/ domingo 14 de junio de 2020

La compasión y desesperanza en Schopenhauer

Cuando la realidad se muestra desesperanzadora se puede voltear a la filosofía para evadirse de ella o encontrar respuestas, en esa medida, en principio parecería absurdo buscar consuelo en una filosofía como la de Schopenhauer, para quien la condición humana es como el destino del Rey griego Ixion.

Ixion fue perseguido por sus compañeros mortales, y Zeus, compadecido, le ofreció refugio en el Olimpo. Tan pronto como llegó, Ixion comenzó a enamorarse de la esposa de Zeus, Hera. Zeus castigó a Ixion amarrándolo a una rueda de fuego siempre giratoria en el Tártaro. Su agonía era interminable.

Esto para Schopenhauer es la vida: un circuito interminable de dolor, sufrimiento y aburrimiento, solo momentáneamente aliviado por los momentos de satisfacción más fugaces. Y luego mueres.

Siendo la raíz de la desdicha humana su insaciable deseo de desear. El Mundo como Voluntad y Representación, Schopenhauer vuelve a la cosa en sí kantiana; pero para él, la cosa en sí será la voluntad; Schopenhauer sostendrá la primacía de la voluntad, sobre la razón; para él, la razón, es apenas el instrumento para realizar los fines de la voluntad, y esta voluntad no es otra cosa que voluntad de vivir; la voluntad de vivir es una voluntad que no cesa, es actividad infinita, en tanto, vida apetitiva que no puede alcanzar satisfacción alguna; el hombre busca su felicidad, que no es mas que el hecho de saciar al deseo, el deseo no es otra cosa que un sentimiento de vacío o privación que lo impulsa fuera de sí en busca de satisfacción, de ahí que la naturaleza de la felicidad sea negativa, porque solo cobra vida en ausencia del deseo; cuando el hombre cree haber alcanzado la felicidad no es más que de forma temporal, porque una vez colmado ese deseo la satisfacción cesa y retorna a la naturaleza permanentemente desiderativa del hombre, de aquí el ejemplo de la rueda de Ixion en permanente rotación y en donde solo ocasionalmente en algún punto logramos la felicidad.

A diferencia de Leibniz, Schopenhauer, dirá que vivimos en el peor de los mundos posibles; la voluntad de vivir actúa sin razón; de ahí que el mundo sea un lugar de lucha, porque cada ser lucha por mantenerse en la existencia, el mundo se convierte por tanto, en un gran campo de batalla; para Schopenhauer, la vida es un crimen de por sí, de aquí, que pase a explorar las vías para expiar esta culpa, hallándolas en la negación del mundo a través de la vida ascética, estética, pero también en la compasión. Para el misantrópico de Frankfurt una vida de compasión no solo puede aliviar los sufrimientos de nuestros semejantes, humanos y animales por igual, sino que también puede ayudar al ser compasivo.

En Schopenhauer sufrir con el otro es un proceso misterioso, dejamos de hacer una distinción entre nosotros y la otra persona mediante la compasión, y asumimos su sufrimiento tan importante como el nuestro. La persona más ética no hace distinción entre su propio sufrimiento y el sufrimiento del otro. Si la necesidad del otro es más aguda que la nuestra, el individuo compasivo responde a su necesidad, estudios más recientes, ubican la capacidad empática en las neuronas espejo, y han encontrado que solo en los psicópatas estas se hallan ausentes.

Por tanto y en teoría, pocas personas carecen por completo de compasión. Es fácil sentir el sufrimiento de quienes nos rodean. Con ellos nos sentimos parte de un todo mayor. Pero Schopenhauer afirma que si nos permitimos hacerlo, intuitivamente reconocemos que todos los seres están conectados y que nunca somos completamente distintos unos de otros. Al reconocer esto, dejamos de hacer la distinción egoísta que nos privilegia sobre los demás, y nos sentimos impulsados a reaccionar instintivamente al sufrimiento más apremiante. Los muros de nuestra individualidad se desmoronan.

Schopenhauer escribió una teoría fundamental, no una ética aplicada, y de hecho puede ser difícil aplicar su ética de la compasión, cuando se trata de casos prácticos. Si nuestra necesidad de satisfacer nuestros deseos es una causa importante de nuestro sufrimiento, ¿no somos facilitadores cuando atenuamos los sufrimientos de los demás mediante el cumplimiento de sus deseos? Si alguien sufre profundamente por una grave falta de alcohol, ¿la persona compasiva, sintiendo ese sufrimiento como propio, le compraría al alcohólico una bebida? A la larga, esto podría empeorar las cosas.

Schopenhauer no aborda la problemática cuestión de la habilidad compasiva. El enfoque de su ética no está tanto en la persona que sufre, sino en la persona que sufre con ellos. Sumergirse en el dolor del otro nos libera de nuestra individualidad. Nos perdemos en el otro y olvidamos nuestro dolor en nuestro cuidado por el otro. Nietzsche entendió bien la visión de compasión de Schopenhauer cuando describió el amor al prójimo como el odio hacia uno mismo. No podemos concentrarnos en nosotros mismos, dice, por lo que nos distraemos con los sufrimientos de los demás.

Quizás, a veces, la compasión puede ser una droga, una forma de adormecer nuestro dolor, y cuando se devuelve a su interioridad privada, el individuo que se preocupa por él, se expone aún más profundamente al sufrimiento.

Schopenhauer postulaba otra vía para escapar del sufrimiento: sumergirse en él. Buscarlo y abrazarlo, llénandose de todo el sufrimiento del mundo. El sufrimiento excesivo puede mortificar la voluntad. Esto sucede cuando la verdad de la miseria de la existencia se vuelve tan visceral que la sola idea de afirmar la vida nos llena de asco. Aquí la voluntad comienza a volverse contra sí misma: comienza a devorarse a sí misma.

El ser humano se convierte en una "nada", un ser sin deseos que existe en el vacío dichoso o el nirvana derivada de la filosofía hindú, la cual pensaba Schopenhauer era la más sabia de entre todas. Schopenhauer llama a este estado "santidad". El santo es sin deseo, sin aspiración y, por lo tanto, sin sufrimiento. Al igual que la compasión, la abnegación santa es algo que supera al sujeto. Es una gracia más que un trabajo. Uno podría tratar de hacerse más receptivo a él, pero no puede forzar la nada sobre sí mismo.

Schopenhauer, era un erudito millonario que rara vez pasó una semana en la que no disfrutara la ópera, o la buena comida y bebida, en una carta a su admirador y albacea literario Julius Frauenstädt, se disculpa por maltratarlo y escribe, que su filosofía enseña santidad, pero no sugiere que él mismo fuera un santo, ni que aspirara a serlo, la escribió para quien quisiera escapar de este mundo miserable.

Regeneración del 19.

Schopenhauer sostendrá la primacía de la voluntad, sobre la razón; para él, la razón, es apenas el instrumento para realizar los fines de la voluntad, y esta voluntad no es otra cosa que voluntad de vivir

Cuando la realidad se muestra desesperanzadora se puede voltear a la filosofía para evadirse de ella o encontrar respuestas, en esa medida, en principio parecería absurdo buscar consuelo en una filosofía como la de Schopenhauer, para quien la condición humana es como el destino del Rey griego Ixion.

Ixion fue perseguido por sus compañeros mortales, y Zeus, compadecido, le ofreció refugio en el Olimpo. Tan pronto como llegó, Ixion comenzó a enamorarse de la esposa de Zeus, Hera. Zeus castigó a Ixion amarrándolo a una rueda de fuego siempre giratoria en el Tártaro. Su agonía era interminable.

Esto para Schopenhauer es la vida: un circuito interminable de dolor, sufrimiento y aburrimiento, solo momentáneamente aliviado por los momentos de satisfacción más fugaces. Y luego mueres.

Siendo la raíz de la desdicha humana su insaciable deseo de desear. El Mundo como Voluntad y Representación, Schopenhauer vuelve a la cosa en sí kantiana; pero para él, la cosa en sí será la voluntad; Schopenhauer sostendrá la primacía de la voluntad, sobre la razón; para él, la razón, es apenas el instrumento para realizar los fines de la voluntad, y esta voluntad no es otra cosa que voluntad de vivir; la voluntad de vivir es una voluntad que no cesa, es actividad infinita, en tanto, vida apetitiva que no puede alcanzar satisfacción alguna; el hombre busca su felicidad, que no es mas que el hecho de saciar al deseo, el deseo no es otra cosa que un sentimiento de vacío o privación que lo impulsa fuera de sí en busca de satisfacción, de ahí que la naturaleza de la felicidad sea negativa, porque solo cobra vida en ausencia del deseo; cuando el hombre cree haber alcanzado la felicidad no es más que de forma temporal, porque una vez colmado ese deseo la satisfacción cesa y retorna a la naturaleza permanentemente desiderativa del hombre, de aquí el ejemplo de la rueda de Ixion en permanente rotación y en donde solo ocasionalmente en algún punto logramos la felicidad.

A diferencia de Leibniz, Schopenhauer, dirá que vivimos en el peor de los mundos posibles; la voluntad de vivir actúa sin razón; de ahí que el mundo sea un lugar de lucha, porque cada ser lucha por mantenerse en la existencia, el mundo se convierte por tanto, en un gran campo de batalla; para Schopenhauer, la vida es un crimen de por sí, de aquí, que pase a explorar las vías para expiar esta culpa, hallándolas en la negación del mundo a través de la vida ascética, estética, pero también en la compasión. Para el misantrópico de Frankfurt una vida de compasión no solo puede aliviar los sufrimientos de nuestros semejantes, humanos y animales por igual, sino que también puede ayudar al ser compasivo.

En Schopenhauer sufrir con el otro es un proceso misterioso, dejamos de hacer una distinción entre nosotros y la otra persona mediante la compasión, y asumimos su sufrimiento tan importante como el nuestro. La persona más ética no hace distinción entre su propio sufrimiento y el sufrimiento del otro. Si la necesidad del otro es más aguda que la nuestra, el individuo compasivo responde a su necesidad, estudios más recientes, ubican la capacidad empática en las neuronas espejo, y han encontrado que solo en los psicópatas estas se hallan ausentes.

Por tanto y en teoría, pocas personas carecen por completo de compasión. Es fácil sentir el sufrimiento de quienes nos rodean. Con ellos nos sentimos parte de un todo mayor. Pero Schopenhauer afirma que si nos permitimos hacerlo, intuitivamente reconocemos que todos los seres están conectados y que nunca somos completamente distintos unos de otros. Al reconocer esto, dejamos de hacer la distinción egoísta que nos privilegia sobre los demás, y nos sentimos impulsados a reaccionar instintivamente al sufrimiento más apremiante. Los muros de nuestra individualidad se desmoronan.

Schopenhauer escribió una teoría fundamental, no una ética aplicada, y de hecho puede ser difícil aplicar su ética de la compasión, cuando se trata de casos prácticos. Si nuestra necesidad de satisfacer nuestros deseos es una causa importante de nuestro sufrimiento, ¿no somos facilitadores cuando atenuamos los sufrimientos de los demás mediante el cumplimiento de sus deseos? Si alguien sufre profundamente por una grave falta de alcohol, ¿la persona compasiva, sintiendo ese sufrimiento como propio, le compraría al alcohólico una bebida? A la larga, esto podría empeorar las cosas.

Schopenhauer no aborda la problemática cuestión de la habilidad compasiva. El enfoque de su ética no está tanto en la persona que sufre, sino en la persona que sufre con ellos. Sumergirse en el dolor del otro nos libera de nuestra individualidad. Nos perdemos en el otro y olvidamos nuestro dolor en nuestro cuidado por el otro. Nietzsche entendió bien la visión de compasión de Schopenhauer cuando describió el amor al prójimo como el odio hacia uno mismo. No podemos concentrarnos en nosotros mismos, dice, por lo que nos distraemos con los sufrimientos de los demás.

Quizás, a veces, la compasión puede ser una droga, una forma de adormecer nuestro dolor, y cuando se devuelve a su interioridad privada, el individuo que se preocupa por él, se expone aún más profundamente al sufrimiento.

Schopenhauer postulaba otra vía para escapar del sufrimiento: sumergirse en él. Buscarlo y abrazarlo, llénandose de todo el sufrimiento del mundo. El sufrimiento excesivo puede mortificar la voluntad. Esto sucede cuando la verdad de la miseria de la existencia se vuelve tan visceral que la sola idea de afirmar la vida nos llena de asco. Aquí la voluntad comienza a volverse contra sí misma: comienza a devorarse a sí misma.

El ser humano se convierte en una "nada", un ser sin deseos que existe en el vacío dichoso o el nirvana derivada de la filosofía hindú, la cual pensaba Schopenhauer era la más sabia de entre todas. Schopenhauer llama a este estado "santidad". El santo es sin deseo, sin aspiración y, por lo tanto, sin sufrimiento. Al igual que la compasión, la abnegación santa es algo que supera al sujeto. Es una gracia más que un trabajo. Uno podría tratar de hacerse más receptivo a él, pero no puede forzar la nada sobre sí mismo.

Schopenhauer, era un erudito millonario que rara vez pasó una semana en la que no disfrutara la ópera, o la buena comida y bebida, en una carta a su admirador y albacea literario Julius Frauenstädt, se disculpa por maltratarlo y escribe, que su filosofía enseña santidad, pero no sugiere que él mismo fuera un santo, ni que aspirara a serlo, la escribió para quien quisiera escapar de este mundo miserable.

Regeneración del 19.

Schopenhauer sostendrá la primacía de la voluntad, sobre la razón; para él, la razón, es apenas el instrumento para realizar los fines de la voluntad, y esta voluntad no es otra cosa que voluntad de vivir