/ jueves 15 de marzo de 2018

La ética universitaria es vital

Existe en los actuales ideólogos de la educación en México que se encuentran en el área de planeación de instrucción superior dentro del gobierno federal que le apuestan más a la educación universitaria privada que al fortalecimiento de las instituciones públicas como la UNAM, que desde su creación, fue el crisol donde se formó la élite que posteriormente creó instituciones como el Colegio de México, entre otras, para que sirvieran de molde en donde se formaron profesores con excelencia y el nivel de doctorado que enseñaran con información actualizada y oportuna a las generaciones egresadas de las escuelas públicas.

En el presupuesto para el año actual se observó que el modelo de educación pública en México se redujo considerablemente en aproximadamente 5 mil millones de pesos, de los cuales 2 mil millones corresponderían a la educación superior.

Con estos recortes, se puede formular la pregunta ¿Cómo es posible entonces que México pueda superar el último lugar que ocupa en materia educativa en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos? Con este recorte presupuestal que se hizo al modelo educativo mexicano en donde influyó fundamentalmente el criterio de grupos de la derecha, los cuales buscan y persiguen la privatización de escuelas, universidades e institutos con el pretexto que de esta forma se mejoraría su eficiencia y la calidad en la enseñanza.

Todo indica entonces que esta será la norma en todo lo que resta del mandato del presidente Peña, por lo que sin duda es necesario que los defensores de la educación pública, como son los rectores y los profesores de las universidades estatales tomen consciencia de que llegó la hora de que la enseñanza superior universitaria en los estados se encamine por el sendero de la investigación, la instrucción de calidad, pero sobre todo que las instituciones universitarias públicas, sin excepción, se recupere la ética que en el pasado reciente se encontraba extraviada; y que trajo como consecuencia el despeñadero al abismo de toda una generación que transitó por las aulas en las horas malas de que estas eran gobernadas por la irracionalidad que representó en su momento el porrismo universitario del que todavía existen lacras incrustadas en nuestra Universidad Autónoma de Tamaulipas.

Son diferentes las causas por las cuales las instituciones de educación pública de nivel superior entran en terrenos donde la ética sale sobrando y predominan las razones de la fuerza y sobre todo el patrimonialismo, entendido esto como el concepto de que por el hecho de representar una institución de educación superior se considera dueño y designan maestros incapaces, mal educados en el sentido literal de la palabra, pero sobre todo establecen un cerco en el cual los que no piensen de forma similar son expulsados de la posibilidad de intervenir en la vida de la universidad sea como profesores o al frente de una responsabilidad que podrían realizar bien, en el caso de que fueran universitarios excelentes, pero que por la razón de no saber coexistir con la intolerancia quedan fuera del proceso de recuperarlos para la ética de las universidades que dependen de los recursos públicos que la población aporta con sus impuestos.

Algunos expertos en educación y en filosofía de las ciencias de la enseñanza establecen criterios en el cual las universidades públicas entran en un escenario nuevo, en las que por simple sentido de sobrevivencia deben ser objeto de una reforma, que no gire ya sobre la superada discusión de que si una universidad debe ser autónoma o no, como ha sido siempre el debate desde el siglo XVII; cuando la educación comenzó a masificar la formación universitaria bajo un modelo dual de universidad pública y privada.

Sobresaliendo ésta última sobre la pública en virtud de que era más rápida la mercantilización de sus egresados en los mercados modernos donde se reclama eficiencia, calidad, pero sobre todo voluntad de alcanzar un rendimiento óptimo donde algunas veces la ética estorba.

Actualmente el reto de las universidades ya no es la discusión por la autonomía que duró 800 años, en donde se planteaba críticamente la idea de autonomía del saber, respecto de los poderes religiosos y de los estados, en virtud de que las universidades se fueron estructurando, conformando los marcos normativos en donde la iglesia y el estado quedaban fuera de los proyectos de lo que el espíritu universitario busca, que consiste en ser una comunidad cultural que investiga y enseña con calidad y con valores.

Sin embargo en esta etapa en que la educación pública ha ido perdiendo terreno por falta de apoyo gubernamental, la educación privada ha logrado alcanzar niveles extraordinarios que traen como consecuencia el desplazamiento de los egresados de las universidades estatales, produciendo con esto un negativo fenómeno de desigualdades sociales, cuyo centro responsable consiste en la masificación que está viviendo la educación pública, que de alguna forma reduce esa inequidad.

No tienen la capacidad las instituciones educativas públicas para revertir las desigualdades económicas y culturales y de acceso a la tierra de la propiedad de los medios productivos. Vivimos una sociedad desigual, dentro de un sistema mercantil que genera desigualdades a nivel mundial. Debemos sepultar la utopía de que la universidad pública no pueda resolver esas desigualdades.

Por el contrario pienso que la actual condición de ineficiencia que proyectan los encargados de las universidades estatales acentúan estas desigualdades; porqué convierten un centro de investigación y de estudio en lo que llana y vulgarmente se conoce como un coto de poder, en donde manejan los presupuestos con el criterio patrimonialista, que al principio de esta columna explicamos en qué consistía.

En este año la UNAM celebró sus 107 años de existencia, la UNAM fue galardonada con el reconocimiento al hecho de que de sus entrañas salieron todos los profesionistas que formaron este país, que hoy al parecer se encuentra en medio de una debacle que nos parece infernal e interminable. La Revolución Mexicana creó a la UNAM en el concepto moderno de que se imparta con autonomía el conocimiento y la investigación. En estos instantes la tarea de la UNAM y de las universidades estatales es reciprocar al movimiento social que le dio forma e identidad autónoma su fortaleza y su esperanza que tanto requiere este país. La tarea de los universitarios, insoslayable por cierto, es la de que al egresar de las aulas de su alma mater correspondiente lleven en su pensamiento la tarea ineludible de hacer algo por su patria adolorida en estos tiempos que vivimos.

Existe en los actuales ideólogos de la educación en México que se encuentran en el área de planeación de instrucción superior dentro del gobierno federal que le apuestan más a la educación universitaria privada que al fortalecimiento de las instituciones públicas como la UNAM, que desde su creación, fue el crisol donde se formó la élite que posteriormente creó instituciones como el Colegio de México, entre otras, para que sirvieran de molde en donde se formaron profesores con excelencia y el nivel de doctorado que enseñaran con información actualizada y oportuna a las generaciones egresadas de las escuelas públicas.

En el presupuesto para el año actual se observó que el modelo de educación pública en México se redujo considerablemente en aproximadamente 5 mil millones de pesos, de los cuales 2 mil millones corresponderían a la educación superior.

Con estos recortes, se puede formular la pregunta ¿Cómo es posible entonces que México pueda superar el último lugar que ocupa en materia educativa en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos? Con este recorte presupuestal que se hizo al modelo educativo mexicano en donde influyó fundamentalmente el criterio de grupos de la derecha, los cuales buscan y persiguen la privatización de escuelas, universidades e institutos con el pretexto que de esta forma se mejoraría su eficiencia y la calidad en la enseñanza.

Todo indica entonces que esta será la norma en todo lo que resta del mandato del presidente Peña, por lo que sin duda es necesario que los defensores de la educación pública, como son los rectores y los profesores de las universidades estatales tomen consciencia de que llegó la hora de que la enseñanza superior universitaria en los estados se encamine por el sendero de la investigación, la instrucción de calidad, pero sobre todo que las instituciones universitarias públicas, sin excepción, se recupere la ética que en el pasado reciente se encontraba extraviada; y que trajo como consecuencia el despeñadero al abismo de toda una generación que transitó por las aulas en las horas malas de que estas eran gobernadas por la irracionalidad que representó en su momento el porrismo universitario del que todavía existen lacras incrustadas en nuestra Universidad Autónoma de Tamaulipas.

Son diferentes las causas por las cuales las instituciones de educación pública de nivel superior entran en terrenos donde la ética sale sobrando y predominan las razones de la fuerza y sobre todo el patrimonialismo, entendido esto como el concepto de que por el hecho de representar una institución de educación superior se considera dueño y designan maestros incapaces, mal educados en el sentido literal de la palabra, pero sobre todo establecen un cerco en el cual los que no piensen de forma similar son expulsados de la posibilidad de intervenir en la vida de la universidad sea como profesores o al frente de una responsabilidad que podrían realizar bien, en el caso de que fueran universitarios excelentes, pero que por la razón de no saber coexistir con la intolerancia quedan fuera del proceso de recuperarlos para la ética de las universidades que dependen de los recursos públicos que la población aporta con sus impuestos.

Algunos expertos en educación y en filosofía de las ciencias de la enseñanza establecen criterios en el cual las universidades públicas entran en un escenario nuevo, en las que por simple sentido de sobrevivencia deben ser objeto de una reforma, que no gire ya sobre la superada discusión de que si una universidad debe ser autónoma o no, como ha sido siempre el debate desde el siglo XVII; cuando la educación comenzó a masificar la formación universitaria bajo un modelo dual de universidad pública y privada.

Sobresaliendo ésta última sobre la pública en virtud de que era más rápida la mercantilización de sus egresados en los mercados modernos donde se reclama eficiencia, calidad, pero sobre todo voluntad de alcanzar un rendimiento óptimo donde algunas veces la ética estorba.

Actualmente el reto de las universidades ya no es la discusión por la autonomía que duró 800 años, en donde se planteaba críticamente la idea de autonomía del saber, respecto de los poderes religiosos y de los estados, en virtud de que las universidades se fueron estructurando, conformando los marcos normativos en donde la iglesia y el estado quedaban fuera de los proyectos de lo que el espíritu universitario busca, que consiste en ser una comunidad cultural que investiga y enseña con calidad y con valores.

Sin embargo en esta etapa en que la educación pública ha ido perdiendo terreno por falta de apoyo gubernamental, la educación privada ha logrado alcanzar niveles extraordinarios que traen como consecuencia el desplazamiento de los egresados de las universidades estatales, produciendo con esto un negativo fenómeno de desigualdades sociales, cuyo centro responsable consiste en la masificación que está viviendo la educación pública, que de alguna forma reduce esa inequidad.

No tienen la capacidad las instituciones educativas públicas para revertir las desigualdades económicas y culturales y de acceso a la tierra de la propiedad de los medios productivos. Vivimos una sociedad desigual, dentro de un sistema mercantil que genera desigualdades a nivel mundial. Debemos sepultar la utopía de que la universidad pública no pueda resolver esas desigualdades.

Por el contrario pienso que la actual condición de ineficiencia que proyectan los encargados de las universidades estatales acentúan estas desigualdades; porqué convierten un centro de investigación y de estudio en lo que llana y vulgarmente se conoce como un coto de poder, en donde manejan los presupuestos con el criterio patrimonialista, que al principio de esta columna explicamos en qué consistía.

En este año la UNAM celebró sus 107 años de existencia, la UNAM fue galardonada con el reconocimiento al hecho de que de sus entrañas salieron todos los profesionistas que formaron este país, que hoy al parecer se encuentra en medio de una debacle que nos parece infernal e interminable. La Revolución Mexicana creó a la UNAM en el concepto moderno de que se imparta con autonomía el conocimiento y la investigación. En estos instantes la tarea de la UNAM y de las universidades estatales es reciprocar al movimiento social que le dio forma e identidad autónoma su fortaleza y su esperanza que tanto requiere este país. La tarea de los universitarios, insoslayable por cierto, es la de que al egresar de las aulas de su alma mater correspondiente lleven en su pensamiento la tarea ineludible de hacer algo por su patria adolorida en estos tiempos que vivimos.