/ viernes 12 de octubre de 2018

La anti Lolita de François Ozon

Para Ozon lo anómalo no proviene de los sótanos interiores del hombre sino de los estertores circundantes (un anti Ortega y Gasset).

Así, el enfermo terminal de Tiempo de vivir (Le temps qui reste)-2005, la excursionista de Mirando al mar (Regarde la mer)/ 1997 y la sensual Julie de La piscina (Swimming pool) / 2003 se unen al clan de Isabelle/ Marine Vacth en Joven y bella (Jeune et Jolie)/ 2013, como Virgilios fílmicos que siguen introduciendo al espectador a los círculos dantescos de la conducta libremente elegida.

A sus 17 años, Isabelle parte de la mano de Ozon en un derby estético entre la joven de Pauline en la playa/ 1982 y Severine de Bella de día/ 1966, sólo que desvía su camino narrativo de Rohmer y Buñuel para apoltronar su discurso en una amoralidad purgada no en el manto de los traumas sino en algo peor: la conciencia de sus actos.

Isabelle contacta, vía internet, citas en hoteles de lujo con clientes mayores edad.

La idea de su primer encuentro sexual con el chavo alemán en la playa veraniega está más que diluida en una honda búsqueda de su eros. Ozon no da más rastros sociológicos: lsabelle lleva una doble vida no por dinero ni perversidad. Lo hace desde la parca lucidez (una de las aristas del cine de Ozon) de sus acciones.

Los personajes de Ozon son como una brisa que paulatinamente se va convirtiendo en tempestad amoral (recordar a Charlotte Rampling en La piscina/ 2003, quien compite contra Julie, al igual que en Joven y bella contra Isaballe en su calidad de la esposa de uno de sus clientes).

La partitura musical, poderosa y envolvente, de Philippe Rombi irrumpe en las secuencias no para edulcorar sino para acaso matizar la fría sensualidad de Isaballe que se desgrana en la cotidianidad de su familia digamos normal pero con recovecos inquietantes (el padre anda desnudo en las madrugadas, el hermano excede a ratos su rol de menor comprensivo que sin embargo la espía, de allí que la secuencia del inicio del filme sea alusiva).

Joven y bella es uno de esos filmes intimistas que desde el microcosmos trasladan, cual ondas expansivas, su mirada convulsiva sobre la realidad que corroe y aniquila y (usando palabras del recientemente desaparecido Edward Albee) altera “el delicado equilibrio” de la familia contemporánea…

Para Ozon lo anómalo no proviene de los sótanos interiores del hombre sino de los estertores circundantes (un anti Ortega y Gasset).

Así, el enfermo terminal de Tiempo de vivir (Le temps qui reste)-2005, la excursionista de Mirando al mar (Regarde la mer)/ 1997 y la sensual Julie de La piscina (Swimming pool) / 2003 se unen al clan de Isabelle/ Marine Vacth en Joven y bella (Jeune et Jolie)/ 2013, como Virgilios fílmicos que siguen introduciendo al espectador a los círculos dantescos de la conducta libremente elegida.

A sus 17 años, Isabelle parte de la mano de Ozon en un derby estético entre la joven de Pauline en la playa/ 1982 y Severine de Bella de día/ 1966, sólo que desvía su camino narrativo de Rohmer y Buñuel para apoltronar su discurso en una amoralidad purgada no en el manto de los traumas sino en algo peor: la conciencia de sus actos.

Isabelle contacta, vía internet, citas en hoteles de lujo con clientes mayores edad.

La idea de su primer encuentro sexual con el chavo alemán en la playa veraniega está más que diluida en una honda búsqueda de su eros. Ozon no da más rastros sociológicos: lsabelle lleva una doble vida no por dinero ni perversidad. Lo hace desde la parca lucidez (una de las aristas del cine de Ozon) de sus acciones.

Los personajes de Ozon son como una brisa que paulatinamente se va convirtiendo en tempestad amoral (recordar a Charlotte Rampling en La piscina/ 2003, quien compite contra Julie, al igual que en Joven y bella contra Isaballe en su calidad de la esposa de uno de sus clientes).

La partitura musical, poderosa y envolvente, de Philippe Rombi irrumpe en las secuencias no para edulcorar sino para acaso matizar la fría sensualidad de Isaballe que se desgrana en la cotidianidad de su familia digamos normal pero con recovecos inquietantes (el padre anda desnudo en las madrugadas, el hermano excede a ratos su rol de menor comprensivo que sin embargo la espía, de allí que la secuencia del inicio del filme sea alusiva).

Joven y bella es uno de esos filmes intimistas que desde el microcosmos trasladan, cual ondas expansivas, su mirada convulsiva sobre la realidad que corroe y aniquila y (usando palabras del recientemente desaparecido Edward Albee) altera “el delicado equilibrio” de la familia contemporánea…