/ lunes 23 de abril de 2018

La utilidad del debate

El primero que recuerdo, seguramente hubo otros, fue aquel en el que se enfrentaron Cuauhtémoc Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos y Ernesto Zedillo Ponce de León, en el año de 1994. Este ejercicio marcó a muchos mexicanos, incluidos los menores, pues la sangre del entonces candidato oficial Luis Donaldo Colosio Murrieta había salpicado el proceso que marcaba el final del “salinato”.

Fuertes fueron las declaraciones que, el entonces abanderado del PAN, lanzaba contra quien suplía al “fenecido en Lomas Taurinas”, Dr. Zedillo. De manera contundente, el abogado de protuberante barba le decía que, no obstante, el asesinato a sangre fría, la presencia de un personaje priista en el estudio esa noche, obedecía a la costumbre “dedócrata” de un sistema que, decía, estaba a punto de sucumbir

Como todos sabemos, la historia puso a cada uno en su lugar. Y el tricolor volvió a sentarse en la silla presidencial durante los siguientes seis años en los que sufrimos la consolidación de una crisis económica que había iniciado con la devaluación del peso mexicano en el mercado internacional disminuyéndole el poder adquisitivo. Ni la estrategia “maquillante” y simuladora del “nuevo peso” pudo menguar el duro golpe que el ciudadano común sintió en sus bolsillos.

Llegó el año 2000 y, con él, un nuevo periodo de campañas en el se debía lavar la honra, ensuciada por los escarnios lanzados por los rivales en la justa anterior. Así, el PRI quiso hacer alarde de transparencia y en un “ejercicio interno” lanza como su candidato al sinaloense Francisco Labastida, quien se arropó con las fuerzas de la comunidad docente encabezada por Elba Esther Gordillo en contra de un ya desgastado Cuauhtémoc Cárdenas y quien venía rompiendo la imagen tradicionalista del político parco y demagogo, Vicente Fox Quesada.

El guanajuatense se perfilaba, como dijimos en entregas anteriores, como un producto con una envoltura innovadora que, por su sencillez, se antojaba barato de “comprar”. Botas, mezclilla y sombrero, era la vestimenta común del señor que antes del “enfrentamiento oficial”, dio muestra de su intransigencia con el famoso “¡Hoy, hoy, hoy!” en las oficinas del PRD y ante la burla del candidato del “sol azteca”.

A este suceso, le sacó el mejor de los partidos, el equipo de campaña del llamado “zorro con botas”, el cual contraatacó durante las siguientes semanas con una pregunta ¿Quieres un Presidente que deje las cosas para mañana o que las resuelva hoy

El día “bueno”, el priista se dio un “balazo en un pie”, al aparecer con una actitud que ningún mexicano podría tolerar, la de un “contendiente sufrido”. El haber reclamado públicamente que “en las últimas semanas este señor (Fox) me ha llamado la vestida, mariquita y ha hecho señas obscenas refiriéndose a mi persona…” fue, junto con el hartazgo, el motivo de su derrota. Ni el “jingle” compuesto por “Juanga” lo salvó, aquel que decía “Ni Temo, ni Chente; Francisco será presidente”. Curiosamente, durante el sexenio siguiente, la Secretaría de Hacienda trajo “de pilar a poste” al “divo de Juárez” hasta ponerlo “como lazo de cochino”.

Para el 2006, Fox Quesada no pudo mantenerse ajeno al proceso que se sobrevenía, cuando se percató que un antiguo rival se alzaba como abanderado del PRD, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. AMLO en repetidas ocasiones dio de qué hablar al “adjetivar” de manera jocosa a quien ocupaba el máximo

cargo de nuestro país. Por su parte “el hijo desobediente” hacía su chamba bajo el eslogan “Tengo las manos limpias

Cabe hacer mención que el tricolor había lanzado su última carta “buena” en el afán de demostrar transparencia: Un candidato oficial y una oposición interna. El primero, Roberto Madrazo y, por la contraparte, un grupo formado por Tomás Yarrington, Enrique Jackson y Arturo Montiel. El tristemente célebre “TUCOM”.

El error ocurrió antes del debate para el PRI, con la frase “Dale un madrazo al dedazo”, evidenciando lo que durante tantos años se habían empeñado en negar a toda costa. Para el día del debate las referencias bibliográficas entre uno y otro candidato dejaron mejor parado a FCH, quien hizo que sus competidores no se vieran del todo bien

La reyerta entre Vicente Fox con la figura irrespetuosa de una autoridad poco respetable y los dicharachos costeños de Andrés Manuel, así como su toma de protesta como “Presidente Legítimo” ocasionaron que la figura de máximo mandatario de nuestro país fuera tomada con burla y sin temor a represalias por toda la sociedad.

Es uno de los motivos, sino es que el principal, de que en este periodo que está por concluir hayan existido tantas críticas destructivas contra la figura de Jefe de Estado Mexicano. Aunque no debemos olvidar que, en las campañas y previo a estas, hubo elementos que terminaron por beneficiar a unos y perjudicar a otros.

Llegó el 2012 y todo mundo apostaba a que la batalla de aquel entonces sería protagonizada por los “Golden Boys” de la época, Marcelo Ebrard, por el PRD; Juan Camilo Mouriño, por los blanquiazules, y EPN por el PRI. Sin embargo, la muerte del Secretario de Política Interna y la de su sucesor Francisco Blake Mora, le dieron la oportunidad de entrar de “bateador emergente” a Josefina Vázquez, quien no tuvo el “ponch” necesario en el ejercicio de debate y fue duramente minimizada por los rivales.

En un actitud que nos recuerda a la actitud de Ricardo Anaya en nuestros días, AMLO decide postularse nuevamente y, para “calmar los ánimos” en las corrientes internas del PRD, promete que Marcelo será su Secretario de Gobernación, sin embargo la actitud caprichosa y arrogante fue la que le costó el apoyo de varios perredistas y, por ende, se reflejó en los votos de las urnas.


El PRI echó toda la “carne al asador” y destinó el 100 % del recurso a la campaña de EPN. Hoy, nuevamente el debate viene a ser el protagonista de la democracia mexicana y todos estamos reflexionando acerca de lo que se dice en él. Esta columna la tengo que entregar antes de que la “lid discursiva” tenga lugar, pero seguro estoy que nos dará “mucha tela de la cual cortar”. ¡Hasta la próxima! Agustín Jiménez C. Con Café y a media luz Escríbame

El primero que recuerdo, seguramente hubo otros, fue aquel en el que se enfrentaron Cuauhtémoc Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos y Ernesto Zedillo Ponce de León, en el año de 1994. Este ejercicio marcó a muchos mexicanos, incluidos los menores, pues la sangre del entonces candidato oficial Luis Donaldo Colosio Murrieta había salpicado el proceso que marcaba el final del “salinato”.

Fuertes fueron las declaraciones que, el entonces abanderado del PAN, lanzaba contra quien suplía al “fenecido en Lomas Taurinas”, Dr. Zedillo. De manera contundente, el abogado de protuberante barba le decía que, no obstante, el asesinato a sangre fría, la presencia de un personaje priista en el estudio esa noche, obedecía a la costumbre “dedócrata” de un sistema que, decía, estaba a punto de sucumbir

Como todos sabemos, la historia puso a cada uno en su lugar. Y el tricolor volvió a sentarse en la silla presidencial durante los siguientes seis años en los que sufrimos la consolidación de una crisis económica que había iniciado con la devaluación del peso mexicano en el mercado internacional disminuyéndole el poder adquisitivo. Ni la estrategia “maquillante” y simuladora del “nuevo peso” pudo menguar el duro golpe que el ciudadano común sintió en sus bolsillos.

Llegó el año 2000 y, con él, un nuevo periodo de campañas en el se debía lavar la honra, ensuciada por los escarnios lanzados por los rivales en la justa anterior. Así, el PRI quiso hacer alarde de transparencia y en un “ejercicio interno” lanza como su candidato al sinaloense Francisco Labastida, quien se arropó con las fuerzas de la comunidad docente encabezada por Elba Esther Gordillo en contra de un ya desgastado Cuauhtémoc Cárdenas y quien venía rompiendo la imagen tradicionalista del político parco y demagogo, Vicente Fox Quesada.

El guanajuatense se perfilaba, como dijimos en entregas anteriores, como un producto con una envoltura innovadora que, por su sencillez, se antojaba barato de “comprar”. Botas, mezclilla y sombrero, era la vestimenta común del señor que antes del “enfrentamiento oficial”, dio muestra de su intransigencia con el famoso “¡Hoy, hoy, hoy!” en las oficinas del PRD y ante la burla del candidato del “sol azteca”.

A este suceso, le sacó el mejor de los partidos, el equipo de campaña del llamado “zorro con botas”, el cual contraatacó durante las siguientes semanas con una pregunta ¿Quieres un Presidente que deje las cosas para mañana o que las resuelva hoy

El día “bueno”, el priista se dio un “balazo en un pie”, al aparecer con una actitud que ningún mexicano podría tolerar, la de un “contendiente sufrido”. El haber reclamado públicamente que “en las últimas semanas este señor (Fox) me ha llamado la vestida, mariquita y ha hecho señas obscenas refiriéndose a mi persona…” fue, junto con el hartazgo, el motivo de su derrota. Ni el “jingle” compuesto por “Juanga” lo salvó, aquel que decía “Ni Temo, ni Chente; Francisco será presidente”. Curiosamente, durante el sexenio siguiente, la Secretaría de Hacienda trajo “de pilar a poste” al “divo de Juárez” hasta ponerlo “como lazo de cochino”.

Para el 2006, Fox Quesada no pudo mantenerse ajeno al proceso que se sobrevenía, cuando se percató que un antiguo rival se alzaba como abanderado del PRD, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. AMLO en repetidas ocasiones dio de qué hablar al “adjetivar” de manera jocosa a quien ocupaba el máximo

cargo de nuestro país. Por su parte “el hijo desobediente” hacía su chamba bajo el eslogan “Tengo las manos limpias

Cabe hacer mención que el tricolor había lanzado su última carta “buena” en el afán de demostrar transparencia: Un candidato oficial y una oposición interna. El primero, Roberto Madrazo y, por la contraparte, un grupo formado por Tomás Yarrington, Enrique Jackson y Arturo Montiel. El tristemente célebre “TUCOM”.

El error ocurrió antes del debate para el PRI, con la frase “Dale un madrazo al dedazo”, evidenciando lo que durante tantos años se habían empeñado en negar a toda costa. Para el día del debate las referencias bibliográficas entre uno y otro candidato dejaron mejor parado a FCH, quien hizo que sus competidores no se vieran del todo bien

La reyerta entre Vicente Fox con la figura irrespetuosa de una autoridad poco respetable y los dicharachos costeños de Andrés Manuel, así como su toma de protesta como “Presidente Legítimo” ocasionaron que la figura de máximo mandatario de nuestro país fuera tomada con burla y sin temor a represalias por toda la sociedad.

Es uno de los motivos, sino es que el principal, de que en este periodo que está por concluir hayan existido tantas críticas destructivas contra la figura de Jefe de Estado Mexicano. Aunque no debemos olvidar que, en las campañas y previo a estas, hubo elementos que terminaron por beneficiar a unos y perjudicar a otros.

Llegó el 2012 y todo mundo apostaba a que la batalla de aquel entonces sería protagonizada por los “Golden Boys” de la época, Marcelo Ebrard, por el PRD; Juan Camilo Mouriño, por los blanquiazules, y EPN por el PRI. Sin embargo, la muerte del Secretario de Política Interna y la de su sucesor Francisco Blake Mora, le dieron la oportunidad de entrar de “bateador emergente” a Josefina Vázquez, quien no tuvo el “ponch” necesario en el ejercicio de debate y fue duramente minimizada por los rivales.

En un actitud que nos recuerda a la actitud de Ricardo Anaya en nuestros días, AMLO decide postularse nuevamente y, para “calmar los ánimos” en las corrientes internas del PRD, promete que Marcelo será su Secretario de Gobernación, sin embargo la actitud caprichosa y arrogante fue la que le costó el apoyo de varios perredistas y, por ende, se reflejó en los votos de las urnas.


El PRI echó toda la “carne al asador” y destinó el 100 % del recurso a la campaña de EPN. Hoy, nuevamente el debate viene a ser el protagonista de la democracia mexicana y todos estamos reflexionando acerca de lo que se dice en él. Esta columna la tengo que entregar antes de que la “lid discursiva” tenga lugar, pero seguro estoy que nos dará “mucha tela de la cual cortar”. ¡Hasta la próxima! Agustín Jiménez C. Con Café y a media luz Escríbame