/ martes 11 de diciembre de 2018

La soberbia es orgullo y apetito desordenado de ser preferido a otros

Pasma ver hasta dónde puede llegar la arrogancia del corazón humano estimulada por el menor éxito. Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo. Hay quienes aprecian más las fraces de los grandes pensadores, por la belleza de su estructura que por la profundidad de su mensaje, haciendo de su derecho a decir, una abierta provocación a la violencia

Sorpresivamente, los Pumas con sus entusiastas exhibiciones de buen futbol (nunca el mejor), fueron incrementando una responsabilidad otorgada por la exagerada lisonja a la tan escuchada voz del micrófono, que colocaba a los sorprendentes universitarios matando a los dragones guardianes de la gloria que solo a ellos correspondía.

Ya había caído el más peligroso de todos, Tigres, cuyo domador es de lo más temido si se le hace enojar, lo que vino a incrementar el valor del mérito puma, ya que la voz estruendosa del tigre enmudeció, mientras que la voz del micrófono se elevó. El águila, por muy rapaz que sea, caería muerta al menor zarpazo de un tigre, así que no había razón para temerle. Fue así que inició la semifinal. Con mucha fortuna el avechucho logró dar el primer golpe; sin embargo, lo siguiente nos mostró una paridad de fuerzas que decía que todo podría suceder.

Después del tiempo de estudios (los primeros 45 minutos), vienen las disposiciones tácticas, los directores técnicos mueven sus piezas como en el ajedrez, buscando uno defender lo logrado, mientras que el otro necesita igualar el marcador. El ajedrecista de las piezas cremas, cuyos alfiles, torres y caballos hasta entonces lucían poderosos al ataque, decidió replegarlos en una jugada que hasta ahora no hemos visto que domine, mientras que el osado ajedrecista puma, desde el inicio del juego había renunciado a un peón que cubría al rey, para meter en su lugar a una ofensiva torre que en mucho sirvió para arrebatarle la ventaja al rival, logrando igualarlo.

¡Ah! Las voces del micrófono rápido dieron crédito a la iluminada inteligencia del ajedrecista puma, que gracias a su brillante idea, no solo logró equilibrar las acciones, sino que dio visos de poder ganar el juego. ¡Qué brillantés, cuánta inteligencia! ¿Cómo podrían las águilas evitar la derrota? El movimiento de aquella torre (Malcorra) que sorprendiera más a quienes no saben de ajedrez, llevaría a los Pumas a pasar por encima del águila tal y como lo hizo con los Tigres. ¿Quién lo podría dudar?

Este singular enfrentamiento, en el que aparecen, a más de los rivales, Pumas y Águilas, los jueces, el público y, los invisibles que solamente se escuchan, los del micrófono, que teniendo derecho a decir lo que se les pegue la gana, no miden las consecuencias que pueden ocasionar haciendo un irresponsable uso de su derecho, con el que seguramente sin proponérselo, humillan a los que ellos consideran villanos. El soberbio es un ser descentrado gustoso de jugar con estas situaciones, a quien no le interesa la concordia, pues siempre se comporta como si fuera el dueño absoluto de la verdad. Así, en el siguiente juego, apenas iniciado, el Águila se vuelve a manifestar de forma temprana, haciéndolo por donde está Malcorra, que en el juego anterior fuera la incansable torre que con sus movimientos verticales tiró la ventaja de las Águilas.

Era de entenderse, en aquel sitio se ocupaba otra pieza, no una torre, así el águila hizo de ese pasillo una avenida por la que transitó una verdadera torre, que llegó una, dos, tres, cuatro, cinco y seis veces. Ahora la voz, aburrida de no tener a quién otorgar la lisonja, se fue sobre el antes brillante ajedrecista que en el juego anterior pusiera en jaque al águila. ¿Cómo es posible que realizara semejante tontería? Pero ahora, bajar del pedestal a aquel hombre no bastaba, pues otra cosa hubiera sido perder ante los Tigres, catalogados como dueños de la plantilla más cara de la Liga. ¡No! Fueron seis goles y no de Tigres, ni de Rayados, Santos o Cruz Azul. Fue el América, algo debe de hacerse y ya, empezando por correr al culpable de todo, el ajedrecista puma que días antes merecía un monumento.

¿No es eso generar odio? Por supuesto que la soberbia nos impide en lo absoluto poder disfrutar el futbol en paz. La concordia nos permite la conformidad de pareceres y propósitos. Pero, repito, el soberbio no conoce la concordia porque simplemente es él el que tiene la razón, se siente superior a los que desprecia y se esfuerza porque los que lo escuchan piensen como él. Recién en una entrevista hecha al “Tolo” Américo Gallego, campeón mundial con Argentina, dijo que cuando dirigió al Toluca, se sorprendió al ver en el graderío a los seguidores del Toluca junto a los seguidores del rival en turno, algo que le pareció increíble. ¿Cuánto hace de aquello? Si el Tolo se da una vuelta por acá, comprobará que estos señores del micrófono lo han cambiado todo... ¿Cómo va a ser posible que el Águila le meta 6 al Puma?... Anatema para Patiño, prisión para Saldívar... Paredón para los directivos... México, creo en ti.

Hasta pronto amigo.

Pasma ver hasta dónde puede llegar la arrogancia del corazón humano estimulada por el menor éxito. Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo. Hay quienes aprecian más las fraces de los grandes pensadores, por la belleza de su estructura que por la profundidad de su mensaje, haciendo de su derecho a decir, una abierta provocación a la violencia

Sorpresivamente, los Pumas con sus entusiastas exhibiciones de buen futbol (nunca el mejor), fueron incrementando una responsabilidad otorgada por la exagerada lisonja a la tan escuchada voz del micrófono, que colocaba a los sorprendentes universitarios matando a los dragones guardianes de la gloria que solo a ellos correspondía.

Ya había caído el más peligroso de todos, Tigres, cuyo domador es de lo más temido si se le hace enojar, lo que vino a incrementar el valor del mérito puma, ya que la voz estruendosa del tigre enmudeció, mientras que la voz del micrófono se elevó. El águila, por muy rapaz que sea, caería muerta al menor zarpazo de un tigre, así que no había razón para temerle. Fue así que inició la semifinal. Con mucha fortuna el avechucho logró dar el primer golpe; sin embargo, lo siguiente nos mostró una paridad de fuerzas que decía que todo podría suceder.

Después del tiempo de estudios (los primeros 45 minutos), vienen las disposiciones tácticas, los directores técnicos mueven sus piezas como en el ajedrez, buscando uno defender lo logrado, mientras que el otro necesita igualar el marcador. El ajedrecista de las piezas cremas, cuyos alfiles, torres y caballos hasta entonces lucían poderosos al ataque, decidió replegarlos en una jugada que hasta ahora no hemos visto que domine, mientras que el osado ajedrecista puma, desde el inicio del juego había renunciado a un peón que cubría al rey, para meter en su lugar a una ofensiva torre que en mucho sirvió para arrebatarle la ventaja al rival, logrando igualarlo.

¡Ah! Las voces del micrófono rápido dieron crédito a la iluminada inteligencia del ajedrecista puma, que gracias a su brillante idea, no solo logró equilibrar las acciones, sino que dio visos de poder ganar el juego. ¡Qué brillantés, cuánta inteligencia! ¿Cómo podrían las águilas evitar la derrota? El movimiento de aquella torre (Malcorra) que sorprendiera más a quienes no saben de ajedrez, llevaría a los Pumas a pasar por encima del águila tal y como lo hizo con los Tigres. ¿Quién lo podría dudar?

Este singular enfrentamiento, en el que aparecen, a más de los rivales, Pumas y Águilas, los jueces, el público y, los invisibles que solamente se escuchan, los del micrófono, que teniendo derecho a decir lo que se les pegue la gana, no miden las consecuencias que pueden ocasionar haciendo un irresponsable uso de su derecho, con el que seguramente sin proponérselo, humillan a los que ellos consideran villanos. El soberbio es un ser descentrado gustoso de jugar con estas situaciones, a quien no le interesa la concordia, pues siempre se comporta como si fuera el dueño absoluto de la verdad. Así, en el siguiente juego, apenas iniciado, el Águila se vuelve a manifestar de forma temprana, haciéndolo por donde está Malcorra, que en el juego anterior fuera la incansable torre que con sus movimientos verticales tiró la ventaja de las Águilas.

Era de entenderse, en aquel sitio se ocupaba otra pieza, no una torre, así el águila hizo de ese pasillo una avenida por la que transitó una verdadera torre, que llegó una, dos, tres, cuatro, cinco y seis veces. Ahora la voz, aburrida de no tener a quién otorgar la lisonja, se fue sobre el antes brillante ajedrecista que en el juego anterior pusiera en jaque al águila. ¿Cómo es posible que realizara semejante tontería? Pero ahora, bajar del pedestal a aquel hombre no bastaba, pues otra cosa hubiera sido perder ante los Tigres, catalogados como dueños de la plantilla más cara de la Liga. ¡No! Fueron seis goles y no de Tigres, ni de Rayados, Santos o Cruz Azul. Fue el América, algo debe de hacerse y ya, empezando por correr al culpable de todo, el ajedrecista puma que días antes merecía un monumento.

¿No es eso generar odio? Por supuesto que la soberbia nos impide en lo absoluto poder disfrutar el futbol en paz. La concordia nos permite la conformidad de pareceres y propósitos. Pero, repito, el soberbio no conoce la concordia porque simplemente es él el que tiene la razón, se siente superior a los que desprecia y se esfuerza porque los que lo escuchan piensen como él. Recién en una entrevista hecha al “Tolo” Américo Gallego, campeón mundial con Argentina, dijo que cuando dirigió al Toluca, se sorprendió al ver en el graderío a los seguidores del Toluca junto a los seguidores del rival en turno, algo que le pareció increíble. ¿Cuánto hace de aquello? Si el Tolo se da una vuelta por acá, comprobará que estos señores del micrófono lo han cambiado todo... ¿Cómo va a ser posible que el Águila le meta 6 al Puma?... Anatema para Patiño, prisión para Saldívar... Paredón para los directivos... México, creo en ti.

Hasta pronto amigo.