/ martes 16 de octubre de 2018

La venganza es siempre el placer de un alma pequeña, débil y mezquina.

Solo una concienzuda autocrítica, y no la venganza, hará olvidar el 7-0


Usar la venganza con el más fuerte es locura; con el igual es peligroso, y con el inferior es vileza... Metastasio... ¡no! no estamos hablando de ninguno de los grandes filósofos griegos, el caballero al que se atribuye esta célebre frase tenía un nombre muy sencillo, se llamaba Pietro Antonio Doménico Bonaventura Traspassi, mejor conocido como Metastasio, escritor, poeta y afamado libretista de ópera en el siglo XVIII. La cuestión es que nos legó este concienzudo pensamiento, que bien reflexionado nos evita caer en el látigo de la venganza que generalmente se revierte en contra de quien la esgrime.

El 7-0 que ha pesado en el sentir de los soberbios que flotan en las nubes de los sueños de boato y falsa gloria. Si carecemos de algo que deseamos con intensidad, la mayoría de las veces no las obtenemos a causa de actitudes conformistas y negligentes de nuestra parte. Si nos decimos “esto basta”, le damos una señal de conformismo y renuncia a todas las fuerzas de nuestra inteligencia, de nuestras emociones y de nuestra voluntad. Si no obtenemos lo que es posible que logremos, debe incrementarse en nosotros un desgaste de nosotros mismos, es decir, un disgusto, un descontento. Si nos conformamos con un logro parcial (no pasar del cuarto juego) pudiendo lograr el objetivo por entero (el quinto juego), ese contento interior de conformismo paraliza las potencias de nuestro espíritu. El mejor acicate para luchar por lo que queremos es desagradarnos a nosotros mismos, causarnos un disgusto por nuestra flaqueza, desánimo y pereza.

La venganza no se paga con los beneficios; antes se enciende más, porque se juzga por precio vil de la injuria y con ello se compra el honor. La venganza consiste en la satisfacción que se toma del agravio o daños recibidos, especialmente por medio de inflingir otro daño. La venganza es una poderosa pasión que no mide ningún tipo de consecuencias. El que siente que ha sido ofendido o dañado, algunas veces su pasión lo orilla a cobrarse el agravio, como Hamlet en su inmenso deseo de vengar la muerte de su padre a manos de su tío.

Tanto deseo por jugar para después perder 7-0. He aquí un ejemplo de fuerza de voluntad, Memo Ochoa, Chuy Corona y Talavera deseaban fervientemente jugar aquel partido. Ochoa no solo recibió los siete goles aquellos, sino también la recriminación y el desprecio de aquellos que estaban seguros de que a los otros dos no les hubiera sucedido lo mismo. Y sin embargo, tres juegos extras para el belga Courtois le arrebataron a Memo el reconocimiento como el mejor del mundo, sin menosprecio para Corona ni Talavera que son tan buenos como Memo.

Ahora se nos presenta la ocasión, no para tomar venganza, sino para reivindicarnos de nuestra confusión y endeblez. Confusión, porque no se puede tener otra cosa cuando no entendemos el discurso de nuestro director, nuestro líder. Confusión, porque en medio del caos, no hubo una sola voz que orientara a nuestros jugadores, porque ni siquiera en el terreno de juego teníamos un verdadero líder, como Pelé, como Beckenbauer, como Maradona que se echaban el equipo al hombro, arrastrando a sus compañeros con su ejemplo.

Se dice que en los tiempos del militar Vieira al frente del América, al no funcionar la máquina americanista, el “Capitán Furia” Alfredo Tena, reunió al grupo antes del inicio del segundo tiempo de aquella final para decirles: No podemos perder, si lo que nos ha ordenado este señor no ha funcionado, optemos por hacer lo que siempre hemos hecho; y se coronaron. Contrario a lo que se cree, Pelé en los casos de apremio, enfriaba el juego bajando su ritmo y así, invisible, inmóvil como el Cid, derrotaba a sus rivales terminando corriendo tan alegremente como nunca más lo ha vuelto a hacer Brasil. Y qué decir del Kaiser, con brazo inmovilizado, sujeto al pecho con más vendas que las que usó Tutankamón.

Hasta pronto amigo.


Solo una concienzuda autocrítica, y no la venganza, hará olvidar el 7-0


Usar la venganza con el más fuerte es locura; con el igual es peligroso, y con el inferior es vileza... Metastasio... ¡no! no estamos hablando de ninguno de los grandes filósofos griegos, el caballero al que se atribuye esta célebre frase tenía un nombre muy sencillo, se llamaba Pietro Antonio Doménico Bonaventura Traspassi, mejor conocido como Metastasio, escritor, poeta y afamado libretista de ópera en el siglo XVIII. La cuestión es que nos legó este concienzudo pensamiento, que bien reflexionado nos evita caer en el látigo de la venganza que generalmente se revierte en contra de quien la esgrime.

El 7-0 que ha pesado en el sentir de los soberbios que flotan en las nubes de los sueños de boato y falsa gloria. Si carecemos de algo que deseamos con intensidad, la mayoría de las veces no las obtenemos a causa de actitudes conformistas y negligentes de nuestra parte. Si nos decimos “esto basta”, le damos una señal de conformismo y renuncia a todas las fuerzas de nuestra inteligencia, de nuestras emociones y de nuestra voluntad. Si no obtenemos lo que es posible que logremos, debe incrementarse en nosotros un desgaste de nosotros mismos, es decir, un disgusto, un descontento. Si nos conformamos con un logro parcial (no pasar del cuarto juego) pudiendo lograr el objetivo por entero (el quinto juego), ese contento interior de conformismo paraliza las potencias de nuestro espíritu. El mejor acicate para luchar por lo que queremos es desagradarnos a nosotros mismos, causarnos un disgusto por nuestra flaqueza, desánimo y pereza.

La venganza no se paga con los beneficios; antes se enciende más, porque se juzga por precio vil de la injuria y con ello se compra el honor. La venganza consiste en la satisfacción que se toma del agravio o daños recibidos, especialmente por medio de inflingir otro daño. La venganza es una poderosa pasión que no mide ningún tipo de consecuencias. El que siente que ha sido ofendido o dañado, algunas veces su pasión lo orilla a cobrarse el agravio, como Hamlet en su inmenso deseo de vengar la muerte de su padre a manos de su tío.

Tanto deseo por jugar para después perder 7-0. He aquí un ejemplo de fuerza de voluntad, Memo Ochoa, Chuy Corona y Talavera deseaban fervientemente jugar aquel partido. Ochoa no solo recibió los siete goles aquellos, sino también la recriminación y el desprecio de aquellos que estaban seguros de que a los otros dos no les hubiera sucedido lo mismo. Y sin embargo, tres juegos extras para el belga Courtois le arrebataron a Memo el reconocimiento como el mejor del mundo, sin menosprecio para Corona ni Talavera que son tan buenos como Memo.

Ahora se nos presenta la ocasión, no para tomar venganza, sino para reivindicarnos de nuestra confusión y endeblez. Confusión, porque no se puede tener otra cosa cuando no entendemos el discurso de nuestro director, nuestro líder. Confusión, porque en medio del caos, no hubo una sola voz que orientara a nuestros jugadores, porque ni siquiera en el terreno de juego teníamos un verdadero líder, como Pelé, como Beckenbauer, como Maradona que se echaban el equipo al hombro, arrastrando a sus compañeros con su ejemplo.

Se dice que en los tiempos del militar Vieira al frente del América, al no funcionar la máquina americanista, el “Capitán Furia” Alfredo Tena, reunió al grupo antes del inicio del segundo tiempo de aquella final para decirles: No podemos perder, si lo que nos ha ordenado este señor no ha funcionado, optemos por hacer lo que siempre hemos hecho; y se coronaron. Contrario a lo que se cree, Pelé en los casos de apremio, enfriaba el juego bajando su ritmo y así, invisible, inmóvil como el Cid, derrotaba a sus rivales terminando corriendo tan alegremente como nunca más lo ha vuelto a hacer Brasil. Y qué decir del Kaiser, con brazo inmovilizado, sujeto al pecho con más vendas que las que usó Tutankamón.

Hasta pronto amigo.