/ viernes 14 de junio de 2019

Con café y a media luz | La importancia de planear

Los grandes proyectos de la humanidad han sido planeados. Desde las más grandes victorias de una nación durante una etapa bélica, hasta el desarrollo de las enormes corporaciones económicas que buscan expandir su emporio a través de un crecimiento. Absolutamente todo debe ser planeado.

Es más, hasta los imprevistos deben ser sorteados con un plan de acción que previamente se construyó. Quizá el mejor ejemplo de esto último sean los cuerpos de auxilio que todos los días se entrenan y preparan para estar listos al momento de enfrentar una contingencia.

Incluso usted, gentil amigo lector, desde la simple lista del mandado hasta las vacaciones de cada año ameritan una seria planeación que responde a las preguntas elementales para llevar a buen término el objetivo propuesto. El qué, cómo, dónde y cuánto son los primeros cuestionamientos que se deben hacer y, posteriormente, responder otros más que pudieran considerarse como accesorios, según sea el caso, me refiero a “para qué”, “por dónde”, “en qué momento”, etcétera.

Y si aunado a lo que le expuse en los dos párrafos anteriores, agregamos que los primeros obligados a hacer ello son los gobiernos de los países en bien de la población, estaremos cayendo en cuenta de la situación que se nos puede venir encima a los ciudadanos que, en teoría, nos debemos sentir protegidos y amparados por la figura que llevamos al poder y a todo el aparato que encabeza.

Obras, proyectos, programas, estrategias emergentes e indicadores que reflejen resultados deben ser planeados con suma cautela, paciencia y precisión antes de ser puestos sobre la mesa. Sería muy arriesgado esperar que las piezas encajen en el primer intento a la perfección. Aunque debemos reconocer, como remate de estas líneas, que también es posible que ocurra así, empero, con una probabilidad sumamente baja, casi nula.

De no planear, no prever, no anticiparse y no tomar las providencias debidas, las cosas marcharán de manera forzada, infructuosa, lenta, pausada, errática y hasta torpe. Sobre la marcha se deberán implementar ajustes y correcciones que con una buena planeación pudieron evitarse. Eso representa, a la postre, un uso no contemplado del recurso económico y, por tanto, una descompensación del capital presentado con antelación.

Aquí, el factor fundamental es la experiencia que nos da la vida. Dichas vivencias nos darán la pauta para la implementación de acciones en dos sentidos.

El primero de ellos nos llevará a, como decimos vulgarmente, “saber el camino de memoria” y podremos describir paso a paso el proceso en el que nos vamos a sumergir y cómo salir de él de manera airosa y triunfante.

El segundo nos lleva propiamente a reconocer la ignorancia sobre el proceso y, por tanto, buscar asesoría de expertos que nos lleven a buen puerto.

¡En ambos casos se planea!

Si se trata de cancelar un aeropuerto, inundarlo, promover la apertura de otro, vender un avión, asegurar o, por lo menos, prometer lo que se va a hacer con el dinero de esa transacción, construir una refinería, convertirla en dos más pequeñas, readecuar unas vías férreas, relanzar el proyecto de un tren a través de la selva, diseñar dependencias para devolver lo robado, replantear el camino por el que le llegue el dinero a la población, etcétera. ¡Todo debe planearse!

Incluso los embates de naciones vecinas en materias sociales y económicas deben preverse. Los expertos en sistemas de gestión de la calidad sabrán de lo que hablamos: enfrentar lo no esperado o, como dicen ellos, la suma de la eficiencia y la eficacia da, por resultado, la efectividad.

Hoy estamos en un nuevo entredicho con una doble promesa construida por sendas declaraciones que, si bien es cierto, conserva el espíritu humanitario de México, también deberá asumirse con las reservas que marcan los cánones del sentido común. La primera afirmación “Donde come uno, comen millones” y, la segunda, que el plan migratorio será financiado con la venta del avión presidencial. Según recuerdo ese recurso sería destinado para otros programas.

¿Qué pasará cuando nos veamos sobrepasados en capacidad para dar atención a los migrantes? ¿Qué ocurrirá cuando la respuesta del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica no sea la esperada? ¿A dónde nos llevará el haber accedido a lo que parece ser un capricho entre naciones?

Quizá y, a la larga, le hubiera resultado más económico a México el aceptar el cinco por ciento del impuesto arancelario.

Además, me asalta una duda que la quiero compartir con usted. Si es nuestro país el lugar donde si come uno comen millones, ¿por qué sigue habiendo tanta hambre en buena parte de la nación? ¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Los grandes proyectos de la humanidad han sido planeados. Desde las más grandes victorias de una nación durante una etapa bélica, hasta el desarrollo de las enormes corporaciones económicas que buscan expandir su emporio a través de un crecimiento. Absolutamente todo debe ser planeado.

Es más, hasta los imprevistos deben ser sorteados con un plan de acción que previamente se construyó. Quizá el mejor ejemplo de esto último sean los cuerpos de auxilio que todos los días se entrenan y preparan para estar listos al momento de enfrentar una contingencia.

Incluso usted, gentil amigo lector, desde la simple lista del mandado hasta las vacaciones de cada año ameritan una seria planeación que responde a las preguntas elementales para llevar a buen término el objetivo propuesto. El qué, cómo, dónde y cuánto son los primeros cuestionamientos que se deben hacer y, posteriormente, responder otros más que pudieran considerarse como accesorios, según sea el caso, me refiero a “para qué”, “por dónde”, “en qué momento”, etcétera.

Y si aunado a lo que le expuse en los dos párrafos anteriores, agregamos que los primeros obligados a hacer ello son los gobiernos de los países en bien de la población, estaremos cayendo en cuenta de la situación que se nos puede venir encima a los ciudadanos que, en teoría, nos debemos sentir protegidos y amparados por la figura que llevamos al poder y a todo el aparato que encabeza.

Obras, proyectos, programas, estrategias emergentes e indicadores que reflejen resultados deben ser planeados con suma cautela, paciencia y precisión antes de ser puestos sobre la mesa. Sería muy arriesgado esperar que las piezas encajen en el primer intento a la perfección. Aunque debemos reconocer, como remate de estas líneas, que también es posible que ocurra así, empero, con una probabilidad sumamente baja, casi nula.

De no planear, no prever, no anticiparse y no tomar las providencias debidas, las cosas marcharán de manera forzada, infructuosa, lenta, pausada, errática y hasta torpe. Sobre la marcha se deberán implementar ajustes y correcciones que con una buena planeación pudieron evitarse. Eso representa, a la postre, un uso no contemplado del recurso económico y, por tanto, una descompensación del capital presentado con antelación.

Aquí, el factor fundamental es la experiencia que nos da la vida. Dichas vivencias nos darán la pauta para la implementación de acciones en dos sentidos.

El primero de ellos nos llevará a, como decimos vulgarmente, “saber el camino de memoria” y podremos describir paso a paso el proceso en el que nos vamos a sumergir y cómo salir de él de manera airosa y triunfante.

El segundo nos lleva propiamente a reconocer la ignorancia sobre el proceso y, por tanto, buscar asesoría de expertos que nos lleven a buen puerto.

¡En ambos casos se planea!

Si se trata de cancelar un aeropuerto, inundarlo, promover la apertura de otro, vender un avión, asegurar o, por lo menos, prometer lo que se va a hacer con el dinero de esa transacción, construir una refinería, convertirla en dos más pequeñas, readecuar unas vías férreas, relanzar el proyecto de un tren a través de la selva, diseñar dependencias para devolver lo robado, replantear el camino por el que le llegue el dinero a la población, etcétera. ¡Todo debe planearse!

Incluso los embates de naciones vecinas en materias sociales y económicas deben preverse. Los expertos en sistemas de gestión de la calidad sabrán de lo que hablamos: enfrentar lo no esperado o, como dicen ellos, la suma de la eficiencia y la eficacia da, por resultado, la efectividad.

Hoy estamos en un nuevo entredicho con una doble promesa construida por sendas declaraciones que, si bien es cierto, conserva el espíritu humanitario de México, también deberá asumirse con las reservas que marcan los cánones del sentido común. La primera afirmación “Donde come uno, comen millones” y, la segunda, que el plan migratorio será financiado con la venta del avión presidencial. Según recuerdo ese recurso sería destinado para otros programas.

¿Qué pasará cuando nos veamos sobrepasados en capacidad para dar atención a los migrantes? ¿Qué ocurrirá cuando la respuesta del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica no sea la esperada? ¿A dónde nos llevará el haber accedido a lo que parece ser un capricho entre naciones?

Quizá y, a la larga, le hubiera resultado más económico a México el aceptar el cinco por ciento del impuesto arancelario.

Además, me asalta una duda que la quiero compartir con usted. Si es nuestro país el lugar donde si come uno comen millones, ¿por qué sigue habiendo tanta hambre en buena parte de la nación? ¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!