/ lunes 2 de diciembre de 2019

Las películas de Mauricio Garcés

Mauricio Garcés es uno de los actores que no se han borrado de la memoria del público que, generacionalmente, continúa atento viendo sus películas en los canales de televisión abierta como de cable.

Nacido en Tampico, el 16 de diciembre de 1926, como Mauricio Férez Yasbek, el galán de Don Juan 67 (tal vez su mejor filme, dirigido en 1966 por el español Carlos Velo) prácticamente inventó a uno de los pocos personajes que ha tenido el cine mexicano: el enamorado maduro cuya ocupación primordial era la de ser conquistador profesional.

Con mayordomos de lujo (Luis Manuel Pelayo o David Reynoso, la mayoría de las veces) y una animadversión vitalicia hacia el matrimonio, Mauricio Garcés interpretaba personajes de seductores ricos que, sin embargo, fracasaban en la empresa amorosa. Tal vez allí radicaba su atractivo: no era el que todo lo podía, el que las “traía muertas”. La abstinencia, curiosamente, era el parte de guerra en sus películas en su periodo de galán mujeriego.

Mauricio Garcés realizó cerca de 70 filmes. El primero fue La Muerte Enamorada/ 1950, dirigido por el también tampiqueño Ernesto Cortázar (a la sazón letrista de famosas canciones del charro cantor Jorge Negrete). En esta película la bella Miroslava interpretaba a la muerte y “arrastraba la cobija” por Fernando Fernández, el llamado crooner de México.

En términos cinematográficos, Mauricio Garcés representó (y registró) a un personaje –el galán otoñal que al grito de ¡Arroooz! traía por la calle de la amargura a las féminas-. Amén que el Casanova con rostro de Mauricio Garcés tuvo la buena suerte de no tener competencia en la línea de la comedia ligera que él manejó.

El hombre enamoradizo cuya kriptonita era el matrimonio, el personaje donjuanesco interpretado por Mauricio Garcés le dio a la comedia en el cine mexicano una frescura, un toque cosmopolita sólo comparable a los filmes cincuenteros de un Cary Grant (una de las grandes influencias de Mauricio) o un Marcelo Mastroiani.

Aunque en sus inicios Mauricio Garcés le dio vida a villanos (Cómicos de la Legua/ 1956, Mientras el cuerpo Aguante/ 1958, El Joven del Carrito/ 1958) que le hacía la vida de cuadritos a los comediantes del momento: María Victoria, Pompín Iglesias, Clavillazo, pronto el actor tampiqueño consiguió roles más acorde a su agraciada presencia.

Puede decirse que el bosquejo del futuro galán lo trazó en una trilogía deliciosa de westerns dirigidos por Fernando Méndez en 1959: Los Hermanos Diablo, El Renegado Blanco y Venganza Apache. En estos filmes Mauricio interpretaba al hermano menor (adivinó usted: el enamoradizo) de Rafael Baledón y Antonio Badú.

Si volteamos hacia los galanes “serios” de antaño: José Mujica, José Cibrián, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Emilio Tuero, Armando Calvo o Jorge Mistral, ninguno tanteó las contingencias de las debilidades y contradicciones sexuales, sociales y hasta antropológicas de un personaje libérrimo como el donjuanesco. Es hasta que Mauricio Garcés, dirigido por Cardona Jr., lo intenta con amplitud y gracia en ese póquer de ases de 1969: Departamento de Soltero, Fray Don Juan, Modisto de Señoras (en verdad graciosísima) y Espérame en Siberia, Vida Mía,

Mauricio Garcés murió el 27 de febrero de 1989. Y aunque hizo teatro, series de televisión y centro nocturno, es su labor cinematográfica la que ha prevalecido con el paso del tiempo. La prueba está que cada 27 de febrero alguna televisora del país exhibe, invariablemente, una de sus películas…

Mauricio Garcés es uno de los actores que no se han borrado de la memoria del público que, generacionalmente, continúa atento viendo sus películas en los canales de televisión abierta como de cable.

Nacido en Tampico, el 16 de diciembre de 1926, como Mauricio Férez Yasbek, el galán de Don Juan 67 (tal vez su mejor filme, dirigido en 1966 por el español Carlos Velo) prácticamente inventó a uno de los pocos personajes que ha tenido el cine mexicano: el enamorado maduro cuya ocupación primordial era la de ser conquistador profesional.

Con mayordomos de lujo (Luis Manuel Pelayo o David Reynoso, la mayoría de las veces) y una animadversión vitalicia hacia el matrimonio, Mauricio Garcés interpretaba personajes de seductores ricos que, sin embargo, fracasaban en la empresa amorosa. Tal vez allí radicaba su atractivo: no era el que todo lo podía, el que las “traía muertas”. La abstinencia, curiosamente, era el parte de guerra en sus películas en su periodo de galán mujeriego.

Mauricio Garcés realizó cerca de 70 filmes. El primero fue La Muerte Enamorada/ 1950, dirigido por el también tampiqueño Ernesto Cortázar (a la sazón letrista de famosas canciones del charro cantor Jorge Negrete). En esta película la bella Miroslava interpretaba a la muerte y “arrastraba la cobija” por Fernando Fernández, el llamado crooner de México.

En términos cinematográficos, Mauricio Garcés representó (y registró) a un personaje –el galán otoñal que al grito de ¡Arroooz! traía por la calle de la amargura a las féminas-. Amén que el Casanova con rostro de Mauricio Garcés tuvo la buena suerte de no tener competencia en la línea de la comedia ligera que él manejó.

El hombre enamoradizo cuya kriptonita era el matrimonio, el personaje donjuanesco interpretado por Mauricio Garcés le dio a la comedia en el cine mexicano una frescura, un toque cosmopolita sólo comparable a los filmes cincuenteros de un Cary Grant (una de las grandes influencias de Mauricio) o un Marcelo Mastroiani.

Aunque en sus inicios Mauricio Garcés le dio vida a villanos (Cómicos de la Legua/ 1956, Mientras el cuerpo Aguante/ 1958, El Joven del Carrito/ 1958) que le hacía la vida de cuadritos a los comediantes del momento: María Victoria, Pompín Iglesias, Clavillazo, pronto el actor tampiqueño consiguió roles más acorde a su agraciada presencia.

Puede decirse que el bosquejo del futuro galán lo trazó en una trilogía deliciosa de westerns dirigidos por Fernando Méndez en 1959: Los Hermanos Diablo, El Renegado Blanco y Venganza Apache. En estos filmes Mauricio interpretaba al hermano menor (adivinó usted: el enamoradizo) de Rafael Baledón y Antonio Badú.

Si volteamos hacia los galanes “serios” de antaño: José Mujica, José Cibrián, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Emilio Tuero, Armando Calvo o Jorge Mistral, ninguno tanteó las contingencias de las debilidades y contradicciones sexuales, sociales y hasta antropológicas de un personaje libérrimo como el donjuanesco. Es hasta que Mauricio Garcés, dirigido por Cardona Jr., lo intenta con amplitud y gracia en ese póquer de ases de 1969: Departamento de Soltero, Fray Don Juan, Modisto de Señoras (en verdad graciosísima) y Espérame en Siberia, Vida Mía,

Mauricio Garcés murió el 27 de febrero de 1989. Y aunque hizo teatro, series de televisión y centro nocturno, es su labor cinematográfica la que ha prevalecido con el paso del tiempo. La prueba está que cada 27 de febrero alguna televisora del país exhibe, invariablemente, una de sus películas…