/ viernes 1 de febrero de 2019

¿Las benditas redes sociales?

El mundo según Wayne, era el título de un churro hollywodense de hace algunos años.

Ajustándolo, podríamos apuntar: El mundo según las redes sociales. ¿Cuál es la realidad “real”? Con el mundo virtual propuesto y proyectado por la internet, es maravilloso –por decir lo menos- cómo la gente se ha ido cumplimentando en esta aldea global a través de las llamadas redes sociales.

Pareciera que refranes o dichos almacenados en la sabiduría popular tuvieran cabida en este renglón: Dime cuál es tu Twitter y te diré quién eres; no desearás el Facebook de tu prójimo; no por mucho tuitear amaneces más temprano; el que con tuiteros se junta a tuitear se enseña, etc.

Me comentaba un amigo escritor que él conoció a alguien que se deprimió mucho cuando al buscar su nombre en Google ¡no lo encontró! Es decir, se sintió el sujeto inexistente, sin cuerpo y alma. Y es que el auge de la red es incontestable a tal grado que llevaría, sin duda, a replantear el asunto de las comunicaciones.

Cuántas obras literarias así como filmes serían hoy anacrónicos, a la luz de las tecnologías. Para qué pasarse 28 años en una isla Robinson Crusoe si existe la red global, el iPad, el iPod, el simple celular. O qué decir de la tragedia de 1972, en la cordillera de Los Andes, donde murieron 29 viajeros llegando, lo sabemos, a la antropofagia. El destino hoy tal vez tendría otro derrotero con las telecomunicaciones antes mencionadas.

Me fui de bruces hace unos días cuando en un café escuché, a dos mesas de mí, a un periodista o articulista que le decía a su acompañante que no entregó su texto a tiempo porque su computadora se había descompuesto. Vaya drama contemporáneo.

Es un hecho incontestable que las herramientas del ciberespacio se han ido convirtiendo en el vecindario global irremediable.

Por ello, me llama la atención los que ponen su corazón e intelecto en los medios reticulares de la internet. Aún más: ponen el centro de su interés social y hasta familiar en la web.

¿Dónde está el mundo? ¿En la calle, en los mercados, en los centros comerciales? Al parecer está en una cabina de uno por uno o, qué remedio, en la soledad de una habitación.

¿Dónde está el mundo? El mundo está donde tengamos puestos los sentimientos. Y todo indica que están adheridos a una laptop, computadora de escritorio o alguno de los dispositivos móviles pululantes…

El mundo según Wayne, era el título de un churro hollywodense de hace algunos años.

Ajustándolo, podríamos apuntar: El mundo según las redes sociales. ¿Cuál es la realidad “real”? Con el mundo virtual propuesto y proyectado por la internet, es maravilloso –por decir lo menos- cómo la gente se ha ido cumplimentando en esta aldea global a través de las llamadas redes sociales.

Pareciera que refranes o dichos almacenados en la sabiduría popular tuvieran cabida en este renglón: Dime cuál es tu Twitter y te diré quién eres; no desearás el Facebook de tu prójimo; no por mucho tuitear amaneces más temprano; el que con tuiteros se junta a tuitear se enseña, etc.

Me comentaba un amigo escritor que él conoció a alguien que se deprimió mucho cuando al buscar su nombre en Google ¡no lo encontró! Es decir, se sintió el sujeto inexistente, sin cuerpo y alma. Y es que el auge de la red es incontestable a tal grado que llevaría, sin duda, a replantear el asunto de las comunicaciones.

Cuántas obras literarias así como filmes serían hoy anacrónicos, a la luz de las tecnologías. Para qué pasarse 28 años en una isla Robinson Crusoe si existe la red global, el iPad, el iPod, el simple celular. O qué decir de la tragedia de 1972, en la cordillera de Los Andes, donde murieron 29 viajeros llegando, lo sabemos, a la antropofagia. El destino hoy tal vez tendría otro derrotero con las telecomunicaciones antes mencionadas.

Me fui de bruces hace unos días cuando en un café escuché, a dos mesas de mí, a un periodista o articulista que le decía a su acompañante que no entregó su texto a tiempo porque su computadora se había descompuesto. Vaya drama contemporáneo.

Es un hecho incontestable que las herramientas del ciberespacio se han ido convirtiendo en el vecindario global irremediable.

Por ello, me llama la atención los que ponen su corazón e intelecto en los medios reticulares de la internet. Aún más: ponen el centro de su interés social y hasta familiar en la web.

¿Dónde está el mundo? ¿En la calle, en los mercados, en los centros comerciales? Al parecer está en una cabina de uno por uno o, qué remedio, en la soledad de una habitación.

¿Dónde está el mundo? El mundo está donde tengamos puestos los sentimientos. Y todo indica que están adheridos a una laptop, computadora de escritorio o alguno de los dispositivos móviles pululantes…