/ domingo 10 de junio de 2018

La carpa mexicana

La carpa mexicana es conocida como la escuela de nuestros cómicos mexicanos...

Convirtiéndose en un mundo fascinante, en donde en cada tanda el actor o cantante era sometido a un examen dificultoso: convencer y divertir al espectador exigente, que no era muy instruido, pero sabía reconocer al buen artista. Entre tanto, el diletante tampoco gozaba del conocimiento de técnicas de actuación, pero debido a su sensibilidad e intuición y a fuerzas de presentarse todas las tardes o noches, lograba desgastar las tablas de la escena.

Se dice que fueron los circos los que, a finales del siglo XIX, influyeron para dar paso a las carpas, aunque nadie lo sabe a ciencia cierta (otras causas pudieran ser el ejemplo de los juglares que andaban durante el Medievo de pueblo en pueblo; otras, los acontecimientos de la Revolución Mexicana, el país necesitaba de un escape para todos esos hechos violentos).

La carpa era un verdadero jolgorio popular, toda la familia podía asistir y se podía observar a un número grande de artistas. Antes del espectáculo los artistas locales, así como uno que otro aficionado, podía pedir alguna oportunidad para probar suerte y ser colocado en algunas de las tandas, ya que éstas estaban, por así decir, numeradas. En la primera tanda entraban los artistas menos conocidos o los que empezaban en el medio, después los que tenían ya cierto tiempo y después en la tanda principal los consagrados.

Al grito de un pregonero que gritaba: “Esta y l´ otra por un solo boleto” anunciaba la oferta para iniciar la función, donde no solo se podían escuchar expresiones folclóricas, como el albur, el chiste pelado, las parodias sobre las grandes obras de la literatura, también el sentimiento afloraba, se cantaba al amor, como en la melodía llamada “San lunes” (1907): “Si eres gendarme, seré linterna/ Si longaniza, yo chorizón/ Si eres borracho, seré taberna/ Si tú eres queso, si tú eres queso, yo requesón/ Si tú eres cojo, seré muleta/ Si eres basura, yo carretón/ Si eres trapecio, seré gimnasta/ Si eres flauta, seré flautín/ Si eres correa, seré huarache/ Si piloncillo, seré tepache/ Si eres marihuana, yo fumador”.

Otro ejemplo de la música de carpa sería la canción humorística “La risa” (1928), que exige un dominio magistral del reír sabrosamente y la cantada al mismo tiempo, algo que requiere de un actor versado: “Luisita se fue a visita, ja, ja, ja, ja, ja, y le dieron chocolate ja, ja, ja, ja, se lo dieron tan caliente, ja, ja, ja, comadrita, que hasta se quemó el gaznate, ja, ja, ja, se lo dieron tan caliente, si hubiera visto la trompa que paraba, ja, ja, ja, que hasta se quemó el gaznate, ja, ja, ja. Cuando naranja, naranja, ja, ja, ja, cuando limones, limones, ja, ja, ja, cuando naranjas, naranjas, ja, ja, ja, cuando limones, limones, ja, ja, ja, Pachita cuando te bañas, ja, ja, ja, cuando te quitas la mugre, ja, ja, ja, ay, qué bonita te pones. Ja, ja, ja, yo estaba re’ enamorao de una preciosa creatura, ja, ja, ja, y al otro día de casados, ja, ja, ja, vi que era pura pintura, ja, ja, ja.

El ilustre poeta Luis G. Urbina (1864-1934) describe la risa del mexicano de esta manera: “Nuestro pueblo sabe cantar el llanto, pero no sabe cantar la risa. Ríe, en efecto, con forzamiento, con dificultad, con temor. No da la alegría, no la derrocha, no la riega; hay que sorprenderlo y arrancársela; y no parece sino que avaro con ella, la oculta y lucha desesperadamente para que no se la quiten. Pero he aquí que el milagro se realiza en las gradas del circo. Aparece en las gradas Bell y de improviso hirviente y espumosa y loca, la risa que nadie pudo arrebatar a la multitud”.

En “La posada de Mamerto” (1938) se muestra una pincela del diálogo cómico de aquellos tiempos. Don Mamerto: (declamando): - Mis queridos contaplaches, en estos preciosos momentos en que tengo en mi derecha el corazón, y en mi izquierda el jarro del tamarniz. Borrachito: (interrumpiendo): - Lo tiene usted al revés. Don Mamerto: Ta’ bueno, en los momentos en que lo tengo al revés, quisiera digerirles la palabra, pero siento en el pecho mesmamente una cosa que me sube y me baja. Comadrita: (interrumpiendo): - A poco se comió un elevador, compadre. Don Mamerto: comí frijoles, y ya sabe asté, que el que come tormentas, eructa tempestades (risas de la concurrencia). Y ahora para animar la cosa, les voy a toser, para poder cantar: “Las posadas de otros tiempos se hacían para rezar/ pero las de hoy en día, para bailar, y parquear/ vamos ya comadrita, detrás de la estrella de Oriente/ ándele de pronto Panchita, sirva usted un ponche caliente/ que la que toma conmigo, si al tomar no se raja/ mientras haya harto chupe, nadie se raja/ vámonos ya comadrita hasta el portal de Belén/ que si usted va ser de mula, su marido será el buey”. Coro: Vámonos ya comadrita hasta el portal de Belén/ que si usted va ser de mula, su marido será buey.

A principios de los cincuenta las carpas empezaron a declinar, el cine cobró más fuerza e incluso la televisión, por lo que muchos de los cómicos emigraron a estos medios. Si Lázaro Cárdenas apoyó las carpas por ser un gobierno popular, el regente Uruchurtu canceló los permisos con la excusa que deslucían la ciudad; también muchos de los terrenos vacíos que ofrecían albergue a estas carpas con el acrecentamiento de la población fueron perdiéndose. Además de que a algunos poderosos les empezó a incomodar la sátira y la crítica política con la que eran abordados por algunos cómicos que se convirtieron en verdaderos defensores sociales. Así, el único espacio netamente mexicano dedicado a la verdadera comunión entre el artista y el público fue dejando de existir.



La carpa era un verdadero jolgorio popular, toda la familia podía asistir y se podía observar a un número grande de artistas

La carpa mexicana es conocida como la escuela de nuestros cómicos mexicanos...

Convirtiéndose en un mundo fascinante, en donde en cada tanda el actor o cantante era sometido a un examen dificultoso: convencer y divertir al espectador exigente, que no era muy instruido, pero sabía reconocer al buen artista. Entre tanto, el diletante tampoco gozaba del conocimiento de técnicas de actuación, pero debido a su sensibilidad e intuición y a fuerzas de presentarse todas las tardes o noches, lograba desgastar las tablas de la escena.

Se dice que fueron los circos los que, a finales del siglo XIX, influyeron para dar paso a las carpas, aunque nadie lo sabe a ciencia cierta (otras causas pudieran ser el ejemplo de los juglares que andaban durante el Medievo de pueblo en pueblo; otras, los acontecimientos de la Revolución Mexicana, el país necesitaba de un escape para todos esos hechos violentos).

La carpa era un verdadero jolgorio popular, toda la familia podía asistir y se podía observar a un número grande de artistas. Antes del espectáculo los artistas locales, así como uno que otro aficionado, podía pedir alguna oportunidad para probar suerte y ser colocado en algunas de las tandas, ya que éstas estaban, por así decir, numeradas. En la primera tanda entraban los artistas menos conocidos o los que empezaban en el medio, después los que tenían ya cierto tiempo y después en la tanda principal los consagrados.

Al grito de un pregonero que gritaba: “Esta y l´ otra por un solo boleto” anunciaba la oferta para iniciar la función, donde no solo se podían escuchar expresiones folclóricas, como el albur, el chiste pelado, las parodias sobre las grandes obras de la literatura, también el sentimiento afloraba, se cantaba al amor, como en la melodía llamada “San lunes” (1907): “Si eres gendarme, seré linterna/ Si longaniza, yo chorizón/ Si eres borracho, seré taberna/ Si tú eres queso, si tú eres queso, yo requesón/ Si tú eres cojo, seré muleta/ Si eres basura, yo carretón/ Si eres trapecio, seré gimnasta/ Si eres flauta, seré flautín/ Si eres correa, seré huarache/ Si piloncillo, seré tepache/ Si eres marihuana, yo fumador”.

Otro ejemplo de la música de carpa sería la canción humorística “La risa” (1928), que exige un dominio magistral del reír sabrosamente y la cantada al mismo tiempo, algo que requiere de un actor versado: “Luisita se fue a visita, ja, ja, ja, ja, ja, y le dieron chocolate ja, ja, ja, ja, se lo dieron tan caliente, ja, ja, ja, comadrita, que hasta se quemó el gaznate, ja, ja, ja, se lo dieron tan caliente, si hubiera visto la trompa que paraba, ja, ja, ja, que hasta se quemó el gaznate, ja, ja, ja. Cuando naranja, naranja, ja, ja, ja, cuando limones, limones, ja, ja, ja, cuando naranjas, naranjas, ja, ja, ja, cuando limones, limones, ja, ja, ja, Pachita cuando te bañas, ja, ja, ja, cuando te quitas la mugre, ja, ja, ja, ay, qué bonita te pones. Ja, ja, ja, yo estaba re’ enamorao de una preciosa creatura, ja, ja, ja, y al otro día de casados, ja, ja, ja, vi que era pura pintura, ja, ja, ja.

El ilustre poeta Luis G. Urbina (1864-1934) describe la risa del mexicano de esta manera: “Nuestro pueblo sabe cantar el llanto, pero no sabe cantar la risa. Ríe, en efecto, con forzamiento, con dificultad, con temor. No da la alegría, no la derrocha, no la riega; hay que sorprenderlo y arrancársela; y no parece sino que avaro con ella, la oculta y lucha desesperadamente para que no se la quiten. Pero he aquí que el milagro se realiza en las gradas del circo. Aparece en las gradas Bell y de improviso hirviente y espumosa y loca, la risa que nadie pudo arrebatar a la multitud”.

En “La posada de Mamerto” (1938) se muestra una pincela del diálogo cómico de aquellos tiempos. Don Mamerto: (declamando): - Mis queridos contaplaches, en estos preciosos momentos en que tengo en mi derecha el corazón, y en mi izquierda el jarro del tamarniz. Borrachito: (interrumpiendo): - Lo tiene usted al revés. Don Mamerto: Ta’ bueno, en los momentos en que lo tengo al revés, quisiera digerirles la palabra, pero siento en el pecho mesmamente una cosa que me sube y me baja. Comadrita: (interrumpiendo): - A poco se comió un elevador, compadre. Don Mamerto: comí frijoles, y ya sabe asté, que el que come tormentas, eructa tempestades (risas de la concurrencia). Y ahora para animar la cosa, les voy a toser, para poder cantar: “Las posadas de otros tiempos se hacían para rezar/ pero las de hoy en día, para bailar, y parquear/ vamos ya comadrita, detrás de la estrella de Oriente/ ándele de pronto Panchita, sirva usted un ponche caliente/ que la que toma conmigo, si al tomar no se raja/ mientras haya harto chupe, nadie se raja/ vámonos ya comadrita hasta el portal de Belén/ que si usted va ser de mula, su marido será el buey”. Coro: Vámonos ya comadrita hasta el portal de Belén/ que si usted va ser de mula, su marido será buey.

A principios de los cincuenta las carpas empezaron a declinar, el cine cobró más fuerza e incluso la televisión, por lo que muchos de los cómicos emigraron a estos medios. Si Lázaro Cárdenas apoyó las carpas por ser un gobierno popular, el regente Uruchurtu canceló los permisos con la excusa que deslucían la ciudad; también muchos de los terrenos vacíos que ofrecían albergue a estas carpas con el acrecentamiento de la población fueron perdiéndose. Además de que a algunos poderosos les empezó a incomodar la sátira y la crítica política con la que eran abordados por algunos cómicos que se convirtieron en verdaderos defensores sociales. Así, el único espacio netamente mexicano dedicado a la verdadera comunión entre el artista y el público fue dejando de existir.



La carpa era un verdadero jolgorio popular, toda la familia podía asistir y se podía observar a un número grande de artistas

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