/ domingo 5 de junio de 2022

La angustia que nos trajo la modernidad

El Hombre como tal tuvo un primer alumbramiento en el momento mismo que tomó conciencia de su Ser distanciándose con ello del reino de la naturaleza en el que hasta entonces permanecía engullido por medio del culto a las fuerzas naturales: el rayo, el fuego, la lluvia o los volcanes.

Posteriormente el Hombre como especie creó su propio reino, un reino subjetivo, simbólico creó ritos y deidades a su imagen y semejanza ante los cuales proyectó todas sus virtudes despojándose así mismo de todas sus cualidades.

Con la llegada de la era moderna con su técnica, ciencia y conocimiento ilustrado la humanidad experimentó un segundo alumbramiento que la liberaría de la arbitrariedad de los designios religiosos.

Cuando menos esa era la promesa, sin embargo a pesar de que la modernidad ha traído consigo progresos sin igual en comparación con cualquier otro periodo de la historia, también nos ha dado el fruto amargo de la angustia y una sensación de soledad hasta antes de ella desconocida.

La modernidad tuvo como consecuencia la pérdida de los anclajes simbólicos representados por la teología que dotaban de sentido a la vida, un sentido que no podía ser sustituido por la vuelta a la naturaleza como en la prehistoria, porque la única dimensión auténticamente humana era la simbólica y con el despliegue de la sociedad industrial y del insignificante lugar que el Hombre pasó a ocupar en el Universo, desencadenaron un sentimiento de irrelevancia, gratuidad y sin sentido de la vida individualmente.

Para el poeta romántico aleman Hölderlin en el Ser absoluto, el sujeto y el objeto están absolutamente unidos, tan unidos que ninguna división puede emprenderse sin destruir la esencia de la cosa que pretende ser separada: el Ser.

Solo manteniendo al Ser siendo uno podemos hablar de un Ser absoluto, pero este Ser no debe entenderse como igualdad entre dos cosas, porque entonces estas dos cosas estarían separadas.

Con lo anterior Hölderlin coincidirá con la conclusión radical de Schelling al sostener que el Ser absoluto es prerreflexivo, siendo en ello revolucionarios en oposición a lo que afirmara Aristóteles para quien el Ser absoluto es pensamiento que se piensa así mismo, es decir auto-conciencia o dicho de otra manera, pensamiento que está aquí, que está pensando en otro pensamiento que está allá.

Por lo tanto si para los románticos alemanes el Ser absoluto y esencial es prerreflexivo porque no media distancia en su seno, la modernidad no podría significar otra cosa que separación, distanciamiento, inestabilidad ya que al introducir el pensamiento racional, la ciencia y la técnica con las cuales no sólo el Hombre toma distancia del todo sino que incluso pretende manipularlo y ponerlo a su servicio sin más propósito que la utilidad y más motivo que el poder hacerlo.

Ello condujo irremediablemente al surgimiento del sentimiento de angustia que solo puede ser redimido con la búsqueda de ese anhelo innato por ir al encuentro de lo absoluto, a algo que nos trascienda e impregne de sentido la vida.

Hasta antes de la llegada de la era moderna ese papel lo satisfacían los mitos y supersticiones, los ritos religiosos y la teología.

Pero la modernidad nos mostró que la vida humana puede que no tenga un lugar especial ni forme parte de un gran plan providencial e incluso sea tan insignificante como lo puede ser un engranaje dentro de esa gran maquinaria que es la sociedad industrial.

Esa conciencia de saber que no somos, ni participamos en algo trascendente y que por lo tanto debemos conformarnos reconociendo lo absurdo de nuestra existencia como concluyera Camus, aunque después intentara hacer de esta absurdidad algo trascendente es la angustia que nos trajo la modernidad.

correo: sotelo27@me.com

El Hombre como tal tuvo un primer alumbramiento en el momento mismo que tomó conciencia de su Ser distanciándose con ello del reino de la naturaleza en el que hasta entonces permanecía engullido por medio del culto a las fuerzas naturales: el rayo, el fuego, la lluvia o los volcanes.

Posteriormente el Hombre como especie creó su propio reino, un reino subjetivo, simbólico creó ritos y deidades a su imagen y semejanza ante los cuales proyectó todas sus virtudes despojándose así mismo de todas sus cualidades.

Con la llegada de la era moderna con su técnica, ciencia y conocimiento ilustrado la humanidad experimentó un segundo alumbramiento que la liberaría de la arbitrariedad de los designios religiosos.

Cuando menos esa era la promesa, sin embargo a pesar de que la modernidad ha traído consigo progresos sin igual en comparación con cualquier otro periodo de la historia, también nos ha dado el fruto amargo de la angustia y una sensación de soledad hasta antes de ella desconocida.

La modernidad tuvo como consecuencia la pérdida de los anclajes simbólicos representados por la teología que dotaban de sentido a la vida, un sentido que no podía ser sustituido por la vuelta a la naturaleza como en la prehistoria, porque la única dimensión auténticamente humana era la simbólica y con el despliegue de la sociedad industrial y del insignificante lugar que el Hombre pasó a ocupar en el Universo, desencadenaron un sentimiento de irrelevancia, gratuidad y sin sentido de la vida individualmente.

Para el poeta romántico aleman Hölderlin en el Ser absoluto, el sujeto y el objeto están absolutamente unidos, tan unidos que ninguna división puede emprenderse sin destruir la esencia de la cosa que pretende ser separada: el Ser.

Solo manteniendo al Ser siendo uno podemos hablar de un Ser absoluto, pero este Ser no debe entenderse como igualdad entre dos cosas, porque entonces estas dos cosas estarían separadas.

Con lo anterior Hölderlin coincidirá con la conclusión radical de Schelling al sostener que el Ser absoluto es prerreflexivo, siendo en ello revolucionarios en oposición a lo que afirmara Aristóteles para quien el Ser absoluto es pensamiento que se piensa así mismo, es decir auto-conciencia o dicho de otra manera, pensamiento que está aquí, que está pensando en otro pensamiento que está allá.

Por lo tanto si para los románticos alemanes el Ser absoluto y esencial es prerreflexivo porque no media distancia en su seno, la modernidad no podría significar otra cosa que separación, distanciamiento, inestabilidad ya que al introducir el pensamiento racional, la ciencia y la técnica con las cuales no sólo el Hombre toma distancia del todo sino que incluso pretende manipularlo y ponerlo a su servicio sin más propósito que la utilidad y más motivo que el poder hacerlo.

Ello condujo irremediablemente al surgimiento del sentimiento de angustia que solo puede ser redimido con la búsqueda de ese anhelo innato por ir al encuentro de lo absoluto, a algo que nos trascienda e impregne de sentido la vida.

Hasta antes de la llegada de la era moderna ese papel lo satisfacían los mitos y supersticiones, los ritos religiosos y la teología.

Pero la modernidad nos mostró que la vida humana puede que no tenga un lugar especial ni forme parte de un gran plan providencial e incluso sea tan insignificante como lo puede ser un engranaje dentro de esa gran maquinaria que es la sociedad industrial.

Esa conciencia de saber que no somos, ni participamos en algo trascendente y que por lo tanto debemos conformarnos reconociendo lo absurdo de nuestra existencia como concluyera Camus, aunque después intentara hacer de esta absurdidad algo trascendente es la angustia que nos trajo la modernidad.

correo: sotelo27@me.com