/ sábado 8 de diciembre de 2018

La felicidad es no necesitar de ella

Si la única razón para asistir al juego es para ver ganar a mi equipo, posiblemente seré infeliz.

Debemos de sentir al futbol como una fuente de felicidad. Recuerdo cuando jugué para los “Jabatos” de Nuevo León, cuando nos tocó visitar al Tampico, aquellos celestes que se encontraban en la Segunda División pagando no sé qué culpas, aquel era un equipazo: Conrado Pulido en la puerta, Salvador Ayala, Enrique Rivas, Sergio Mata; Braulio Pérez, Enrique Carretero; Raúl Molina, Grimaldo González, Antonio Pérsico, Francisco Banda y Lupe Díaz. Había un mundo de diferencia con nuestra humilde plantilla compuesta por Federico Torres Ruiz; Nachito Hernández, Pablo Muñiz, Héctor de Zamacona; Javier Arizmendi, Héctor Orellana; Carlos Guerrero, Domingo Herrera, Juan Fidalgo, Raúl Nava y Héctor “Piojola” Pequeño. Un año después, Guerrero y Pequeño se integraron al Refinería Madero.

La superior categoría de los celestes del Tampico se manifestó en el marcador que fue de 6-0. Yo no cumplía aún los 18 y nuestro equipo había despertado gran expectación siendo considerados la gran revelación del año, y hasta aquel momento marchábamos invictos. ¿Qué les puedo decir? No fui el único que estalló en llanto al terminar el juego. Tardé un tiempo en aprender que en el futbol se gana y se pierde, y que manifestaciones como aquella de ponerse a llorar, no son más que una señal de arrogancia... Lloro porque me siento superior... Lloro porque son una injusticia las derrotas en contra... Pero no se me ocurre pensar que perdí porque el equipo contrario es superior al nuestro.

Alguién me señaló en aquel tiempo algo que aparece en la Biblia escrito por nuestro Señor, en donde señala que no estamos obligados a ser los mejores, pero sí a intentarlo con todas las fuerzas de nuestra alma. Todo totalmente distinto al arrogante proverbio de Bini Lombardi, que seguramente ha sido mal interpretado, en donde reza que el triunfo no es lo más importante, es lo único... Así, cada vez que mi equipo era derrotado, yo perdía el sueño, me avergonzaba salir a la calle y, sintiéndome culpable, lloraba. Me di entonces a la tarea de dar una mejor acepción a lo escrito en la Biblia.

Perder o ganar no era lo más importante, lo esencial era mi comportamiento durante el juego, si yo había puesto todo mi empeño por jugar bien y aun así perdía, era porque los contrarios fueron mejores que nosotros, y habiendo entregado todo de mí, mi conciencia debería estar tanquila. Repito, pensar distinto es un acto de soberbia. A partir de entonces, el futbol ha sido para mí la manifestación de alegría más grande que existe.

No niego que encuentro una contradicción en mi propuesta, pues aceptar mis limitaciones, curiosamente me cuesta menos trabajo que aceptar las del Real Madrid, el América y el Monterrey, que conforman el núcleo de mis preferencias cromáticas, principalmente cuando se trata de los dos mexicanos, pues disfruto como muy pocos otros gustos el ver jugar al Real Madrid, gane o pierda, como igual disfruté en mi infancia los juegos del América, en su mayoría derrotas, pues aunque a mí me gustaba mucho su juego, estaba muy lejos de ser lo que ahora es junto con las Chivas, el mejor equipo de México según sus respectivos palmarés.

La felicidad es un estado placentero del ánimo; es un goce completo, un estado de satisfacción y de contento. Para la mayoría de las personas, la felicidad consiste en una situación del ser para quienes las circunstancias de su vida son tales como las desea. Por eso, la arrogancia nubla nuestra felicidad porque la arrogancia es una enfermedad y, estar sano es lo más importante para la felicidad. En la filosofía griega, desde Homero, 500 años a.C. Hasta 700 años d.C., la felicidad era el fin último y supremo del hombre. Para los griegos el núcleo central del sentido de sus vidas particulares consistía en ser felices. Si no lo eran, simplemente sus vidas carecían de sentido. También los griegos se preguntaban con Homero, Sófocles, Eurípides, Platón y Aristóteles, si la felicidad se debía a un regalo de los dioses, o si dependía del esfuerzo de cada persona.

¿Te has puesto a pensar cuánto puedes aprender del equipo al que no le vas? mucho he dicho que me gusta ver juegos completos. Si Solari se niega a ver jugar a Messi, no sabrá nunca cómo anular su juego. Si guiado por la supuesta superioridad del América, menosprecio el coraje de todos los Pumas, aunado a la calidad indiscutible de algunos, estaré expuesto a la realización de un riesgo muy latente. Menospreciar al supuesto equipo humilde es renunciar a descubrir mundos de luz allí donde los ojos solo ven colores deslavados. Un director técnico puede sentirse seguro contra la obra del otro, y la obra tener mayor razón contra el director técnico... No me gusta nada el procedimiento de Miguel Herrera, pues supongo que un equipo de probada superioridad se ve confundido jugando a que tiene miedo. Pero, obviamente, no soy director técnico de Primera División. Sólo el resultado final nos dirá si tuvo razón o si se equivocó. Es más claro el panorama de la Máquina y Rayados que juegan a lo que juegan.

Hasta pronto, amigo.

Si la única razón para asistir al juego es para ver ganar a mi equipo, posiblemente seré infeliz.

Debemos de sentir al futbol como una fuente de felicidad. Recuerdo cuando jugué para los “Jabatos” de Nuevo León, cuando nos tocó visitar al Tampico, aquellos celestes que se encontraban en la Segunda División pagando no sé qué culpas, aquel era un equipazo: Conrado Pulido en la puerta, Salvador Ayala, Enrique Rivas, Sergio Mata; Braulio Pérez, Enrique Carretero; Raúl Molina, Grimaldo González, Antonio Pérsico, Francisco Banda y Lupe Díaz. Había un mundo de diferencia con nuestra humilde plantilla compuesta por Federico Torres Ruiz; Nachito Hernández, Pablo Muñiz, Héctor de Zamacona; Javier Arizmendi, Héctor Orellana; Carlos Guerrero, Domingo Herrera, Juan Fidalgo, Raúl Nava y Héctor “Piojola” Pequeño. Un año después, Guerrero y Pequeño se integraron al Refinería Madero.

La superior categoría de los celestes del Tampico se manifestó en el marcador que fue de 6-0. Yo no cumplía aún los 18 y nuestro equipo había despertado gran expectación siendo considerados la gran revelación del año, y hasta aquel momento marchábamos invictos. ¿Qué les puedo decir? No fui el único que estalló en llanto al terminar el juego. Tardé un tiempo en aprender que en el futbol se gana y se pierde, y que manifestaciones como aquella de ponerse a llorar, no son más que una señal de arrogancia... Lloro porque me siento superior... Lloro porque son una injusticia las derrotas en contra... Pero no se me ocurre pensar que perdí porque el equipo contrario es superior al nuestro.

Alguién me señaló en aquel tiempo algo que aparece en la Biblia escrito por nuestro Señor, en donde señala que no estamos obligados a ser los mejores, pero sí a intentarlo con todas las fuerzas de nuestra alma. Todo totalmente distinto al arrogante proverbio de Bini Lombardi, que seguramente ha sido mal interpretado, en donde reza que el triunfo no es lo más importante, es lo único... Así, cada vez que mi equipo era derrotado, yo perdía el sueño, me avergonzaba salir a la calle y, sintiéndome culpable, lloraba. Me di entonces a la tarea de dar una mejor acepción a lo escrito en la Biblia.

Perder o ganar no era lo más importante, lo esencial era mi comportamiento durante el juego, si yo había puesto todo mi empeño por jugar bien y aun así perdía, era porque los contrarios fueron mejores que nosotros, y habiendo entregado todo de mí, mi conciencia debería estar tanquila. Repito, pensar distinto es un acto de soberbia. A partir de entonces, el futbol ha sido para mí la manifestación de alegría más grande que existe.

No niego que encuentro una contradicción en mi propuesta, pues aceptar mis limitaciones, curiosamente me cuesta menos trabajo que aceptar las del Real Madrid, el América y el Monterrey, que conforman el núcleo de mis preferencias cromáticas, principalmente cuando se trata de los dos mexicanos, pues disfruto como muy pocos otros gustos el ver jugar al Real Madrid, gane o pierda, como igual disfruté en mi infancia los juegos del América, en su mayoría derrotas, pues aunque a mí me gustaba mucho su juego, estaba muy lejos de ser lo que ahora es junto con las Chivas, el mejor equipo de México según sus respectivos palmarés.

La felicidad es un estado placentero del ánimo; es un goce completo, un estado de satisfacción y de contento. Para la mayoría de las personas, la felicidad consiste en una situación del ser para quienes las circunstancias de su vida son tales como las desea. Por eso, la arrogancia nubla nuestra felicidad porque la arrogancia es una enfermedad y, estar sano es lo más importante para la felicidad. En la filosofía griega, desde Homero, 500 años a.C. Hasta 700 años d.C., la felicidad era el fin último y supremo del hombre. Para los griegos el núcleo central del sentido de sus vidas particulares consistía en ser felices. Si no lo eran, simplemente sus vidas carecían de sentido. También los griegos se preguntaban con Homero, Sófocles, Eurípides, Platón y Aristóteles, si la felicidad se debía a un regalo de los dioses, o si dependía del esfuerzo de cada persona.

¿Te has puesto a pensar cuánto puedes aprender del equipo al que no le vas? mucho he dicho que me gusta ver juegos completos. Si Solari se niega a ver jugar a Messi, no sabrá nunca cómo anular su juego. Si guiado por la supuesta superioridad del América, menosprecio el coraje de todos los Pumas, aunado a la calidad indiscutible de algunos, estaré expuesto a la realización de un riesgo muy latente. Menospreciar al supuesto equipo humilde es renunciar a descubrir mundos de luz allí donde los ojos solo ven colores deslavados. Un director técnico puede sentirse seguro contra la obra del otro, y la obra tener mayor razón contra el director técnico... No me gusta nada el procedimiento de Miguel Herrera, pues supongo que un equipo de probada superioridad se ve confundido jugando a que tiene miedo. Pero, obviamente, no soy director técnico de Primera División. Sólo el resultado final nos dirá si tuvo razón o si se equivocó. Es más claro el panorama de la Máquina y Rayados que juegan a lo que juegan.

Hasta pronto, amigo.