son, en países como el nuestro, donde el abuso suele ser una constante a través de nuestra historia y que, por desgracia, aún no termina.

“Tu barro suena a plata, y en tu puño su sonora miseria es alcancía...”

Ramón López Velarde

Fue en el Cerro de San Pedro, cabecera del municipio del mismo nombre, fundado en 1592 y que, tras el descubrimiento de ricos minerales de oro y plata, dio origen a la formación del municipio; hecho que se realizó desde la época virreinal de la Nueva España. La población de indígenas de guachichiles eran quienes se asentaron en el lugar; siendo parte de dichos pobladores quienes, posteriormente, fundaron lo que hoy es la ciudad de San Luis Potosí, capital del estado del mismo nombre.

El Cerro de San Pedro, poblado de poco más de cuatro mil habitantes, con sus empedradas calles, calles pintarrajeadas con las huellas ardientes de su permanente polverío y sus calles tostadas de sol; -pueblo herencia arrebatada-, nos transporta en alas de la imaginación, -que ahora no me parece tan fantasioso- al Comala de Rulfo o Luvina del mismo autor-. Al menos a estos no les desaparecieron sus cerros o montañas.

El Cerro de San Pedro, lugar sagrado para su pobladores originales, de entrañas de oro y plata, y piel -aunque árido-, con gran diversidad silvestre, fue desaparecido por el apetito de quienes, en aras del progreso y la modernidad -para nuestra mayor vergüenza- por empresas extranjeras -Minera San Xavier, una subsidiaria minera de la empresa canadiense New Gold Inc.-, que explotaron y apropiaron el oro y plata de esta su tierra, dejando un pueblo sin condiciones para un porvenir cuando menos seguro. Sus pobres promesas de ayuda -cual dádivas-, parecen remedos de conciencia arrepentida.

Ramón López Velarde

“Suave Patria: tu casa todavía es tan grande, que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería.”

“El tiempo que ocupamos, en un lugar, los recuerdos ocupan su espacio”

En nuestro país nos encontramos con lugares que invitan al descubrimiento de nuestras propias raíces y, en algunos casos, por qué no, nos hacen sentirnos orgullosos del México actual.

Son lugares -poblados, aldeas, tradiciones, costumbres, vegetación e infinidad de motivos-, en que la tradición e historia de nuestro país irrumpe nuestras emociones y que, al revelársenos, deseáramos retenerlos en algún lugar de nuestra memoria para poder manifestarlo cuando nuestro orgullo reclame su revelación.

Pero… no siempre lo es así. No son pocos los lugares en que en nuestro país, y a lo largo de su historia, los abusos que se han cometido -y que por desgracia se siguen cometiendo-, nos revelan el lado oscuro en su cruda realidad, y… sí… en el México actual.

No me refiero a aquellos rincones de nuestro país en donde la desigualdad y la pobreza de sus habitantes han tenido y tienen como origen el abuso de quienes sin escrúpulos y sin recato, se han convertido en instrumento de explotación y abuso de nuestra propia gente. La complicidad de los gobiernos, en diferentes épocas y en sus diferentes niveles, aparece como una constante específica y permanente de las mezquindades y atropellos que sufren nuestros hermanos mexicanos…, pero eso es otra historia.

A tan solo cuarenta minutos de la ciudad de San Luis Potosí, un poblado, cuya historia de abusos y atropellos forman parte de esas narraciones. Las arbitrariedades y el desenfreno de la codicia anega las simas de la mezquindad y desborda los límites de la avaricia, en atropello de quienes por legítimo derecho son poseedores legítimos y originales de sus tierras. Sí, es verdad, son arbitrariedades que se pueden encontrar en casi todas las latitudes del planeta, pero que son, en países como el nuestro, donde el abuso suele ser una constante a través de nuestra historia y que, por desgracia, aún no termina.

“Tu barro suena a plata, y en tu puño su sonora miseria es alcancía...”

Ramón López Velarde

Fue en el Cerro de San Pedro, cabecera del municipio del mismo nombre, fundado en 1592 y que, tras el descubrimiento de ricos minerales de oro y plata, dio origen a la formación del municipio; hecho que se realizó desde la época virreinal de la Nueva España. La población de indígenas de guachichiles eran quienes se asentaron en el lugar; siendo parte de dichos pobladores quienes, posteriormente, fundaron lo que hoy es la ciudad de San Luis Potosí, capital del estado del mismo nombre.

El Cerro de San Pedro, poblado de poco más de cuatro mil habitantes, con sus empedradas calles, calles pintarrajeadas con las huellas ardientes de su permanente polverío y sus calles tostadas de sol; -pueblo herencia arrebatada-, nos transporta en alas de la imaginación, -que ahora no me parece tan fantasioso- al Comala de Rulfo o Luvina del mismo autor-. Al menos a estos no les desaparecieron sus cerros o montañas.

El Cerro de San Pedro, lugar sagrado para su pobladores originales, de entrañas de oro y plata, y piel -aunque árido-, con gran diversidad silvestre, fue desaparecido por el apetito de quienes, en aras del progreso y la modernidad -para nuestra mayor vergüenza- por empresas extranjeras -Minera San Xavier, una subsidiaria minera de la empresa canadiense New Gold Inc.-, que explotaron y apropiaron el oro y plata de esta su tierra, dejando un pueblo sin condiciones para un porvenir cuando menos seguro. Sus pobres promesas de ayuda -cual dádivas-, parecen remedos de conciencia arrepentida.

Ramón López Velarde

“Suave Patria: tu casa todavía es tan grande, que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería.”